El año 2010 se cierra en falso y pasa la antorcha de la apocalipsis al que le va a suceder, viejo ya antes de nacer y al que todos auguran nefasto. Desde luego, si exceptúamos el día irrepetible en el que España ganó el mundial y aquel otro en que Mario Vargas Llosa ganó el premio Nobel, no son muchos más los momentos que se han podido señalar este año en el calendario con una piedra blanca, como hacían los antiguos con los días fastos. Empezó realmente mal el mismo día de Reyes con el terremoto de Haití, donde no parecen haber mejorado las cosas, y luego madre natura siguió durante varios meses amargando la existencia en otros lugares: Chile en febrero, Ecuador en agosto, por mencionar los de mayor magnitud porque la tierra no se dio reposo en todo el año. Luego en abril pasó lo de la supuesta pandemia de la gripe A y las autoridades sanitarias españolas dispararon la alarma social de manera que demostró ser infundada, todo ello con mucho gasto y suntuosas ganancias. Hay muchas cosas turbias detrás de todo eso, pero la verdad es que en México lo pasaron muy mal con lo que llamaron al principio gripe porcina.
A esas alturas del año los presagios no podían ser peores y todos teníamos el ánimo encojido. En España, las circunstancias políticas no ayudaban a esponjarlo. En plena legislatura socialista, segunda por añadidura, el país ha ido cayendo en picado por los derroteros que todos preveíamos desde el no menos funesto año de 2004, hasta llegar al fracaso absoluto, no sólo de la economía sino de las estructuras del estado-estado y del estado de las autonomías. Los cambios de gobierno zapateriles se han sucedido con una rapidez que sólo ha servido para demostrar que las mujeres hemos llegado por fin a la igualdad absoluta con el hombre por la vía de la incompetencia.
A escala planetaria, hay que destacar el despertar de la protesta social, protagonizada de forma harto peregrina por niñatos mimados que han cambiado el turismo de calidad por el de cualidad y van de un lado a otro dando saltitos y quemando coches por el mundo mundial para combatir con su fascismo de izquierdas (¡como si el fascismo no fuera de izquierdas!) a un fascismo de derechas inexistente. Al parecer a sus veinte años les preocupa mucho que les jubilen a los 67 de un trabajo que todavía no tienen. Esto sería divertido si no fuera porque está teñido de un rojo y negro tan ancestral como siniestro. Los jóvenes de ahora no nacieron con un pan debajo del brazo, sino con una revolución pendiente, eso sí, lúdica y molona y ni ellos ni sus padres perdonan a sus abuelos lo que se supone que se "divirtieron" en el 68.
En otro orden de cosas, no puedo dejar de rememorar a los que murieron en 2010, porque la historia de un año es un poco una necrológica y un repaso del siglo, pues casi todos han muerto pasados los ochenta años. Como soy más literaria que política (para entendernos más de "ficción" que de "ensayo") mi mortuorio particular está lleno de escritores, filólogos, cineastas y actores:
En enero murieron Fina Calderón (toda una institución en el mundo cultural oficial durante el franquismo), el poeta argentino Tomás Eloy Martínez y J.D.Salinger, el de "El guardián entre el centeno", el autor de culto más vendido. Su libro es excelente pero hay en él algo inquietante que se traduce en el hecho de ser el libro de cabecera de gran número de psicópatas tristemente famosos. En marzo murió Miguel Delibes, y a todo el mundo, en sus declaraciones oficiales se le olvidó decir que era de derechas. Yo soy una entusiasta de la serie "Urgencias" y por eso me consternó enterarme de que David Mils, uno de sus mejores guionistas, murió en abril con sólo 48 años. Si añadimos a esta muerte la del creador de la serie, Michael Crichton, en 2008 no creo que "Urgencias" levante la cabeza. Guillermo Luca de Tena, otra venerable institución, murió a una edad provecta y también José Saramago; en el mundo del espectáculo, desaparecieron el inquietante Denis Hopper y en París, el actor Laurent Terzief, gran amigo de nuestro también llorado Carlos Semprún, y hablando de éste, en agosto murió, también en París, su sobrino Jaime Semprún -hijo de Jorge-. Ya que estamos en Francia, Michel Montignac, con 66, ha dejado huérfanos a todos los que han adelgazado con su método. Otra ausencia ha sido la de Eric Rohmer, el hombre que ha llevado al límite la recreación de la eternidad; con él era un gustazo ver crecer la hierba... Ya que estamos en el mundo del cine, recordemos que también se nos fueron Antonio Ozores, Manuel Aleixandre. Y Blake Edwards, cuyas películas me gustaron mucho de joven y menos en un segundo visionado. Y y Luis García Berlanga, el director de cine que supo sortear la censura franquista como nadie y que tanto perdió en ingenio y elegancia cuando fue totalmente libre y pudo dar rienda suelta a su carca y patética obsesión por el sexo.
Juan Antonio Labordeta y Enrique Morante, a quienes unía su oficio de cantantes, pusieron de luto a toda España. Menos destacada en la prensa fue la muerte de Alfonso Pérez Sánchez, ex director del Museo del Prado al que cesó Jorge Semprún, en su labor de ministro de Cultura, por haber escrito aquella carta contra la guerra del Golfo (la primera, la considerada buena), dura decisión que nos privó del buen hacer de uno de los mejores directores de nuestro principal museo. Carlos Franqui, escritor y disidente cubano y Carlos Edmundo de Ory, poeta, concluirían mi recuento si no fuera porque el lugar principal en mi corazón y en mi vida, y por eso lo menciono al final, lo ocupa el recuerdo de Valentín García Yebra, muerto hace un par de semanas, a los 93 años. Todo lo que debo a ese sabio, a ese hombre bueno, merece una entrada que todavía no he podido escribir. ¡Descansen en paz, ellos y el año 2010 y que el 2011 les coja a ustedes confesados, con el coche nuevo y la hipoteca pagada!
Otrosí, mis crónicas de los años anteriores:
Comentarios