Recién inaugurado el gobierno que con tanto sigilo formó Rajoy, todos se muerden ahora las uñas por saber quiénes van a ser los Secretarios de Estado. En el negociado en el que me muevo -el de la cultura- es enternecedor oír los anhelos de los más progres, y son mayoría, tanto de derechas como de izquierdas. Según ellos, José Ignacio Wert se equivocaría si no nombrara Secretaria de Estado de Cultura a Alicia Moreno; quién mejor que ella para repartir un trigo que no hay. También censuran agriamente que se le de al deporte el mismo rango que a la cultura, como si esas cosas funcionaran sólo por analogías.
No sé lo que Wert piensa hacer con Cultura -parece más abocado a Educación- pero creo saber lo que opina Rajoy sobre la política y la cultura. Aunque no se haya pronunciado recientemente al respecto, será probablemente lo mismo que opinaba durante la campaña electoral del 2004, cuando también iba de vencedor indiscutible hasta que la tragedia del 11M, acumuló muerte, miedo y dolor, provocando el ascenso al poder de Zapatero, que era lo que sin duda buscaban los terroristas, como tantas veces se ha dicho y como sin duda acabará sabiéndose. A ver qué hace Gallardón con esta y otras investigaciones en curso y a ver si le ayuda la oposición en eso.
En aquella ocasion publiqué en la extinta Gaceta de los Negocios (20/02/2004) un artículo que titulé "El mal necesario" y que reproduzco a continuación:
"El otro día al presentar su política cultural, Rajoy dijo dos cosas que me parecen bastante interesantes. La primera es que política y cultura son términos opuestos y la segunda que para la cultura, el Estado es un mal necesario. Es curioso que ambas afirmaciones las hiciera, por así decirlo, fuera del discruso. Tal vez por eso han dado poco que hablar. .
Por supuesto, ninguna de las dos es una boutade sino que, con ellas, resumía lo que había estado exponiendo durante treinta minutos. Con la primera se refería al dirigismo cultural de los regímenes totalitarios. No los calificó exactamente así, pero para mí quedó claro. Una política de privilegios y, por tanto, de exclusiones, con las que ni se hace cultura, ni se hace nada.
Durante el franquismo la cultura estaba dirigida, en parte, por el Estado y eso creo hábitos y mañas que se prolongaron durante mucho tiempo en democracia. La política de subvenciones directas que hemos conocido durante tantos años, muy del gusto de la izquierda, tal vez no paraliza las mentes pero desde luego paraliza a la sociedad civil, que es la que debe tomar cartas en este asunto.
Al estado le toca regular, crear el marco jurídico e institucional al que hay que plegarse y de ahí que sea un mal necesario. Una política cultural eficaz no puede ser una política ambiciosa y a quienes hay que promocionar no es a los individuos, escritores y creadores, sino a las industrias que generan sus actividades.
Al explicar este extremo, es curioso que Rajoy pusiera el ejemplo de la industria editorial. Al Estado, dijo, no le toca editar libros (lo hacen, por cierto, muchos gobiernos autonómicos) sino fomentar la lectura, incrementar la red de bibliotecas públicas y “establecer el marco propicio para que la industria editorial se desenvuelva con vigor”.
Está por ver si dicha industria es capaz de crear por sí sola, y sin dineros del Estado, una colección de obras completas y de clásicos españoles y universales como las que existen en el resto de los países civilizados."
Pero todo esto lo dijo en la campaña del 2004, cuando todavía no habían aparecido las redes sociales... ni los chipirifláuticos.
Otrosí, http://revista.libertaddigital.com/politica-cultural-1276215617.html
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