Tras un breve descanso de apenas diez minutos, empezó en el Instituto Francés la segunda parte del seminario sobre la enseñanza del Holocausto: La cuestión de la introducción de la enseñanza del Holocausto en España. En la mesa, Reyes Mate, (Consejo Superior Investigaciones Científicas), Fernando Bárcena (Ciencias de la Educación, Madrid), Alex Baer (Profesor de Sociología de la Complutense de Madrid) y Carles Torner, profesor de Sociología de Universidad de Barcelona. Moderaba el padre Patrick Desbois, pero su avión se retrasó y le sustituyó Reyes Mate. Su intervención fue breve, tal vez porque asumió más su improvisada función de moderador que la pactada de participante; se limitó por tanto a mencionar el papel de los historiadores en la labor de recuperación de la memoria y, aprovechando que el Pisuerga todavía pasa por Valladolid, recordó que los españoles tienen mucho tiempo que recupera al respecto. Hay que saber qué pasó –insistió Reyes Mate– para no incurrir en la ignorancia y la confusión de Saramago, quien comparó a los judíos con los nazis, por lo de Jenin (esto sería después muy discutido en el coloquio); hizo un breve repaso sobre la intelectualidad durante el franquismo (Laín Entralgo, Ridruejo, Aranguren), todos ellos eminentemente fascistas aunque luego se reconvirtieran al liberalismo, y recordó que Ortega y Gasset visitó en los 40 Alemania y no dijo ni pío. Curiosamente no mencionó para nada el papel de Julián Marías, tal vez porque no entraba en el esquema. Pasó luego a presentar a los otros miembros de la mesa.
Tomó la palabra Fernando Bárcena, quien aludió a la cultura de la memoria como proyecto educativo, en el que tiene un papel especial el Holocausto, cuya enseñanza ha de ser una enseñanza política, no moralista ni sentimental. Hay que informar con un lenguaje abierto, y elaborar sentido; también hay que distinguir el trabajo de la memoria con el deber de la memoria, que no se puede imponer. Por último, y acerca de esto último, destacó la importancia del testimonio. Su conclusión: le memoria, como proyecto educativo, ha de llevarnos al presente.
Por su parte, Alex Baer, retomó el tema de la memoria para comentar que no hay consenso entre los historiadores sobre su esencia y su función. Insistió en la ignorancia española sobre el tema judío y alertó sobre la influencia negativa de la prensa, que trasmite mensajes hostiles hacia Israel en su mayor parte. Es como si los periodistas estuvieran obsesionados con ese tema, de modo que el 15% de las noticias internacionales lo ocupa Israel y la imagen de este último país, dice Baer, “lógicamente” no puede ser positiva dada la hostilidad reinante.
Carles Torner habló de su encuentro con la película Shoah de Claude Lanzmann, de nueve horas de duración, y del efecto que tal revelación tuvo en su trabajo ulterior. Recordó como se hizo la película y proyectó algunos fotogramas de la misma; también el horario aberrante en que se emitió en TVE (de 2 a 4 de la madrugada) como la labor que está haciendo con ella; una labor didáctica, basándose en la proyección de algunas escenas y en su comentario y debate.
Las conclusiones corrieron a cargo de Richard Prasquier, Presidente del comité francés para Yad Vashem y miembro de la Fondation pour la mémoire de la shoah. Prasquier, de quien ya me he ocupado anteriormente, estuvo inmenso. Recordó los judíos muertos fuera de los campos, conforme los alemanes invadían territorios: Polonia, Ucrania, Lituania, donde hay fosas comunes con más cuerpos enterrados que habitantes vivos. Habló de la Fundación, de cómo se financia con los fondos requisados por Vichy a los judíos y cuyos destinatarios no aparecieron. Recordó los tres grandes procesos que hubo en Francia: Barbie, Touvier, Papon y cómo sólo en 1995 el gobierno francés, en la persona de Jacques Chirac, reconoció la responsabilidad francesa en la matanza; que los supervivientes de los deportados resistentes fueron glorificados mientras que los escasos supervivientes del Holocausto, callaban, ignorados. Y, por último, aprovechó para poner en su sitio a Saramago, de cuya inocencia, proclamada o sugerida por Reyes Maté, él, Richard Prasquier, no creía en absoluto; la comparación que hizo Saramago entre Jenin y Auschwitz era sencillamente imperdonable, como también lo que le habían dicho que pasaba en el Círculo de Bellas Artes con el montaje de Conversación con Primo Levi. Pero lo que más molestó a cierto sector del público, creo haberlo mencionado, fue que declarara que la valla de contención era, desgraciadamente, necesaria, y había evitado un 85% de atentados.
Con esta excelente intervención se pasó al coloquio en el que se pusieron en claro algunos hechos positivos, como la existencia del Seminario permanente sobre el Holocausto, propiciado por la Dirección General de Ordenación Académica de la Comunidad de Madrid, que reúne a un grupo de profesores de Enseñanza Media, con vistas a la futura incorporación del Holocausto a la enseñanza. Una experiencia piloto apoyada también por la Comunidad Judía de Madrid y que, como digo, acaba de iniciar su andadura. Este sería el aspecto más práctico, porque el resto de las intervenciones no hicieron sino abundar en lo dicho por los ponentes y en poner en su sitio, es decir muy bajo en la escala de valores de toda índole, la postura de Saramago y compañeros mártires, ya saben, esos angelitos que se autoproclaman los detentadores de la verdad y el bien, y que durante toda su vida no han hecho sino bendecir y apoyar algunas de las peores causas contra la libertad, con mayúsculas y con minúsculas.
Otrosí: no me gusta hacer publicidad pero voy a hacer una excepción con la película Shoah y los libros de Carles Torner, Shoah. Cavar con la mirada, y de Georges Bensoussan, Historia de la Shoah.
Si la famosa valla de contención ha evitado un 85% de atentados y sus correspondientes muertes, pues no hay más que hablar. Y aunque el porcentaje fuera próximo al guarismo cero...
Publicado por: javier | 30/01/2006 en 17:38