A raíz de las grandes purgas, y sus posibles implicaciones internacionales Stalin dictaminó: “Europa se lo tragará todo”. Esta sentencia (que lo es) define perfectamente la postura del continente que habitamos no precisamente de forma poética, cual sugiriera Hölderlin. Europa se lo tragará todo, y España la primera. Por ejemplo, la bola con la que cenamos anoche, el pretendido “cese el fuego” de ETA, ¿cuántas veces nos la han servido con patatas? Hasta que no nos la sirvan con sus arsenales completos, entregas a la policía de los etarras que siguen en libertad, cumplimiento de las condenas, arrepentimiento público y notorio, etc., no habría ni que considerarla.
Los que hoy saltan de alegría o son ingenuos, o simplemente jóvenes, (es decir, están desinformados sobre el pasado, presente y futuro), o van a lo que van: a halagar los más bajos instintos nacionalsocialistas y a perpetuar la injusticia.
Y a propósito de las víctimas, el sufrimiento y la memoria, me gustaría citar algo que dijo en 1998 la teóloga judía Goodman-Thau a raíz de un coloquio en el que participaban, entre otros, el cardenal Ratzinger (La provocación del discurso sobre Dios, editorial Trotta): “Asumir el sufrimiento ajeno, cimentar la paz, conformar la vida de uno de acuerdo con eso, es un elemento mesiánico, un martyrium. Éste sería mi memorial. Grabar en él los nombres de las víctimas sería obsceno. Porque en cada nombre de víctima va inscrito el de un culpable. Habría que hacer un monumento en el que sólo se grabaran los nombres de los culpables…”
En el caso de los etarras no sería nada difícil: nombre, apellidos, y luego profesión: asesino.
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