Acabo de ver el último episodio de la 7ª temporada del Ala Oeste de la Casa Blanca, mi serie favorita de entre aquellas a las que soy adicta (Mujeres desesperadas, Medium, Betty –la yanqui, por supuesto- y pare usted de contar porque a Urgencias le perdí la pista hace mucho) y he llegado a la conclusión, me imagino que nada original, de que a Obama le inventaron y construyeron estudiando muy de cerca lo que Aaron Sorkin, el guionista de la serie, hace con el candidato demócrata Matt Santos (Jimmy Smits) frente a un inteligente y muy poco republicano Arnold Vinik (Alan Alda). Antes de seguir quiero recordar que esta temporada final de la estupenda serie se hizo unos años antes de que apareciera en el horizonte político americano la gran esperanza negra. Por tanto, presentar a un hispano, totalmente desconocido, como candidato demócrata a la presidencia de los EE.UU. –no diré si lo consigue para no reventar la serie a quien no la haya visto– era ya una osadía impensable en la realidad. Desde luego, nadie podía decir que Sorkin se inspiraba en alguna promesa incipiente, pero recogía la general certidumbre de que dentro de no mucho podría haber un presidente hispano; para que hubiera uno negro parecían faltar muchos años.
Hay grandes concomitancias entre lo que dice Santos en la serie y el discurso habitual de Obama durante toda la campaña: ningún sentido de la realidad, promesas vagas y, eso sí, juventud, entusiasmo y optimismo a raudales. Conforme se avanza en la 7ª temporada, la serie se va haciendo cada vez más progre, en un sentido que nos resulta muy familiar; por ejemplo, uno de los personajes, funcionario de la Casa Blanca, se refiere a lo absurdo de que se prohíba utilizar la palabra Navidad (¿a qué les suena?), asimismo, los grandes proyectos que mueven a los votantes demócratas son comunes a la internacional progre: la lucha contra la religión, el aborto libre y el matrimonio homosexual. ¡Ah! y el cambio climático. Como a Vinik (el candidato republicano de la ficción) lo que le preocupa es bajar los impuestos e incrementar la energía nuclear y además no sólo no es religioso –mientras que Santos es católico– sino que se proclama partidario del aborto controlado, pues lo tiene muy crudo con sus votantes. Y aquí se impone la discreción.
He recomendado en este blog hace tiempo, y vuelvo a recomendarlo ahora, el “visionado” de esta serie, en particular para aquellos que, como yo, saben muy poco de política norteamericana. Sus siete temporadas, que abarcan dos legislaturas demócratas y dos campañas electorales con sus respectivas primarias, equivalen a un par de másteres. No sólo te pone al tanto de los intríngulis del gobierno de los EE.UU sino que te permite conocer, mejor que una becaria de Clinton, el despacho oval, de forma que he podido identificar, incluso en películas antiguas, algunas de las piezas decorativas que lo adornan como una constante; concretamente dos estatuillas ecuestres a cuya caza voy siempre que veo una película en la que sale la Casa Blanca. Puede parecer un detalle frívolo pero hay que reconocer que este tipo de cosas contribuye a hacer aún más creíble una serie y un país, por tantos conceptos admirables.
Otrosí, quisicosillas
¡Tú sí que sabes! Me ha hecho mucha ilusión tu comentario en mi blog. Voy a procurar disciplinarme y hacer las entradas más cortos. Feliz Navidad -- Jaime
Publicado por: Jaime Otero | 20/12/2008 en 13:23