21-2-94. Hace por lo menos una semana que no me ocupo de mi vida privada (en estos cuadernos), y no por falta de acontecimientos que me hayan causado trastorno o perplejidad, pero posiblemente el hecho mismo de que se hayan producido me ha quitado el tiempo necesario para ocuparme de ellos de otra manera que no sea la de vivirlos directamente. Queda así patente el lado "desœuvré" de todo diario. El caso es que durante la semana anterior he recibido llamadas, realizado visitas y leído libros que me han planteado, como digo, más de un interrogante pero es difícil estar en misa y repicando. Cuando ya estaba relativamente repuesta, asistí al gran acontecimiento socio-cultural representado por la concesión del premio Nadal a Rosa Regás que hacía pendant con la ministra Carmen Alborch, esa de la que Umbral decía que era un cruce entre Sofía Loren y la mula Francis; aunque pelirrojas ambas, eran el día y la noche, la “valencianorra” (Umbral dixit), toda de rojo, toda dientes, y la catalana, monjil, labio fruncido y breve. Nos encontramos con una cuarta parte del mundo editorial y digo nos porque yo iba de pareja de Salinas.
22-2-94.- Me llama Manuel Borrás para decirme que ya hay libro, que Tiempo a través tiene forma “mortal y rosa” con letras rojas. Inaugura formato y este fin de semana nos veremos para que me den ejemplares. Confieso estar algo asustada. No es obligatorio que a uno le respeten, ni mucho menos. Ya no somos únicos, como sin duda nunca fuimos pero creímos que éramos. Todo lo que reprochamos a los demás, todo lo que denigramos en los demás, lo hemos hecho nosotros, punto por punto, nos caracteriza y signa, como una marca al ganado que pasta en la vaguada. Me asusta, sí, la aparición de mi libro, y al tiempo me consuela. Ha salido exactamente con tres años de retraso sobre el horario previsto. Y tengo miedo de lo que dirán los críticos, incluso de lo que no dirán, y no sé qué es peor. Asombroso que estas cosas tengan tanta importancia; tal vez se escribe por necesidades por así decirlo "nobles", pero aunque lo neguemos si publicamos es para que nos lean y porque buscamos reconocimiento y aplauso.
27-2-94.- Ayer los Pretextos estuvieron en casa con José Maria Marco y me dieron mi libro. Es muy bonito. Más delgado que Fluyen permanentes pero quizás más bello. Es suficiente para un libro de poemas y no hay que esperar más de donde no hay. Me siento contenta, aunque algo asustada. Ahora pienso que no volvería a escribir muchos de los poemas ahí contenidos. O que los escribiría de otra manera. Han pasado muchas cosas desde que me puse a ello. Por ejemplo, llevo obsesionada por un tema, un cuento brevísimo en el que he creído hallar esa vía particular de salida de todo el material que tengo dentro, incluso fuera, puesto que algunas cosas las estoy revisando a la luz de este descubrimiento y ¡funcionan! Los pretextos estuvieron todos muy simpáticos y muy entonados. José María Marco, que también vino a casa, estaba peleón y brillante, como siempre.
20-3-94. En la librería Crisol. Entrego copia de mis traducciones de Almada Negreiros a Eduardo Naval que me presenta a Lydia Jorge de la que es traductor. Están Juan Cruz y Ramón Buenaventura. Les doy un libro a los tres. Me sale un admirador que compra un ejemplar de mi libro y me dice que me llamará por teléfono. Cruz me invita a comer con ellos y los portugueses. Me apetece, pero lo rechazo; tengo sueño y trabajo. Luego en casa me dedico a cumplir con ambas obligaciones
27-3-94. Riaza. Lo que escribo ahora es para pasarlo al ordenador de casa, el principal para entendernos pues he olvidado actualizar este archivo en el portátil. Por lo tanto lo dejo "flotante en la biografía", es decir, sin incluirlo en ningún otro lugar para no interferir en la ordenación de la memoria de ambos aparatos. Es como tener un amante, hay que coordinar todo de manera que el marido, no se sienta de menos, que no haya disparidades horarias ni de ningún otro tipo. Por no haber consignado en mis papeles cosas, creo que ni siquiera he consignado que: a) he tenido un nieto varón y b) he tenido un libro neutro. tampoco he anotado nada de la fiesta de Raquel de la Concha ni mi "reconciliación" con Trapiello, oficiada por Soledad Puértolas, ni la inauguración del Liber y mi encuentro con los Grijalbos, la entrega de los premios nacionales, ni de la firma solemne y ante testigo (J.P.) del contrato con los Tusquets para el libro de Jaime.
En Riaza el tiempo es asombrosamente bueno: han salido los brotes muchísimo antes de lo que es habitual en estas tierras heladoras. Hay brotes en casi todos los árboles, incluidos los fresnos y los castaños de indias. Los robles se muestran más renuentes, pues también lo son para marcharse en invierno. ¡Ah!, y he terminado las traducciones de Almada Negreiros que tanto me han torturado, y sigo produciendo reseñas para Diario16. Para no hablar de mi nuevo libro que va viento en popa. Ya lo tengo en avanzado estado de descomposición: La asamblea de los muertos. Por ahora sólo se lo he dado a leer a Roger Utt que ha demostrado un entusiasmo auténtico. Pero él cree que yo soy un genio y es parcial, me halaga pero no me sirve. Debería de enseñárselo a Zúñiga que es prosista para que me pueda dar su versión de novelista y de cuentista. Por cierto, le encuentro rarísimo conmigo y no sé si tendrá que ver con lo de Jaime, asunto que me va a costar más de una amistad tanto en el sentido de la suma como en el de la resta, pero se me da un ardite.
28-3-94.- Segundo día de estancia en Riaza. La mañana pasada en escribir el artículo sobre Baudelaire que he mandado a la una y media de la tarde. El día ha sido esplendoroso. De forma que a la tarde hemos dado un buen paseo por la montaña. Anduve 4 kilómetros casi sin descansar, que para mí es todo un récord, y J.P. otro tanto sino más, aunque de forma diferente Yo lo hice hacia arriba y hacia abajo mientras que él continuó siempre adelante subiendo mientras yo volvía al coche para reunirme con él posteriormente.
29-3-94. Tercer día: todo tranquilo, en calma. Hemos estado en Sepúlveda, en las cuevas lóbregas, como yo las llamo, o la fuente del caldero, como las llaman los demás. Llevåbamos bocadillos de filete empanado -siempre recuerdo a mi abuela contándonos lo del novio francés que la llevaba filetes de caballo empanados y con el cual, de haber sabido leer, se habría casado siendo entonces nosotros "franceses" (mi abuela dixit). Su analfabetismo la costó el noviazgo porque se lo quitó una prima lectora que la censuraba los pasajes amorosos cuando no la escamoteaba toda la correspondencia. Y por eso es por lo que, según ella, nosotros, ahora, somos españoles y los nietos de su prima, franceses, mira tú por donde... Pero volviendo a nuestras ovejas, o mejor dicho a nuestros buitres: estaban estupendos, orondos y satisfechos (basta con ver la cantidad de animalitos muertos en las carreteras para comprenderlo) y no volaban solos, les rodeaban alimoches, quebrantahuesos y las famosas chovas y conrubias que merodean en torno a ellos para ver lo que cae. Llegamos a la praderita -fin del trayecto- y ahí asentamos nuestros reales. No estábamos solos, una tienda de campaña nos esperaba cerrada y solitaria (nos habíamos cruzado con sus dueños en el camino) gracias a lo cual no hubo un alma junto a nosotros y pude entregarme al idilio con mis amados buitres que se portaron relativamente bien. Por fortuna me había llevado los anteojos y pude observarles en sus nidos, acurrucados y descansando. La cosa se fue animando progresivamente y empezaron a aparecer más pajarracos que desplegaban sus maravillosas alas en pases espectaculares casi encima de nuestras cabezas. J.P. leía el periódico y devoraba su bocadillo y parte del mío, mientras Mora saltaba de risco en risco y se solazaba en el riachuelo, que por cierto estaba inmundo, sucio y turbio, lleno de espuma, cosa rara pues siempre es cristalino y puro como el lugar en su conjunto. Sepúlveda estaba magnífica, opulenta y señorial. Una pena que no hubiéramos comprado algo ahí. Pero, cuántas veces lo he dicho ya, Riaza es más "campiña" fértil, verdes praderas y esas cosas que hacen falta a los agotados citadinos para recuperar la calma de los nervios. A la tarde cambiaron las condiciones atmosféricas. Refrescó, se nubló y el empeoramiento del tiempo se hizo sensible incluso dentro de casa, donde habíamos descuidado algo la calefacción, realmente porque era innecesaria hasta el momento.
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