No crean que mi silencio de estos últimos días se debe a que haya decidido seguir al pie de la letra la máxima de que de lo que no se puede hablar hay que callar, expuesta de forma harto lacónica por Ludwig Wittgenstein en su famoso Tractatus logico-philosophicus y que parece casi una frase de Baltasar Gracián. Es el exceso de información la que me paraliza, la explosión primaveral de la política la que me anonada, los ruidos de la naturaleza los que me acallan. En suma, que no me recupero de los últimos acontecimientos planetarios que alejan de la órbita socialista al Lider Máximo de Leire Pajín para dar paso a las enanas marrones de Rubalcaba. Una nueva era se avecina para ese singular planeta, una era sin duda, superferolítica, espondilósica y esponjiforme, una era presidida por el ciclo lunar y errático de lo infinitamente pequeño, de lo estrambóticamente superfluo, de lo inane, para entendernos. Al saberlo, los votantes de izquierda, que siempre han querido lo mejor para España, se han animado muchísimo y ese movimiento "simpático" ha hecho que aumente la dramática diferencia que les separaba del PP ante las próximas elecciones.
El razonamiento obedece a lo que Sir James George Frazer definió admirablemente como "magia simpatética", en su insigne obra La rama dorada. Más que razonamiento habría que llamarlo "movimiento peristáltico", que es lo que impulsa al progre común a las urnas. Y no se ofenda nadie por esta imagen algo cruda, aparentemente peyorativa; ellos son los que lo dicen. Siempre recordaré -y algún día hasta el posible que las traduzca- las declaraciones de Fernando Savater al diario francés Le Monde, que dedicaba un amplio reportaje a las elecciones españolas de 2000: "Aznar no está mal y no hay necesidad urgente de cambiar de gobierno", declaró el filósofo, para apostillar de inmediato que, sin embargo, él y la mayor parte de su generación no puede votar a la derecha por pura visceralidad. ¡Cómo le comprendo! Sobre todo ahora que acabo de (re)leer la Iliada y he podido comprobar lo importante que son las visceras. Importan los augures, sin duda, pero aún más que no se racanee a la hora del sacrificio y que la res que nos va a dar la clave de nuestro futuro goce de buena salud.
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