He leído recientemente un curioso libro de Chesterton titulado "Lo que está mal en el mundo". Llegué a esta lectura por indicación bibliográfica encontrada en una novela de Michael Crichton, autor por el que siento predilección desde que leí "Entre caníbales y vikingos". La novela se titula "Next" (la última que publicó el famoso guionista y autor de best-sellers justo antes de morir en 2008) y es una llamada de atención, bueno, una denuncia, sobre los experimentos de los laboratorios farmacéuticos en materia de manipulación genética y otras bestialidades: cruces entre especies, roedores fluorescentes, experimentos con embriones, etc. etc. Como Chesterton no era indiferente a esas cosas y ya avisaba del peligro eugenista, en la amplísima bibliografía sobre el tema con la que termina y completa su novela, Crichton cita el libro al que me refiero en esta entrada. También cita otro libro de Chesterton, que no he localizado todavía y que se titula precisamente asi, Eugenistas.
"Lo que está mal en el mundo" hace hincapié en las lacras de la sociedad británica de la época. A golpe de paradojas, siempre cómicas, en realidad critica más a los aristocraticistas que a los eugenistas, aunque acusa a estos últimos de perseguir el bien de los primeros a costa de los experimentos psicológicos y médicos con la clase obrera. Hay cierta demagogia en los argumentos utilizados por Chesterton, o al menos eso parece ahora, cuando dichos experimentos han colaborado en el establecimiento de una clase social híbrida que conocemos por clase media y que es la que impera en este mundo derrotado en el que vivimos. Arremete también contra los deseos emancipatorios de la mujer: la incorporación de esta última al mundo laboral "es incompatible con la familia libre y acabará destruyéndola"; el voto de la mujer no es democrático, pues la mayoría está en contra, etc., etc. El autor identifica al movimiento feminista con ese afán de destrucción de la sociedad que, según él, caracterizan tanto al tecnócrata como al político: ambos -concluye- piensan que "la familia es algo que pronto deberemos superar gloriosamente".
Chesterton está tan poseído por la soberbia de la excelencia masculina, como único referente de la imagen del mundo, que rechaza -como era normal en la época- cualquier capacidad intelectual sobresaliente en la mujer-ni siquiera la meramente deductiva-; entiende a la fémina como complemento del varón, subordinada a él y hecha para servirle y glorificarle: la mujer debe saber un poco de todo para que su hombre pueda saber mucho de algo; para que el hombre brille la mujer ha de permanecer en una opaca mediocridad, la mujer es incapaz de tener sentimientos nobles, sólo los tiene amorosos, y cosas por el estilo. Y aunque no me agrade ni convenza su parecer al respecto, tengo que reconocer que, a la luz de ciertas realidades -Bibiana Aído, el Ministerio de Igualdad (hoy Secretaría de Estado) y bastantes aberraciones semánticas- Chesterton no andaba descaminado en temerse lo peor de ese incipiente movimiento, hoy en pleno florecimiento: hace poco vi en la televisión a unas tales hablando de que había que ampliar el "concepto estricto de hombre y mujer", lo cual es el colmo de la tecnopolítica y de la estupidez.
Lo mejor, como siempre ocurre con este autor, es su ingenio y esas frases lapidarias y contundentes con las que rubrica sus argumentos. Ahí van unas cuantas, entresacadas de este libro más bien apocalíptico:
"No sólo hemos dejado sin hacer las cosas que deberíamos haber hecho, sino que incluso hemos dejado sin hacer las cosas que queríamos hacer".
"El hombre realmente valiente es el que desafía a tiranías jóvenes como la mañana y frescas como las flores."
"Dios es lo que puede crear algo de la nada. El hombre (puede decirse sin duda) es quien puede crear algo de cualquier cosa."
"Todos los hombres son demócratas cuando son felices."
"El auténtico polemista es por encima de todo un buen oyente."
"El único modo de hablar sobre el mal social es llegar de inmediato al ideal social".
"La primera libertad que reclamo es la libertad de restaurar."
"Los hombres inventan nuevos ideales porque no se atreven a poner en práctica viejos ideales."
"Si una cosa merece ser hecha, merece ser mal hecha."
"Sólo hay dos clases de estructura social concebible: el gobierno personal y el desgobierno personal."
"Un profesor que no es dogmático es simplemente un maestro que no enseña."
"Un deber es una virtud que uno no puede practicar. Y una virtud es generalmente un deber que uno puede practicar con bastante facilidad."
¡Ah! El libro está publicado en El Acantilado y traducido por Mónica Rubio Fernández.
Añadido a posteriori: Chesterton, más allá de la paradoja, brillante recensión de José María Marco para Libertad Digital
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