Sí, Claude, ya sé que en todos los países pasa lo mismo; que los poderosos se benefician sexualmente a los débiles y que una manera de control psicológico es el control sexual. El mal corteja al bien, ya lo sabemos, se llama corrupción. Sólo que… en algunos países hay maneras más tajantes de combatirlo, véase Estados Unidos y en otros hacerlo se considera una intrusión en la vida privada. Curiosamente, se piensa que esta última postura es más, ¿cómo diría yo?, civilizada. ¿Y qué país es más civilizado que Francia? Ergo…
Por eso me hace gracia que ahora, que ha saltado a la palestra la vieja historia de una joven que dice haber sido víctima de abusos en el pasado por parte del famoso DSK, todos los progres os pongáis de uñas contra ella y digáis cosas tan reaccionarias como que es sospechoso que se le haya ocurrido hacerlo ocho años después de los hechos. ¡Y lo dices tú que me contaste la historia de una prima que cuando cumplió cincuenta años te confesó entre lágrimas que su padre había abusado de ella cuando era adolescente! Claro, lo más natural es con 14 años salgas corriendo a contar a tus amiguitas lo que te está pasando! O a tu mamá, por ejemplo.
Y eso lo decís los entusiastas de la memoria histórica (selectiva). En tocante a ese engendro que llamáis igualdad de género, lo único que os importa es el maltrato y el asesinato de mujeres, mucho más resultón que los abusos sexuales en la familia, en el trabajo o en la política, y mucho más sencillo de castigar, ya que no de reprimir, entre otras cosas porque basta con aplicar las generales de la ley, con la variante de agravio comparativo cuando es una mujer la que pega o maltrata a un hombre, por ejemplo, que “haberlas, haylas”.
Pero todo esto es de primero de psicología, o al menos eso me parece a mí y me llama la atención, Claude, que la figura de DSK te parezca plausible (en el sentido de aplaudible). Pienso de nuevo en que el hecho de que seas francesa influye mucho en tu consideración de este asunto y me viene a la memoria aquella vez que te conté la historia de un perturbado que acosaba a una vecina mía sesentona de tal manera que tuvo que cambiarse de casa: “¡Debería sentirse halagada! ¡Qué la sigan acosando a su edad!”. ¡Ay Claude!, ¡Ay, Francia!, ¡Cuánto te quiero, pero cuánto me irritas!
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Publicado por: express | 14/01/2014 en 01:36