30 de marzo 1994.- Riaza El tiempo empeoró definitivamente, pero eso casi es mejor. Es un poco agobiante sentir ya el calor tan temprano, a mí personalmente me deprime incluso en el campo e incluso a destiempo, factores estos dos que edulcoran los rigores del llamado buen tiempo. Fuimos de excursión a Cuéllar, ciudad importantísima de la provincia de Segovia, emporio del arte, literalmente trufada de iglesias, conventos, casas solariegas, escudos, arcos, puertas. Predominaba el mudéjar sobre el románico y eso no me acaba de gustar demasiado, pero aun así, era realmente increíble tal acumulación de vestigios históricos pero lo que ha hecho realmente interesante la visita no es tanto estar en el lugar de los hechos como comprobar la incuria civil, religiosa, cultural de nuestro país, uno de los pocos que se asfixia y se castiga a sí mismo con cruel regodeo. El castillo, pieza que se me había olvidado mencionar y joya de la corona de la villa, domina el conjunto y es precioso. Perteneció a Don Beltrán de la Cueva, padre de la Beltraneja y a los duques de Alburquerque como muchos de los edificios principales de la ciudad, aunque ahora sean centros de karate y otras barbaridades y estén prácticamente en ruinas. Éste se ha convertido en una especie de centro de formación profesional, posiblemente desde los tiempos de Franco, quizás fuera uno de esos castillos en los que se hacía esa especie de mili femenina y doméstica que fue aquel servicio social de la sección femenina falangista.
A la tarde visita a Luz García-Tapia, cada vez más parecida a Margaret Rutherford- y luego a su prima, Pilar Altamira García Tapia, que me quería contar su proyecto cultural. Pilar es un producto de eso que Enrique de Rivas (sobrino de Azaña e hijo de Rivas Cheriff) llama “incesto cultural”, pues sus abuelos son respectivamente Rafael Altamira y el afamado otorrinonaringólogo Antonio García-Tapia. Pertenece a esas sagas familiares que componen microcosmos donde se repiten los esquemas de las grandes y complejas naciones. Rubio, el arquitecto modernista y padre de Carmen Rubio, trabajaba para Antonio Tapia en Riaza, donde en los años veinte le construyó una colonia entera, y éste agradecido le regaló una pequeña parte de la misma en la que ahora estamos; ahi, levantó dos casas, una para él y su hija Carmen, que cuando enviudó -y fue pronto- se marchó a vivir nuevamente a la casa paterna de la Gran Vía, junto a la iglesia de San José y frente al Círculo de Bellas Artes, casa típicamente "rubia", donde se puede rastrear perfectamente lo que le llevó a construir, siempre en Riaza, la casa madre de los Tapia, llamada la "Casa grande", hoy convertida en un edificio de apartamentos de lujo, aunque conserve más o menos intacta la fachada y las características principales. La otra casa era para su hija Ángeles, casada con el doctor Franco Manera, franquista a modo, permítaseme el chiste malo y fácil. El Dr. Franco era, a su vez, hermano de Dolores Franco, casada con Julián Marías y una de las primeras intelectualas de la postguerra española, madre del novelista Javier Marías. Ángeles Rubio de Franco es la madre del malogrado y estrafalario cineasta Ricardo Franco, así como de la actual dueña de la casa que tenemos alquilada desde hace ya unos años y desde donde escribo estas líneas. Será la última vez que tengamos que alquilar porque el que viene tendremos ya nuestra casa en un rincón del parque de esa misma colonia que compramos a otra de las Tapias hace ya casi cinco años.
21 de abril 1994. Madrid.- Días y días sin anotar nada en estos cuadernos. Sencillamente porque anoto demasiadas cosas en los otros cuadernos de mi vida, justamente al revés de lo que me ocurría antes. A veces me pregunto si no será por culpa de estos cuadernos otrora redentores, de la exclusiva dedicación a ellos, por lo que he retrasado tanto mis otras actividades literarias. Eso y lo poco a gusto que he estado (y que estoy) en la vida, que me hace actuar de una forma poco natural muchas veces. La vorágine de la vida "real", esa Doña Realidad a la que tanto y tan a gusto se refiere Galdós, enseña su feo moño y a mí no me apetece tirarle de las horquillas. Lo que voy a decir es totalmente ridículo y archisabido: el tiempo pasa cruelmente deprisa. La vida es terriblemente complicada y no hay nada que hacer para impedirlo que no sea mortal. Todo lo que yo pudiera hacer ahora para interrumpir o modificar el curso de mi complicación sólo puede ir en contra de mis intereses vitales, pero hay que persistir y... firmar. Mejor dicho, afirmarse.
23 de octubre de 1994.- Tito Jaime ha vuelto ya de China con gripe. Estuvimos JP y yo visitándole el mismo día en que fui a recoger el ejemplar de Jules Verne cuya traducción -con derechos de autor- he conseguido lo que es toda una hazaña tratándose de la editorial Planeta, ya se encargarán de no pagármelos nunca. Al principio yo creí que este Verne era un falso pero no es así, hay demasiados detalles de grandísima importancia que un falsario habría incorporado inconscientemente: por ejemplo el papel de la mujer en la sociedad. Al ver este retrato del siglo XX pintado por un visionario del siglo XIX donde falta por completo la mujer se da uno cuenta hasta qué punto la gran revolución ha sido precisamente ésa: la incorporación de la mujer a la vida pública y la integración del hombre a la vida doméstica. Encontré a Tito Jaime, caprichoso, como siempre, algo cansado de mí, cansado como lo puede estar un niño de un juguete o de un adulto misterioso que al principio intriga pero que luego, al conocerle mejor, deja de interesarnos. En ese sentido tengo que tener cuidado de que nada explote al menos hasta que terminemos el libro. Me dice que viene Einaudi a Madrid, donde le van a hacer un homenaje en el Instituto Italiano de Cultura. Les ofrezco a los de Diario 16 aprovechar la entrevista que voy a hacerle de trabajo para publicar algo y después de mucho pensárselo y de decir primero que sí, acaban por rechazarlo. Me llama Manuel Borrás para decirme que El correo de Andalucía motu proprio, quiere dedicarme una página entera en su suplemento cultural y les pedía autorización para reproducir unos poemas. ¡Avanti!
11 de noviembre 1994. A viernes. En casa de Madrid, sola. Es una prueba, una evidencia de primer orden el hecho de que conforme aumenta mi actividad externa disminuyen mis expansiones internas (Monsieur de la Palisse!) y por lo tanto, las páginas que escribo en estos mis cuadernos, antaño frecuentados hasta la obsesión. Ahora, los simultaneo con la agenda diaria, donde se me escapa más de un pensamiento propio, de un comentario, de un adjetivo que, en legítima estimación, correspondería a este ámbito, pero la multiplicidad de mis empeños es tal, que solo una mente esquizoide como la mía puede tolerarlos sin enloquecer (del todo). ¿Qué he prometido en mi dietario? No lo sé, pero ahora he de abrirlo para cumplir con mi palabra. Aunque, bien mirado, cumplirla ante quién? ¿Para quién? Para mi gran EGO del futuro, mi proyección, mi sombra, mi LECTOR -yo misma- Es tal mi megalomanía que ya escribo con mayúsculas. Pero cederé, cederé a ella, como cedí en tiempos a la melancolía, como cedí en tiempos a tantas cosas que eran infinitamente peores para mí que estos devaneos del pensamiento y de la creatividad. Efectivamente, he consultado mi "dietario" -así de pomposamente lo llamo en mis "archivos" del Mac- y veo que no he referido nada del acto de Einaudi. Pero en realidad poco hay que añadir a lo que consignado en esos dietarios: la lista de asistentes, completa "pour mémoire" y poco más. Que todo fue espectacularmente grotesco, todos, incluida yo fuimos grotescos, cortesanos, mundanos, necios, apresurados, presurosos, sudorosos, ávidos de ser notados, de ser hablados, de ser señalados. Después llamada de Borrás: quedamos en encontrarnos en la Residencia de Estudiantes para escuchar a Ramón Gaya leer unos poemas que seguro que serán dignos y hermosos.
Los tesoros arquitectónicos deberían restaurarse y dar uso a las Actividades de la Enseñanza y Cultura, tanto dinero esparcido en gilipolleces actualmente para el ego de los gestores que han demostrado la total ignorancia de la Vida, son las piedras de antaño las que señalan y hablan, y no son mudas, claro que no...desconcertadas se han quedado de las ridiculeces hechas por los habitantes actuales, y dar la enhorabuena a los arquitectos y demás personas que siempre han defendido el pensamiento de toda una sociedad a través de la arquitectura.
Me encanta Julia, tus preguntas directas hacia tí misma: " Aunque, bien mirado, cumplirla ante quién? ¿Para quién?".
Me encanta Julio Verne, pues sí que era un Señor demasiado inteligente,tenía una mente avanzada es verdad, y al final te demuestra aprendizajes sencillos de la vida, porque el misterio está al final en los valores de toda la vida, en los normales, ¡ es curioso este Señor con diez años se escapó en un barco para alejarse de un padre severo!, si que era avanzado el chico, aunque la vida de los niños de aquellos entonces era dificil y se hacían adultos antes de la cuenta.
Publicado por: Teresa Cabarrush | 11/11/2014 en 19:56