Regresé hace poco de un viaje a Israel, invitada por el Instituto Cervantes de Tel Aviv. Se trataba de un Congreso Internacional sobre la traducción literaria en español, catalán y hebreo: desafíos y logros. La mayoría de los asistentes eran editores, periodistas y profesores de literatura española israelíes, así como traductores españoles del hebreo al castellano y al catalán y viceversa. Mi presencia estaba justificada por mi supuesto conocimiento del hecho traductivo, de la crítica de la traducción en el marco de la crítica literaria, de la situación actual de la literatura en español, de la edición de libros de autores israelíes, etc., etc. También creo –y así lo explicité- que como traductora de autores judíos de expresión francesa (Edmond Jabès y Albert Cohen) podía sentirme muy identificada con la extrañeza que puede producir “lo judío”, en particular lo israelí, entre el público lector en español y en catalán. Pero no quiero hablar aquí de este tema, sino del impacto que me produjeron esos seis días pasados en un país al que deseaba tanto conocer y por el que siento tanta admiración y respeto.
Hablar de un país extranjero tras haber estado en él sólo seis días, y además en una situación de marcado privilegio, como la que disfrutamos todos los huéspedes del I.C es osadía. Voy pues a limitarme a trazar un mosaico de impresiones, que es lo único que puede uno llevarse de vuelta a casa, tras un rápido viaje:
En Jerusalén:
La simpatía del taxista jerosolimitano que no me dejó ni a sol ni a sombra durante mi rápida visita y la espontánea hospitalidad de su familia italo-libanesa.
Las lágrimas de todos los visitantes cuando salíamos del Yad Vashem.
La rubia turista del norte postrada en el Santo Sepulcro, rivalizando en devoción con las monjas que lavaban sus pañuelos en la piedra.
Los nombres de las calles, cargados de heroísmo y tradición.
El sobrecogedor tremolar de los miles de años de historia y sus cicatrices visibles e invisibles.
En Tel Aviv:
El anciano que me saludó espontáneamente cuando pasé frente a su casa, en la calle Frishman, camino de la playa. Lo volví a encontrar tres horas después, a la vuelta. Me estrechó la mano y sentí que podíamos haber hablado durante horas. Me dijo que venía de Alemania.
Ya en la playa, el vigilante de los aseos que sólo hablaba ruso y me gritó al marcharme en un español escasamente reconocible: ¡Real Madrid!
La mujer sefardita de una tienda de la calle Ben Yehuda que llevaba quince años sin hablar ladino pero lo hacía perfectamente y que me dio todo tipo de indicaciones a pesar de que no la compré nada. Debí remitirla al Instituto Cervantes pero yo aún no sabía que había tertulias en ladino. Perdón, Julio
El jovencísimo y avispado camarero del restaurante que nos pidió asesoría a mí y al director del IC, Julio Martínez Mesanza para saber los nombres españoles de los platos. Espero que eso les haya dado un alumno como compensanción a mi descuido anterior.
La pareja que, en el restaurante, me ofreció probar un plato por el que yo preguntaba a la camarera. “Pruebe, no lo hemos tocado todavía", decían.
Aquel joven de la mesa de al lado que me ofreció su servilleta porque se me había caído la mía.
El ortodoxo en bicicleta hablando por el móvil.
La escritora de origen húngaro que de muy niña estuvo en Bergen-Belsen. Llegó a Israel a los tres años de edad, se crió en el seno de una comunidad ultra ortodoxa, se casó y tuvo siete hijos con los que huyó cuando cumplió treinta años. “Ahora, dijo, tengo 19 nietos y no sé si prefiero ser escritora o abuela”.
Esa ciudad que me recuerda a las ciudades levantinas de España, en las que también hay algo oriental, algo desabrochado. Uno se asoma a ella como desde el balcón, se sienta uno en sus plazas como en la terraza, se pasea por sus calles como por el jardín.
En ninguna parte he encontrado, comprimidos en tan poco tiempo, tanto calor, tanta simpatía, tantos deseos de abrirse al otro como el que percibí durante esos pocos días en esa ciudad ultramoderna y supuestamente europea por cuyas calles culebrea oriente. Pero un oriente como "regresado" del corazón de Europa. Pasan esas cosas en las civilizaciones, dramáticos y sinuosos trayectos de ida y vuelta, del peregrinar constante de los pueblos y en particular de ese pueblo errante por excelencia, el pueblo judío
Hay pocos sitios a los que desee tanto volver.
Gracias por compartir tan buena experiencia con tus lectores, has logrado formar un excelente blog, un saludo.
Publicado por: Encuesta elecciones 2011 | 18/02/2011 en 01:10
Queridos amigos:
Acabo de abrir mi quimera -después de tanto tiempo- para volver casi sobre el mismo tema y he visto vuestros cálidos comentarios. Iojanan, Ana María, Gerardo, y el más lacónico pero no por ello menos elocuente de Vicenç, muchas gracias por vuestras palabras.
Un abrazo
Julia
Publicado por: Julia Escobar Moreno | 07/06/2010 en 16:32
Hola, querida Julia. ¡Un saludo desde Buenos Aires! Fue un privilegio el haberte conocido y, además, me gustan tus notas de viajera. Gerardo.
Publicado por: Gerardo | 02/06/2010 en 01:21
Julia, yo, que vivo la realidad israelí día a día desde hace más de 30 años no hubiera sabido reflejar con tanta precisión ese Israel tan real que también existe y que tú has sabido ver en unos pocos días. En estos momentos difíciles esperanza saber que otros también ven la otra cara del país, la hermosa.
Publicado por: Ana M. Bejarano | 01/06/2010 en 17:25
"Algo desabrochado" es muy exacto.
Publicado por: Vicenç | 25/05/2010 en 21:06
Estimada Julia, hacía más de dos meses que no me asomaba a curiosear en esta ventana y hoy, casualmente viendo un blog amigo llamado Safed-Tzfat en el que hay un vínculo a esta bitácora, he pulsado y aquí estoy, con un comentario nuevo: llegar y besar al santo. Yo he visitado desde hace bastantes años Israel, este año he ido tres veces y una cuarta si Dios quiere en julio, decenas en estos años; pues aún así comprendo perfectamente las emociones de esta su primera vez, que comparto como primera, pero que desarrollo en la segunda , tercera, o décima. Me agrada leer como ha convivido con ese país hermoso y complicado y las emociones que se ha traído de él.
Sin duda deberá volver, y cuando lo haga y haciendo patria con el blog de donde llego ahora, visite Safed. Lugar mágico.Me agrada sobremanera que traiga luz en sus ojos, ha conseguido encandilarme. Saludos afectuosos
Publicado por: Iojanan | 21/05/2010 en 13:41