22 de junio 1993.- Ayer ETA puso dos bombas en Madrid. La primera no muy lejos de nuestra casa, a las 8 y cuarto de la mañana. Pudimos oir la explosión y no nos cupo la menor duda de lo que había sido. Efectivamente, en la radio dieron la noticia a los cinco minutos. Fue en la plaza de López de Hoyos, en plena bifurcación de Princípe de Vergara, Joaquín Costa, los puentes, etc. Hora punta, niños esperando los autocares escolares, atasco de tráfico.... Se cayó la barandilla del puente elevado. siete muertos y treinta y cinco heridos, de ellos cuatro siguen hoy muy graves. Los muertos eran seis militares que viajaban en una furgoneta y el conductor, un civil. Los heridos, niños que esperaban sus autocares algunos de los cuales todavía siguen gravísimos. Una de las niñas, de ocho años ha perdido un ojo y no se sabe si habrá que amputarle una pierna. La segunda bomba estalló a unos 500 metros de la primera, en la calle Serrano a la altura del número 87 (no muy lejos de la Embajada de los Estados Unidos), sólo hubo heridos leves y una gran confusión. Se trataba del mismo coche que habían utilizado los terroristas y que dinamitaron para eliminar pistas. El clima es de indignación, pánico, desesperación y terror, porque nos ha pillado totalmente desprevenidos. Se suponía que el último golpe dado a la cúpula de ETA les había dejado fuera de combate durante algún tiempo, pero es evidente que no ha sido así. En este momento post-electoral, con los pactos aún no realizados (tendrán que hacerlo para el 29 de este mes) éste ha sido un golpe bajo.
Por lo demás, y ya en otro registro más amable, a punto de que llegue el Jueves 24, día en que se reúne en Asamblea General de socios los Amigos de Galdós. En cuanto a mí, tragándome (literalmente) los 114 proyectos de Poesía y 74 de Traducción presentados a las Ayudas a la creación literaria en cuyo Jurado estoy este año; nos reunimos el día 2 de julio y no voy ni por la mitad. Se lo comenté a un compañero de jurado quien se moría de risa porque los estuviera leyendo de cabo a rabo y me tachó de puritana calvinista; no dejó de hacerme gracia que el anarquismo en el que he sido educada en mi infancia y adolescencia pudiera llevarme a esa opción tan poco grata para mi ingrato país. En fin, algo hay que escoger. No es ésta mi única ocupación, ni mucho menos: prosigo mis investigaciones para mi libro, atiendo mis deberes como Secretaria General de APETI y también ha causado grandes risas de católico (por universal) desprecio el que dedique todas las mañanas de los jueves a estar en la sede de cuerpo presente. Mantengo además una vigilancia constante sobre la marcha de la edición de mi Informe sobre la traducción para el Instituto Cervantes. Hay algo nocivo en esto de apuntar estas cosas, pero supongo que será para recordarlo en el futuro….
30 de junio 1993 Hoy casi todo el día con un amigo que conocí en Ginebra hace un potorrón de años, allá por 1975. Daniel era un argentino exiliado en Suiza y trabajaba para la Conferencia Episcopal, yo estaba de eventual en la ONU. No intimamos demasiado pero recuerdo que tenía frecuentes discusiones con él y sobre todo con su mujer sobre los montoneros, a los que evidentemente apoyaban. Nunca había venido a Madrid y me pareció interesante llevarle al Retiro. He querido enseñarle “nuestro mejor jardín”, aunque parecía inmune a sus bellezas, antes de irnos al Ateneo y después a comer a Lhardy. Al menos atendió un poco cuando le enseñé los conjuntos escultóricos salpicados aquí y allá. El grupo de Campoamor es uno de mis preferidos. Está el excelso poeta, en plena madurez declinante, sentado, con su bastón. Las patillas le cubren la prodigiosa papada, cual corresponde a su excelencia y a su gota. ¡Qué diferencia con el Campoamor del retrato de Madrazo que hay en la Biblioteca Nacional donde, aún joven, el color asoma en sus ojos! Pero la piedra es eso, lapidaria, petrifica el gesto, servidumbres de la materia. Alrededor, tres mujeres de edades muy diferentes le rinden pleitesía. Como es natural Daniel deduce que son la madre, la esposa y la hija. Se equivoca, tanto él como todos los que están mirando la escultura y que atienden a mi explicación con más interés que mi invitado. El artista ha pretendido hacer una alegoría. Esas tres mujeres serían Rosa, Rosaura y Rosalía, madre, hija y nieta, tres encarnaciones de la mujer ideal, en sus tres edades: vejez, madurez y juventud, celebradas por el poeta en sus obras: el eterno femenino (Las hijas de las madres que amé tanto/me miran ya como se mira a un santo). En efecto, el eterno femenino el eterno masculino y su satiriasis senil. Terminamos, como era obligado, ante la estatua de don Benito Pérez Galdós, obra de Victorio Macho, situada a espaldas de la Rosaleda, muy cerca de la plaza del Ángel Caído. Le expliqué todo: que a la inauguración, el 19 de enero de 1919 asistió el propio Galdós, con 76 años (un año antes de morir), ya ciego y que tocó la piedra para reconocer sus facciones. Daniel apenas atendía, me imagino que, como buen argentino comprometido, la literatura española le resulta totalmente ajena (pienso que la argentina también pues se jacta de no leer más que en inglés y en francés); sólo hablaba de política e historia. Yo le he escuchaba educadamente pero sin pronunciarme Supongo que tiene razón en cuanto dice pero los antecedentes no son siempre las causas que explican el presente; hay factores que alteran notablemente la lógica del proceso y convierten una catástrofe segura en un nuevo estado de cosas. Hay ejemplos sobrados en esos mismos antecedentes: las llamamos revoluciones, crisis, invasiones, guerras... pero no quiero contaminarme.
Escribo esto a altas horas de la madrugada -por lo tanto, según el calendario- el 1 de julio pero no quiero fecharlo así porque mañana si Dios quiere (que querrá) voy a estrenar nuevo cuaderno; uno de esos míos de 100 páginas, cuadriculados, de hule negro. Cada vez me cuesta más trabajo encontrarlos. Será el vigésimo segundo, con lo cual ya andaré por las cuatro mil páginas escritas que supondrán aproximadamente unos dos mil folios a máquina - más o menos. Esto de que los cuadernos que utilizo tengan que ser de hule es una especie de “gorro de escribir”, de manía para enmascarar un ansia pueril de disciplina, de coacción exterior a la propia escritura. Peor sería no poder escribir más que en un solo lugar y a algunos les ocurre eso. Sea como fuere, y en mi caso, estos cuadernos suplen al confidente, al confesor o al psicoanalista. Es ya un deber y una necesidad para mí explayarme en ellos. Verter lo que me sobra en la conciencia. Amén de resumir y reflejar en ellos parte de lo que realmente ocurre, dentro y fuera de mí, con valor o sin él, con o sin trascendencia. Es un poco tarde para volverse atrás en el vicio este de escribir la vida.
1 de julio 1993. vuelvo sola al Retiro para resarcirme. Es temprano, y los jardineros empiezan a tejer la trama del día que se anuncia caluroso. Hacen café en sus chozas y el aroma se expande libremente, contribuyendo a aumentar la impresión de paz y civilización que despide la naturaleza domesticada. Hay una escoba grande, negra, apoyada en el árbol que los más viejos oyeron ya llamar a los más viejos, el pino del ahorcado, según me contó uno de los jardineros. Es un ejemplar grande, el más grande de todos, de un pino del Norte. ¿Dónde colgaría la cuerda el desdichado, mirando al canal del Palacio de cristal que refleja en sus aguas la luz irisada de toda esa vidriera acerada? ¿Quién fue? Que era un desgraciado, eso es seguro. Al parecer lo hizo en ese fin de siglo que queremos romántico para terminar una vida que no podía ya aguantar. Me lo imagino tísico, o con la mujer enferma, el niño muerto, la casa desolada, con ratas repelentes hozando en su desdicha. Tal vez fuera un escritor fracasado, un bohemio, un desaforado, tipo Pedro Luis de Gálvez, del que hablaba Cansinos Asséns al que fusilaron después de la guerra, durante la cual se había convertido en un activo miliciano. Contaba Ramón Gómez de la Serna que fue al verle desde por la calle de Alcalá, con maúser cuando decidió marcharse inmediatamente a América… Tendría que comprobar si no se trata de una leyenda urbana, pues nunca había oído hablar de esa historia del pino, claro que nunca había hablado antes con ningún jardinero del Retiro.
Estimados comentaristas:
Cuando inicié este blog no sólo decidí dejar abiertos siempre los comentarios, también opté por no censurarlos, tampoco leerlos antes para no caer en la tentación de discriminarlos. Que cada palo aguante su vela y yo la primera. Aquí tienen un lugar donde explayarse, discutir e incluso enfadarse, para ayudarles les recuerdo el credo cívico de Eugenio d'Ors:
"Contra naturaleza, cultura; contra la vida cósmica, el canon de la vida humana; contra el romanticismo, el clasicismo; contra el ruralismo, la ciudad; contra la calle, la universidad; contra el pluralismo, la civilidad; contra la sinceridad, la urbanidad; contra la espontaneidad, el tono; contra el libertinaje, el soneto; contra el fanatismo, la ironía; contra el capricho, la norma; contra el exabrupto, la gramática; contra el verismo, la arbitrariedad; contra el trabuco, la sonrisa; y contradictorio Víctor Hugo, La Fontaine."
Pues eso
Julia Escobar
Publicado por: Julia Escobar | 27/11/2014 en 21:52
Confirmado. Eres completamente idiota.
Publicado por: LOMANA | 27/11/2014 en 18:32
¡ He entendido a la perfección!.
Publicado por: Teresa Cabarrush | 27/11/2014 en 13:41
Señor o Señora Lomana, en vez de desacreditar a alguien es más beneficioso que Usted aporte al blog este tan digno e interesante. En concreto yo no me molesto por lo que para mí no tiene interés, algún interés habrá encontrado en mis opiniones cuando le ha molestado mis comentarios. No contestaré a nada más. Saludos.
Publicado por: Teresa Cabarrush | 27/11/2014 en 13:28
Lo mejor para este blog es que elimine a este troll parásito insoportable
Publicado por: LOMANA | 26/11/2014 en 18:39
¡Que cosa más inexplicable y grande tiene que pasarle a una persona por la mente para el suicidio!, me encantan los psiquiatras humanistas, tan respetuosos en sus explicaciones magistrales, siempre se ponen en la piel de las personas, sin tantos tecnicismos hablando de sus experiencias profesionales, y en la actualidad la tontería esa de tanto Coarching, ¡ vamos que en un minuto con un cursillito vamos a transformarnos de personalidad!, como si la vida fuera fácil.
Distinto es la importancia de la Educación Emocional a la que tanto Elsa Punset dedica tiempo, eso si es verdaderamente importante y serio.
Publicado por: Teresa Cabarrush | 24/11/2014 en 12:47
Siempre viene bien recordar cosas para que no se nos olvide, pero un recordatorio sano, no que se imponga, así es como la mente capta la verdadera esencia.¡ La memoria es muy corta y la inteligencia también!
Publicado por: Teresa Cabarrush | 24/11/2014 en 12:41