Françoise Giroud, política francesa que en los setenta ocupó muy altos cargos en los gobiernos de Chirac y de Raymond Barrre, escribió en Le Monde (11 de marzo de 1983) una frase que se ha citado, parafraseado y adulterado muchas veces: “La mujer sólo llegará a ser igual al hombre cuando, en un puesto importante, se nombre a una mujer incompetente.”
Esta frase, ciertamente acertada en aquel momento, no ha resultado sin embargo demasiado profética; veinte años después, se sigue sin alcanzar la tan anhelada igualdad, a pesar de que cada vez hay más mujeres incompetentes en puestos importantes, en particular en los gobiernos y en los partidos políticos.
¿Qué ha pasado para que el nivel de exigencia de la competencia femenina haya bajado tanto”? El hecho, históricamente comprobado, de que los hombres se han permitido el lujo de ser incompetentes en todo momento y ocasión, no sirve para excusar la incompetencia femenina. Contrariamente a lo que piensa Zapatero, no se puede responder a una injusticia con otra.
Las mujeres que en los años setenta luchábamos para que no se nos juzgara por nuestra condición femenina (peinado, maquillaje, trajes bonitos, atractivo físico), que tanto daño suponíamos que podía hacer –y de hecho hacía- a nuestras carreras, sino por nuestros saberes y nuestra valía profesional, asistimos ahora a una inversión de valores y a que se considere un logro que una ministra-objeto exhiba sus encantos en papel couché.
Y es que lo peor ha pasado: la feminidad ha dejado de ser un motivo de incompetencia para convertirse en uno de competencia, exactamente igual a como ocurre con los hombres y más todavía, si cabe. Es irracional, es injusto, es arbitrario y no es así como esperábamos que funcionaran las cosas. Sin embargo es precisamente como funcionan.
Comentarios