El mes de diciembre del pasado año, murió en Madrid la doctora Martha Frayde, un referente en la lucha por los derechos humanos en Cuba, y pasado este tiempo no se ha realizado, que yo sepa, el merecido homenaje a su memoria. Nunca será tarde ni suficiente lo que se pueda hacer al respecto.
Reproduzco a continuación la entrada que publiqué en su momento en La Quimera, con el enlace correspondiente para que se pueda acceder a los comentarios que se hicieron a la misma.
Martha Frayde, cubana, una luchadora por la libertad
La aparición de la doctora Martha Frayde en Madrid en 1979 supuso un punto de inflexión en el estatus del exilio cubano en España, muy lejos, todavía hoy, de ser acogido con la consideración y el respeto que se merecen. Recordemos los términos despectivos con los que parte de la sociedad española se dirigía a los cubanos huidos del castrismo, a los que llamaban “gusanos”, sin que a nadie se le haya caído jamás la cara de vergüenza ni se haya pedido nunca perdón por eso. Si el reconocimiento de ese colectivo como víctimas del totalitarismo sigue siendo muy problemático, en aquel momento era nulo. El trabajo que se le presentaba a esa luchadora nata no era precisamente pequeño y lo encaró con una finura y una inteligencia absolutas: no se perdió en discusiones farragosas, ni en reclamaciones que no por justas resultaban más procedentes, sino que actuó con suma prudencia en esa aproximación al problema, sabedora de que todo estaba por hacer.
Desde su liderazgo natural, Martha Frayde ha contribuido de manera muy especial a que la opinión pública española fuera cambiando lentamente, pero que muy lentamente aún hoy en día, cuando se sabe prácticamente todo sobre Cuba. Gracias a ella, la causa de la libertad cubana ha ganado algunos adeptos en España, aunque todavía sean demasiado pocos si se compara con el resto del mundo civilizado, mucho mejor enterado y documentado de lo que se cuece en esa hermosa isla que los políticos e intelectuales que pueblan este nuestro país donde mandan y predominan los señoritos progres y los conservadores vergonzantes que al final actúan igual. Recordemos la atroz acogida que se hizo a Solzhenitsyn en España y la infamia de los intelectuales “comprometidos”, encarnados en Juan Benet, cuya reacción se inscribe con letras de plomo en la Historia Universal de la Infamia. Como infame fue la “acogida” que cierto sector del público farandulero, comunista y psoero dio a la propia Martha Frayde cuando presentó su proyecto en la Casa de América, allá por los años noventa, llegando a agredirla físicamente. Ha llovido mucho desde entonces, pero como si hubiera sido ayer…
Martha estaba acostumbrada a superar todo tipo de dificultades, tanto cuando participó activamente en la Revolución castrista junto a Fidel como cuando tras haber representado a Cuba en la UNESCO, en París (donde conoció a una serie de intelectuales de izquierda, como Jorge Semprún y Juan Goytisolo, que la ayudarían posteriormente) volvió a La Habana y pudo comprobar la manera en que esa revolución, que ella había alentado, caía en la deriva totalitaria. Como era de esperar, esa mujer, de una honradez intelectual a toda prueba, no se quiso callar y en enero de 1976 fundó en La Habana el Comité Cuba pro Derechos Humanos, siendo encarcelada y condenada a 29 años de cárcel. La presión internacional consiguió que fuera indultada en 1979 y se exilió en Madrid, donde fundó la sección española del Comité pro Derechos Humanos, aquí ha vivido con entrega total a su país hasta que murió la semana pasada, a los 93 años de edad. De convicciones sólidas y fuerte personalidad, centrada en su trabajo, nunca oímos a Martha reclamar para sí aquello a lo que sin duda era merecedora: el aplauso y el reconocimiento de la sociedad española por su función integradora de los cubanos en España y por su defensa a ultranza de la libertad y de los derechos humanos, reconocimiento que el gobierno español nunca le dio. Una cobardía más que colgar en el medallero nacional. Martha, los que tuvimos el privilegio de conocerte y gozar de tu consideración y amistad, nunca podremos olvidarte. Descansa en paz.
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