Por mucho que le moleste a Zapatero el voto que le ha llevado inesperadamente al poder ha tenido su origen en el miedo. Este malhadado movimiento del alma es muy mal consejero, nunca se le ha conjurado cediendo a él y, en vez de espantarlo, llama al peligro del que pretende huir. Además el miedo, en contra de lo que se suele decir, no es libre, o ha dejado de serlo desde el 14M.
Después del atentado los partidos deciden unánimemente interrumpir la campaña electoral, en señal de duelo. Todos, Ibarretxe el primero, creen lógicamente que ha sido ETA. Muy pronto el gobierno habla de Al-Qaeda. Cierto periódico, conocido desde el 12S por culpabilizar a las víctimas y ensalzar a los verdugos, repite proeza el 12M y afirma que si el autor de la matanza es Al-Qaeda y no ETA, podría pedirse responsabilidades a Aznar.
Ese mismo día, haya sido ETA o Al-Qaeda, el mundo entero viene a llorar con nosotros. No saben que España, puerta de Europa, se dispone a abrirla a los terroristas, cediendo al chantaje.
La izquierda moviliza a todos sus medios, que no son pocos. Tienen prisa. Lo que ocurrió a partir de ese momento es uno de los ejemplos de desinformación y manipulación más descomunales de los últimos tiempos. No importa el pacto de los partidos, no importan los muertos, de cuerpo presente: el fin justifica los medios. Hay que ganar las elecciones.
El 13M, el tam-tam se pone en movimiento para servir en bandeja a la oposición una campaña electoral improvisada, pero bien orquestada; a través de los móviles circulan rumores absurdos. Los teleñecos movildirigidos no son conscientes de la manipulación y durante varias horas, insultan y acosan las sedes del PP, emulando a ciertos episodios del nacionalsocialismo, o sea de los nazis.
Causaron alarma social, rompieron las reglas del juego, pusieron a prueba la democracia. Si la Junta Electoral, que sigue el caso, no toma medidas al respecto, se habrá inaugurado una nueva forma de campaña electoral que no es que dé miedo, es que causa literalmente espanto.
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