Cuando de pequeña, venía a visitarnos a casa Isabel García Lorca, no la hermana del poeta, sino una prima, casada con el escultor Carretero, aún no sabía yo, ni ella, ni mis padres, víctimas de la represión franquista (dos años de cárcel mi madre, ex Secretaria de las Mujeres Libres de la CNT de Vallecas, y mi padre, militante de las FAI, una persecución que creo haber mencionado y que probablemente hubiera terminado en condena a muerte), que yo había matado a Federico García Lorca. Tampoco lo sospechaba nadie en el colegio, el Liceo Francés de Madrid (han leído bien, Madrid) cuando a finales de los cincuenta, recitábamos sus poemas en clase. Ni más tarde, a finales de los sesenta, cuando en la TVE del yugo y las flechas, Antonio Escohotado, el futuro filósofo experto en drogas, y yo recitábamos poemas de Lorca –ahí tal vez sí que lo fusilé al pobre– con nuestra inexperiencia de principiantes, en el espacio ("La noche se serena") que precedía a la imagen de Franco con la que terminaba la programación. Era en los estudios de Paseo de la Habana y media plantilla de colaboradores pertenecía al PC o era, como poco, antifranquista. También en la Administración había una larga nómina de funcionarios, que juraron los principios fundamentales del Movimiento al tomar posesión de sus puestos, y que al salir del trabajo iban directamente a las reuniones de célula. Ni siquiera cuando recibí, de manos de mi madre, el primer libro de Lorca, “Impresiones y paisajes”, tan raro que sólo tenían ejemplares la familia, y los amigos de la familia, era yo consciente de haber perpetrado tan nefando crimen contra la literatura y la vida. ¡Resulta tremendo descubrir los crímenes horrendos que podemos cometer algunos en la mente perturbada de los otros!
Otrosí, Mao, Castro, los homosexuales y los cadáveres profanados para sembrar el rencor
Qué maravilla fue leer entero a Lorca en aquella edición en dos tomos de Aguilar, antes de la muerte del dictador. Era yo más que joven, pero pude deslumbrarme. Ahora tengo entero y más completo al poeta en cuatro tomos, pero el placer ya no es el mismo, debido a la pestífera utilización que hacen, de él y su obra, los sectarios. Es otra manera de "asesinarlo". Vale.
Publicado por: javier | 04/01/2006 en 11:43
No, tú no mataste a Lorca, querida Julia, yo no maté a Lorca, a Lorca lo matan todos los días —como matan a Jesús quienes pecan, para los cristianos— todos aquellos descendientes de la partida de falangistas granadinos que lo asesinaron "por maricón" en el barranco de Víznar y en supuesta venganza por el supuesto asesinato de Benavente, en los primeros días de la guerra civil. Todos sus descendientes, que son legión y votan, pero que ahora disimulan haciéndose pasar por liberales, sin que nadie les obligue a ello. Nada que ver con quienes juraban por obligación determinadas leyes en un Estado autoritario y después conspiraban contra él. Hoy en España hay libertad para ser lo que se quiera, afortunadamente; lo que es intolerable es esa proliferación de fascistas disfrazados bajo la etiqueta de "liberales", y que ignoran —la condición de fascista suele equivaler a la de ignorante—, que estos últimos fueron los "rojos" pre-marxistas. Pobrecillos, pues no engañan a nadie.
Publicado por: Miguel Veyrat | 04/01/2006 en 11:16