Se celebra hoy en toda la Cristiandad la festividad de San Policarpo, obispo de Esmirna, a cuyos méritos me he referido en tantas ocasiones. A él y a San Jerónimo me encomiendo prácticamente todos los días. Sus respectivos dichos y obras presiden mis actos, el primero por su capacidad de asombrarse e indignarse, virtudes ambas que nunca deberían abandonar ni a críticos ni a escritores, del mismo modo que un médico jamás debería "acostumbrarse" a la muerte de un paciente, y el segundo, en mi calidad de traductora. La devoción a San Jerónimo es casi obligada, pero la devoción a San Policarpo es prestada. Me explico: no he llegado a ella por mis conocimientos de cristianismo primitivo, sino a través de Gustave Flaubert quien se identificaba tanto con él que llegó a convertirle en el patrono del "estupidismo" mundial, ciencia que el francés cultivaba con mimo, e incluso con afectación. También me he referido en esta bitácora a esa pasión flaubertiana y a las celebraciones de San Policarpo que llevaban a cabo amigos y discípulos del escritor en su honor, y que se convertían en una especie de maratón de estupideces pacientemente recogidas por unos y por otros; terminaban con la frase preferida del santo, coreada por todos: "¡Dios mío, Dios mío, en qué época me has hecho vivir!". La época en que Dios hizo vivir a Policarpo, conviene recordarlo, fueron los siglos I y II después de su Encarnación en la tierra, y casi veinte siglos después, y con todo lo que ha caído, sus tribulaciones nos resultan la mar de ingenuas, pero no menos importantes ni, por supuesto, menos santas.
Llevo personalmente un tiempo intentando hacer devotos y el año pasado logré reunir a unos cuántos en un restaurante para celebrar nuestra particular San Policarpo. Este año lo hemos avanzado, por razones de agenda, al 19 pero como soy muy fetichista no renuncio a homenajear hoy al santo en su mismísmo día y lo hago, instituyendo por cuenta propia, y de manera totalmente espontánea, la I Edición de Premios San Policarpo a la ignominia permanente y a la estupidez recalcitrante. Observarán que el palmarés me ha salido muy de "género" pero es que este año las mujeres están que se salen en materia de incompetencia y además, si no nos apoyamos unas a otras, a ver quién lo hace.
Policarpo de oro a Icíar Bollaín por sus malintencionadas tergiversaciones históricas ("También la lluvia, sin adoctrinar, conmueve y hace reflexionar", dice la muy cínica)
Policarpo de plata a Leire Pajín por sus conocimientos de cosmografía planetaria ("Les sugiero que estén atentos al próximo acontecimiento histórico que se producirá en nuestro planeta: la coincidencia en breve de dos presidencias progresistas a ambos lados del Atlántico, la presidencia de Obama en EEUU y Zapatero presidiendo la UE").
Policarpo de bronce a Trinidad Jiménez por su labilidad política ("Nadie me va a vencer en ganas de presentar un proyecto ilusionante", respecto a su candidatura a la Comunidad de Madrid).
Policarpo de baquelita quemada a Ángeles González Sinde por la simpática ley que lleva su nombre ("Para qué necesitamos todos una línea de ADSL de no sé cuántas gigas, para mandar e-mails?", "el canon son sólo unós céntimos y no compensa la piratería")
Policarpo de hojalata abollada a Bibiana Aído por razones obvias ("un feto de tres semanas es un ser vivo pero no un ser humano", "Cualquier joven puede ponerse tetas sin que sus padres lo sepan", etc.)
Policarpo de papel de cocina a Almudena Grandes por su gran conocimiento de la cultura italiana ("Italia es un país ridículo y siniestro").
¡Dios mío, Dios mío, en qué época me has hecho vivir!
Otrosí,
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