No sólo nuestro Francisco Ayala cumple cien años, también el químico suizo Albert Hofmann, descubridor del ácido lisérgico (más conocido como LSD, un hongo obtenido del cornezuelo de centeno), llegará a centenario este 2006. No sé dónde, he leído algunas cosas sobre experimentos con estas y otras drogas en animales (la personificación de la inocencia) y me viene a la memoria aquello que contaba Henri Michaux en “Miserable milagro” de un experimento realizado por el Dr. Peter Wish, de la Universidad de Berna, con arañas drogadas con benzedrina, atropina, nembutal y marihuana. Las telas que tejían dichas arañas quedaban incompletas y eran idénticas según la droga empleada y la familia a la que pertenecía la araña. Michaux da un dato por demás singular: “las telas de araña a las que daban orina de esquizofrénico también quedaban incompletas” para concluir con una frase que suscribo al cien por ciento: “¿No deberían ser más bien los psiquiatras quienes tendrían que experimentarlo en vez de las arañas?”. Más tarde, Michaux utilizó este asunto de las arañas drogadas en uno de sus textos de Puntos de referencia:
“Hay una araña que todas las mañanas teje en la naturaleza y en donde sea, una tela admirablemente regular. Tras ingerir un extracto de hongo alucinógeno -administrado con malas artes- esta araña empieza una tela cuyas espiras, poco a poco, dejan de ser regulares y se tuercen, y cuanto mayor es la cantidad absorbida, peor: es la telaraña de una loca. Algunas partes se desmoronan, se enredan. Zygiella notata, ese es su nombre, no se detiene hasta conseguir el tamaño habitual pero, como ya es incapaz de seguir su plan, un plan que no se inventó ayer sino hace decenas o centenares de siglos y que pasó intacto de madres a hijas, ella, tan cuidadosa, comete errores, repeticiones, agujeros aquí y allá y sigue adelante. Las últimas espiras son un puro balbuceo, un puro vértigo, como si se hubiera quedado deslumbrada. Obra ruinosa, fracasada, humana. Araña ahora tan cercana a ti. Nadie ha expresado de forma tan certera, tan directa la enmarañada turbación de la droga. Como un hermano, contempla ahora tú sus ruinas de hilo. ¿Pero qué habrá visto Zygiella?”.
Yo dejé de fumar a mis tiernos 13 años, cuando el vicio comenzaba a arraigar de manera seria. Intuí que me aguardaba una vida dura y difícil y no era cuestión de ponerme yo mismo piedras en el engranaje. En cuanto al alcohol, yo prefiero llamarlo vino, cerveza o chupito de whiskey. Un servidor bebe, cree que moderadamente. Procuro no perder el control, pero a veces me sucede, al saber de las correrías del presidente del Gobierno. Tampoco veo televisión, una de las mejores cosas que hago diariamente. Lo recomiendo a todo el mundo. Saludos.
Publicado por: javier | 12/01/2006 en 11:50
No negaré que en mi lejana juventud fumé algún que otro porro, pues hay testigos que podrían sacarme los colores, pero una de las cosas por las que dejé de hacerlo fue precisamente porque perdía el control sobre mí misma, de una manera muy desagradable, que no tiene nada que ver con el alcohol, por cierto -que también es desagradable pero de otro modo, y no sabría decir si peor. Y a propósito del alcohol suscribo plenamente la afirmación del filósofo Santayana de que prefería ser desgraciado a estar borracho. Hay que haber bebido mucho para sostener eso.
Publicado por: julia | 12/01/2006 en 11:08
Contaba Camilo José Cela que, una vez, hizo la prueba de escribir bajo los efectos del alcohol. Al parecer, la escritura fue fluida, pero posteriormente hubo de tirar a la basura el trabajo. Los defensores de la droga, tan cultos, tan preparados muchos de ellos, defienden en realidad una disminución de las facultades reales. Se comprende. ¡Es tan difícil y tan duro estar en uno mismo! Por cierto, pobres arañas...
Publicado por: javier | 12/01/2006 en 09:43