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14/10/2014

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Teresa Cabarrush

El silencio de la naturaleza no es SILENCIO, todo te susurra al oído cuando paseamos al aire libre, las flores, las piedras, la rama del árbol que te roza en la cara, la propia Naturaleza tiene una enseñanza grandiosa, lástima dejar que nos hayamos desconectado de ese aprendizaje. La ciudad tiene su importancia, es el progreso...lo que ocurre es que si hubo un éxodo del campo a la ciudad, en la actualidad hay personas que han hecho lo contrario volverse a esos pueblos tan perdidos dónde casi ni hay niños, me recuerda la obra de D. Miguel Delibes " El Disputado Voto del Señor Cayo".


El Gran Silencio, esas horas del empiezo del amanecer donde nadie discurre por la ciudad todavía y dónde alguien puede pasear a solas, donde las calles pueden pertenecer a ti sólo, podría ser un privilegio o ¿no?.

Hay muchos tipos de silencios, el deseado por uno mismo paseando por el bosque es precioso, pero otros silencios dan grima, ese agua en calma...sin moverse en nada...te genera dudas, preferible es el agua en movimiento, ni calma ni revuelta...pero que se visualice algo...

Mahler era un apasionado del Bosque, le proporcionaba toda la inspiración. Esto es un párrafo de un libro precioso sobre el músico de Bruno Walters: " Pero, sin embargo, estaba demasiado cerca de la naturaleza como para poder sentirse a gusto en el seno de lo que se acostumbra llamar el " mundo", cuyas convenciones, conversaciones y formalismos le disgustaban; reaccionaba de forma instintiva hacia todo lo que era auténtico, verdadero, espiritual."

" ¡ Qué siniestras tinieblas se esconden bajo la existencia!"

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