Hasta hace poco era bastante difícil leer en español a Anna Ajmátova, la poetisa más famosa de la felizmente periclitada Unión Soviética. Había unas cuantas traducciones sueltas(Aquilino Duque, que aprendió ruso sólo para traducir a la Ajmátova, tradujo hace mucho tiempo su poema más famoso, el larguísimo “Requiem”) de difícil localización, pero ahora la editorial Cátedra, por un lado, y la editorial Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores por otro, han puesto a nuestra disposición excelentes traducciones de esta autora. Es una pena que no se haya traducido también la estupenda biografía que publicó su secretario, el poeta Anatoly Neiman.
Neiman la conoció cuando ella era ya mayor y de su testimonio queda claro que Ajmátova era una mujer de opiniones contundentes y arrebatadas y que tenía unas ideas muy férreas sobre lo que llamaba “el destino del poeta”. Al hablar de la poesía francesa contemporánea afirmaba que Apollinaire era el último poeta y Neiman precisaba que en realidad quería decir: “el último del mundo”, cosa que poco después repetía refiriéndose a Blok. Según Neiman Ajmátova consideraba que después de Blok –y también después de ella- había empezado algo nuevo. Fue amiga de Brodski en su juventud, antes de que se exiliara a Estados Unidos y le ayudó cuanto pudo mientras estuvo deportado; como ayudó a Mandelstam a cuya viuda Ajmátova no apreciaba demasiado y a la que acusaba de urdir sinuosas mentiras en sus memorias, libro que con el título de “Contra toda esperanza” se tradujo hace más de veinticinco años al español en Alianza Editorial, aunque hay que decir que sólo el primer tomo. Curiosa costumbre ésta de no terminar de publicar los testimonios de la barbarie soviética. Recuerden que Plaza y Janés nos dejó sin el tercer tomo de “El archipiélago Gulag” de Solzhenitsyn, y eso que todavía no había empezado la campaña mediática contra él, encabezada por Juan Benet, en plena época de Franco, conviene recordarlo. Tusquets está poniendo remedio al entuerto y prepara una nueva traducción, esta vez completa, de la que ya ha salido el primer tomo.
Ajmátova tenía fobia a Chéjov y sentía una admiración ilimitada por Pushkin, que era su poeta preferido junto a Dante y Shakespeare. También le gustaba la poesía española. Cuando leyó (traducido) a León Felipe exclamó: “¡Vaya viejo: ¡Cómo me gustaría ser él!” y luego añadió: “Dicen que en la poesía del siglo XX los españoles son dioses y los rusos semi-dioses, claro, tenemos demasiados suicidios”. Además de su admiración por León Felipe, de la poesía hispánica le impresionó especialmente un libro de poemas escogidos de Gabriela Mistral traducidos al ruso. Las dos habían nacido el mismo año y los escritores preferidos de la Mistral eran rusos. Neiman y la propia Ajmátova, encontraban similitudes extraordinarias entre ambas poetisas. Ella llegó incluso a decir: “La piel roja me ha superado”. También se menciona a una admiradora española (pero no dice su nombre) a la que conoció durante un viaje que Ajmátova hizo a España, y que la escribió un telegrama diciéndole: “Inútil escribir”. A la rusa le encantó el arte de la española para resumir todo en dos palabras.
Para escribir procedía de la siguiente manera: Le llegaba la inspiración (como a todo el mundo) en cualquier parte. Brotaban los versos caóticamente y luego iban cobrando forma, pero de manera desordenada. Dejaba entonces en blanco el verso que no le “salía” y, cuando indefectiblemente le llegaba, lo rellenaba, por así decirlo. Para terminar, lo elaboraba todo e introducía las variantes que la censura soviética le imponía. En cuanto a la organización del libro, según ella, lo más eficaz es dividir los poemarios en ciclos temáticos autónomos y empezar con los poemas más recientes. Su poesía es muy cuidadosa con el metro y la rima, especialmente con el metro, lo que dificulta grandemente la traducción, como también la dificulta el hecho de que sea una poesía muy narrativa, llena de citas referidas a un contexto cultural muy concreto y a las raíces populares rusas. Precisamente, para referirse a dichas raíces -que ella sublimaba por razones de sincretismo cultural y social- Ajmátova hablaba de “poesía materna”, como quien habla de “lengua materna”.
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