Ayer estuve en la celebración del día de la Constitución en la Casa de Correos de la Puerta del Sol, sede de la Comunidad de Madrid. Ellos tuvieron la deferencia de invitarme y yo la de asistir. A pesar de que lo han remozado, cuesta trabajo olvidar que ese lugar tuvo en cierto momento el monopolio del grito. En particular si, como yo hice, te equivocas de aseos y bajas a los situados en lo que en su día fueron las mazmorras, destinados al personal de servicio. Las celdas parecían tapiadas con trampantojos, lo que no hacía más que aumentar la sensación de agobio, de claustrofobia. Sentí un escalofrío, lo confieso. Le pregunté a una vigilante jovencísima que debió nacer después de la muerte de Franco, si, efectivamente esas eran las mazmorras y me dijo: “¡mujer, qué dice!” No sabía de qué estaba hablando.
Este desagrado no es un resto de progresía, ni mucho menos, porque hace tiempo, justo desde que descubrí “que ningún gobierno, ninguna institución, tiene el monopolio del grito”, que no tengo empacho en decir ¡Viva España!, si se tercia (pocas veces ocurre pero ayer se terció), Aunque como comenté con un amigo que estaba en el mismo caso, lo que nunca diremos es ¡Arriba España!, porque no habrá monopolio, pero lo que sí hay son ciertos gritos adjudicados de por vida a ciertos gobiernos e instituciones y de hecho, ninguno de las ahora vigentes lo reivindica; por algo será.
Y en esas estaba yo, completamente entregada a la causa de la Constitución, por cuya senda transitábamos, al menos eso espero, todos los que estábamos ahí invitados. Algún infiltrado habría que se sentiría horrorizado ante tanta bandera de España y ante el himno nacional, que tras las sentidas piezas zarzueleras sonó, rematando el acto oficial, en el que Esperanza Aguirre destacó como ave Fénix que renace de sus cenizas, tras el penoso accidente que sufrió junto a Mariano Rajoy y otras cuatro personas. Admiraba ver, en las imágenes que ofrecieron las televisiones, a esa mujer, completamente serena, interesándose más por la salud de los demás que por la suya propia. Si al día siguiente se hubieran celebrado elecciones las habría ganado todas, incluso aquellas a las que no se presentara. Es una buena presidenta de Comunidad, y será una estupenda presidenta del gobierno de la nación, es decir de España, cuando le toque.
Habrán oído que se brindó con cava catalán y es cierto, pero la manera de anunciarlo seguro que molestó más a los partidarios de Carod que si lo hubiera boicoteado: “Ahora, -dijo la presidenta- vamos a brindar con cava catalán que es la manera más española de hacerlo” o algo así (tal vez dijo “que es como brindamos los españoles”, pero tanto da). Es como cuando yo hablo de “mis compatriotas catalanes” allende los Pirineos; algunos se enfadan un montón. Como ese negro de la novela de Insúa que tenía el alma blanca (la novela más ingenuamente racista que conozco, y mira que las hay), muchos catalanes son españoles con el alma francesa, o tal vez corsa.
Pero vuelvo a mis ovejas, todas reunidas en torno a la pastora Esperanza, que recibió la ovación más larga que he oído en toda mi vida, y eso que no se esperaba ningún bis. Me encontré con mucha gente, que no citaré por las posibles represalias (vivimos momentos muy peligrosos, como saben muy bien nuestros compañeros de la COPE) pero no puedo omitir un detalle que me pareció enternecedor y es el de los corralitos. Había dos: uno para algunos minusválidos que iban con sus muletas o sus sillas de rueda y se miraban unos a otros con aire desconcertado. Era un gueto necesario, pues de otro modo, no se hubieran enterado de nada. El segundo estaba formado por las folklóricas y las viejas glorias del cine patrio, ente las que destacaba Sara Montiel. Era enternecedor verlos (a ellas y ellos), sosteniendo el tipo y apuntalando sus ya arruinadas estructuras en cómodas sillas habilitadas al efecto. Eran las únicas en toda la estancia y no hubiera desdeñado, yo, a pesar de faltarme todavía solera, sentarme en alguna de ellas.
Nadie se admirará si les digo que todas las conversaciones estaban centradas en la portentosa suerte de Aguirre, Rajoy y su séquito. Sobrevivir a un accidente de helicóptero es mucha potra, y algunos recordamos el que le costó la vida a Santiago Amón que viajaba por pura casualidad con la Directora General de Tráfico. Fue hace ya muchos años, en la sierra de La Cabrera, localidad madrileña tan abrupta como su nombre, y estuvieron encontrando restos durante mucho tiempo. No nos limitamos a eso, también hablamos del premio Cervantes, concedido a Sergio Pitol, el mexicano, con quien no hace tanto compartí plató en el programa de Sánchez Dragó. Pitol, a quien yo conocía más por sus traducciones que por sus propios textos, se ha convertido en un autor de culto, gracias a su culto por los autores secretos. Su libro, El mago de Viena, está muy bien, pero sólo hay una cosa que me causa cierto estupor: su debilidad por Enrique Vila-Matas. Ya me explicaré en otra ocasión.
Les convido a visitar la pagina web homenaje a Santiago Amon
www.santiagoamon.net
Atentamente
Abel Amon
Publicado por: Abel Amon | 27/03/2006 en 19:32
Es un placer, tanto la compañía como el aprender de UD., lo cual desde que la sigo por LD., no dejo de hacer. Fíjese que desconozco quien es Blanca Andreu, así que una vez conteste este mensaje, haré una búsqueda en la red y luego veré si me hago con algún libro de ella para ver y poder valorar. Vamos para ir afinando mi entender. Con respecto a Padilla, justo estoy empezando su libro "Espiral de A" voy a utilizar su opinión, de una forma matizada para contrapesar la opinión del amigo que me presto el libro. Un saludo.
Publicado por: Luis | 10/12/2005 en 02:34
Gracias por su compañia, y por animarme con sus comentarios. Sobre Ignacio Padilla poco puedo decir , porque sólo leí su premio Primavera y me dejó algo fría.
Lo encontré demasiado "profesional", y es algo que veo frecuentemente en las generaciones jóvenes, más tituladas que realmente vividas (e incluso vívidas).
Leí una entrevista por la que me enteré que sabía un montón de idiomas y eso me gustó, pero no tanto el entererarme de que había creado un grupo literario y que le estuviera gustando mucho "El jinete polaco" de Muñoz Molina. Pero a lo mejor lo decía para salir del paso. Ya sabemos lo que pasa con las entrevistas, yo en una ocasión llegué a decir que me gustaba Blanca Andreu.
Publicado por: julia | 07/12/2005 en 09:28
Yo también creo que Esperanza es una gran alternativa, pero conociendo el percal, me da miedo decirlo, muy alto. Por eso del fuego amigo.
Y ya que estamos hablando de mexicanos, que me puede decir de Ignacio Padilla, autor de novelas como "Espiral de artillería" y "Anphitrion"
Un saludo
Publicado por: Luis | 05/12/2005 en 21:34