No sabría cómo calificar esta novela, si de grande o de ejemplar. Sin duda alguna es grande y en mucho mayor grado, ejemplar. Novela didáctica, provechosa, "paidéica". La novela de un santo con ideas prácticas (precisamente Orwell decía de Tolstoi que era un santo y como “todos los santos, sospechoso”); de un creyente fervoroso pero entusiasta; de un hombre perplejo y lúcido. Una verdadera guía espiritual. Pero también es la novela de un artista y como todo gran artista que escribe antes del descubrimiento literario del fluir de la conciencia, sabe recrearse en el retrato caricaturesco del otro. Los salones rusos afrancesados de “Guerra y Paz” no tienen nada que envidiar a los de Proust, a pesar de la introspección introducida en la narrativa -para siempre- por éste. Proust escrudiña en los salones como lo haría en su alma, mientras que Tolstoi, Flaubert, Queirós, Clarín lo hacen como si miraran desde una ventana, conscientes de que son un "espejo en el camino". Hay muchas cosas en G y P que la hacen particular e importante. Tolstoi aparece a cada paso y sus convicciones ideológicas pueden con la narración objetiva de la época. Su desprecio por Napoleón, la teoría de la casualidad y el genio, este último no en el sentido heroico de la palabra, sino en el fenomenológico (“el genio - dice Tolstoi- es aquel a quien se le ha dado de comer aparte”, o sea, prácticamente un fenómeno de feria), como motor de la humanidad que hundirá o salvará a los pueblos y a los hombres... por casualidad. Sensación de “incompleto” que me deja el final de la novela. Ese sermón sobre la historia, la verdad y la libertad no me parece convincente. Para nosotros, quiero decir para los lectores de finales del siglo veinte, la intención redentora de esas líneas, en particular el alegato final, resulta ingenua y ditirámbica. Pero él escribía en un país de siervos y de poseedores de almas (muertas y vivas) y sus ideas tenían que cumplir una misión revolucionaria y mesiánica. En cuanto a su concepto de dios como gran arquitecto -el Gran Todo- es la idea que prevalece hoy entre los que se han salvado del ateísmo, mientras que las iglesias están moralmente arruinadas, como es evidente al ver los patéticos intentos de integración ecuménica de la otrora poderosísima Roma. En “Guerra y Paz” se citan los Evangelios: “Al que más tuviere, se le dará más, y a quien tuviere poco se le quitará” y es el único lugar donde lo he visto citado y lo he comprendido perfectamente. Se refiere al bagaje espiritual, cuanto mayor sea, mayor será el fruto y, a la inversa, si es escaso, desaparecerá.
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