Vengo de ver la película "Lutero", de Eric Till, y me ha parecido bastante interesante. La primera parte está hecha para que sintamos ganas de hacernos luteranos, pero se te pasan en la segunda, cuando ya las ideas de Lutero han ganado y los príncipes electores plantan cara al Emperador Carlos V y empiezan las revueltas y las matanzas por asuntos de religión. La película también flojea por la torpe introducción de un erotismo que, ni siendo de baja intensidad, consigue verosimilitud, referido a una persona tan torturada como Lutero. Todos sabemos que se casó con una monja exclaustrada, Catalina de Bora (seguro que no era ni la mitad de sexy que la actriz que la caracteriza) pero también que al matrimonio no se llega tan sólo por la fuerza de la lujuria. La época está, supongo, bien documentada. Algunos han criticado la caracterización negativa -incluso repulsiva- de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana de la época. Pero es que los tiempos eran así, y esa misma Institución lo reconoce y ha pedido disculpas por esos y otros excesos del pasado. En la película hay una escena muy interesante que transcurre en la imprenta donde Lutero publica su traducción al alemán de la Biblia, ese texto con el que arranca la lengua alemana su intensa carrera literaria, y me acordé del artículo que he leído en “Le Figaro” esta misma mañana. Trata de una exposición en la Biblioteca Nacional en París donde se muestran las vicisitudes de la impresión de los textos fundadores de las tres religiones monoteístas. Hay manuscritos, planchas de imprenta, gráficos y todo tipo de papeles y documentos. Como reza la propaganda: tres mil años de historia sagrada a nuestro alcance. Pues bien, ahí verán un hecho muy significativo. Así como la Biblia de Gutenberg sale en 1455, y el Talmud se imprime en 1530-1523, el Corán sólo conoce dos impresiones, y las dos europeas, antes de que a finales del XIX se levante la prohibición de imprimirlo en tierras islámicas. La primera es obra de Abraham Hinckelmann, un pastor orientalista de Hamburgo e iba dirigida a los eruditos europeos. La segunda se hizo bajo la advocación de Catalina II en Rusia, a finales del XVIII. Creo que estas fechas comparadas son muy ilustrativas. Que cada cual saque ahora las conclusiones que le parezca.
Todavía no he visto la película por lo que no puedo opinar sobre ella.
Si puedo y debo estar de acuerdo con el comentario anterior. Al Islam le hace falta, desde hace mucho tiempo, una reforma. Dudo que lo veamos. De igual forma, a la sociedad musulmana le hace falta una ilustración. Cristianismo y Judaismo pasaron por ambas prueba, el islam no, y eso explica muchas cosas. Me temo que tampoco veremos una ilustración musulmana.
Publicado por: alexpalex | 27/12/2005 en 13:19
Sólo hay una conclusión, y es que al Islam le está haciendo falta una Reforma, y sobre todo un Lutero que acerque la palabra de Alá a los creyentes. Y una traducción ad hoc a las lenguas autóctonas de esos textos en árabe que los niños de cabeza rapada de las escuelas aprenden de memoria, no sólo ignorando su significado, sino sabiendo que "no puede cambiarse una tilde de la i", pues orar en el Islam es devolver (repetir devotamente) la palabra que Alá transmitió al profeta sin que falte nada. Esa identidad entre significante y significado, ese duro cemento que impide pensar por uno mismo y alabar al dios que a cada uno se le represente con libertad de palabra, es lo que impide avanzar culturalmente a los países de creencia islámica, desde Indonesia y parte de China, Filipinas y las zonas creyentes del extremo Oriente, hasta las comunidades de Uruguay, Argentina o Perú.
Dicho esto, coincido con Julia en que la película, que empieza muy bien, va adelgazando en calidad e interés, al menos para el espectador que no sea alemán, pues para éste se trata nada menos que de la historia de su propia identidad nacional: sin Lutero y su traducción de la Biblia, Alemania quizás no sería hoy la gran nación que tiene el orgullo legítimo de ser.
La Roma rijosa y corrupta que describe la película no dista mucho de lo que debió de ser en la época. En cuanto al matrimonio de Lutero, pensemos por un momento en que el celibato no ha sido siempre una norma eclesiástica, que los apóstoles y sacerdotes cristianos —acaso hasta San Agustín y sus retortijones contra la "lujuria"— han sido durante siglos honestos padres de familia, y que quizá muy pronto lo vuelvan a ser los católicos para bien de su apostolado.
Publicado por: Miguel Veyrat | 23/12/2005 en 11:10