Hijo de ferroviario y ferroviario a su vez, Platónov (1899-1951) ejerció durante toda su vida, salvo en contadas ocasiones, oficios nada acordes a su afición por la literatura. Mal visto por la nomenclatura y los popes del momento (Gorki lo rechazó y Stalin lo persiguió), sólo publicó en vida unos pocos volúmenes de cuentos. A raíz de la aparición de algunos capítulos de su novela "Chevengur" en una revista fue represaliado a través de su hijo de catorce años quien, al regresar de los campos de concentración, le contagió la enfermedad de la que poco después el propio Platónov moriría.
“Chevengur” es su indiscutible obra maestra. A ella dedicó su autor más de veinte años de trabajo sin llegar a verla nunca publicada. Por supuesto no fue en la Unión Soviética donde apareció en ruso por primera vez, sino en París, en 1972. Chevengur es una aldea perdida en la estepa donde se ha abolido el trabajo y se ha establecido el comunismo libertario. A ella llegan tres extraños personajes, uno de ellos un idealista que cree sinceramente en “el hombre nuevo", miembro del partido comunista, a quien el presidente del Comité regional de su provincia ha enviado en busca de los movimientos socialistas que se puedan estar llevando a cabo a “espaldas del Estado”. El otro es una suerte de caballero de fortuna, un exaltado carente de cualquier sentido de la realidad, fervoroso comunista enamorado de Rosa Luxemburgo como Don Quijote de Dulcinea. El tercero es el presidente de la comuna de Chevengur, un destructor sanguinario que es quien precisamente les ha conducido hasta ese extraño lugar que resulta ser, según su propia expresión: “el fin de todo”. Preguntado por los otros dos sobre a qué todo se refiere, añade: «Pues de la historia universal, ¿qué necesidad tenemos de ella?».
La novela es una sátira feroz del comunismo, de la Unión Soviética y del más que discutible “triunfo del proletariado”. Como tal sátira contiene una carga de amargura y de escepticismo incomensurables. También, como es de rigor, la carga crítica está revestida de una aparente seriedad del tipo de la que ha hecho creer a críticos y lectores poco perspicaces que Cervantes, por ejemplo, escribía totalmente en serio o que Kafka no tenía sentido del humor. Esta novela es imprescindible para entender lo que ocurrió con aquel paraíso que se pretendió instituir, con tan pésimos resultados, “en la sexta parte del mundo”.
De Platónov se pudo leer en español hace diez años una traducción de “La excavación”, publicada en Alfaguara y hace dos se publicó “Chevengur” (Ediciones Cátedra) traducida por Vicente Cazcarra y Helena Kriúkova. Recientemente la editorial Galaxia Guntenberg-Círculo de Lectores ha publicado “La patria de la electricidad y otros cuentos” en traducción de José Manuel Prieto, dentro de la magnífica colección dirigida por Ricardo San Vicente y Vitali Shentalinski que, con el título de “La tragedia de la cultura”, está rescatando lo mejor (y más perseguido) de la literatura soviética.
Bien y gracias por hablar sobre este autor tan importante como olvidado por estos lares, sólo unas presiciones:
-Platonov nunca fue anticomunista, todo lo contrario, no sólo lucho junto a los bolcheviques, sino que incluso concibió su obra como la justa para el mundo socialista que quería construir, y ese mundo, según consideraba, necesitaba más de criticas que de alabanzas. Lo que si es indudable, es que tanto en su obra como en su vida fue un enemigo del modelo stalinista y dictatorial del socialismo, pero repito, no del socialismo en si, ideología en la cual creía, aunque claro, con su muy particular modo de ver las cosas, ya que aliaba en sus textos el marxismo con la metafísica, en una mezcla inquietante e incómoda para los censores. Querer aplicar a un autor nuestra ideología a fuerzas es lastimar la credibilidad de nuestra crítica,y más aún, basar esta critica en apreciaciones morales y no en apreciaciones estéticas. La obra de Platonov, lo singular que hay en ella, consiste en que no es sólo una critica y sátira feroz contra el llamado "comunismo real", sino que a la vez es su mayor defensa,y esta "parajoda" se da sin contradicción ni mucho menos traición de fondo, pues la obra de Platonov es el reflejo de un pueblo que quiere crecer sobre sus propias contradicciones sin negarlas ni taparlas. De hecho, la lectura de sus obras es muy recomendable para todos aquellos que busquen crear un nuevo mundo, pero aprendiendo de los errores de esa izquierda que tan cercana a la peor derecha resultó. Por ello, creer que su obra es meramente una sátira, por más poderosa que sea, es simplificar su verdad, tanto como los que dicen que su obra era, incluso, realismo socialista-juicio que he leído en otras partes-.Para más información sobre el tema,recomiendo leer el epilogo a "La patria de la electricidad y otros relatos", de Jorge Sémprum-perdonen si esta mal la ortografía, no tengo dicho texto a la mano-y el ensayo "por quien doblan las campanas rajadas", de Joseph Brodski, este si, declarado y sincero anticomunista. Una precisión más, a la lista de libros en español publicados por Platonov, hay que agregar "Dzhan y otros relatos", publicada por Alianza en los 70s u 80s, y recogida despúes por editorial Promexa. Por cierto, acabo de perder mi ejemplar de Chevengur, y ruego a cualquiera que pueda mandarme algún ejemplar de ella, aunque sea en fotocopias o capturado, lo haga, lo agradecería muchisimo, y a cambio estoy dispuesto a ofrecer tanto libros como otros materiales que tengo-tengo el resto de la obra en castellano de Platonov, por ejemplo-, para los interesados, por favor comunicarse a mi correo [email protected] Y gracias de nuevo a Julia por ayudar a difundir la buena literatura, gracias de corazón.
Nicolás López Cruz
Publicado por: Nicolás López Cruz | 29/01/07 en 18:58
Sólo quiero pedir perdón por la gran cantidad de errores ortográficos que hay en la observación que mandé hace unos días, y que ahora reviso con vergüenza. Pretexto mis descuidos en las prisas y en lo caro de los cafes internet.
Nicolás
Publicado por: Nicolás López Cruz | 01/02/07 en 13:21