Desde que España ingresó en el año 2008 en el ITF (Grupo de Trabajo de Cooperacion Internacional para la Educación, Memoria e Investigación para el Holocausto) e incluso antes, desde el 2006, se empezó a celebrar en torno al día 27 de enero un acto de Estado en conmemoración del Día Oficial de la Memoria del Holocausto y la Prevención de Crímenes contra la Humanidad, que este año ha tenido lugar esta misma mañana en el Senado, presidida por primera vez por el Jefe de Estado, el Rey Felipe VI. Esta ceremonia, vino a unirse a la que celebra la Comunidad de Madrid tiempo atrás.
Es necesario insistir una y otra vez en la importancia de esta conmemoración que es, sobre todo, una ceremonia del recuerdo, porque cuando el horror es infinito también lo es su recuerdo. Este terrible crimen ha sido narrado cientos de veces y nunca dejamos de estremecernos ante los testimonios, difíícilmente podremos dejar de hacerlo así pasen mil años. En su obra, "La destucción de los judíos" (versión española publicada por Akal), Raul Hilberg dice algo que gusta muy poco recordar; y es que, en su hora más dura, más amarga, la comunidad judía permaneció sola; las potencias alliadas no pensaron en los judíos ni lucharon por ellos. No es de extrañar que los judíos supervivientes se volvieran hacia Israel, "el gran consuelo de los judíos", como llama Hilberg a ese país, y "la verguenza de Europa", como dijo Edmond Jabès, pensando en lo mismo. Los judíos no tenían aliados, ningún país les ayudaba, sólo individuos y grupos civiles y religiosos; algunos de ellos han merecido ser ser nombrados por el estado de Israel, "Justos entre las naciones", como el diplomático español Ángel Sanz Briz, y otros están todavía pendientes de serlo, como el cónsul español en París, Bernardo Rolland de Miotta,para referirnos a España. Algunos son famosos, como el alemán Schindler a quien Spielberg dedicó una película que conmovió al mundo, otros permanecen en el anonimato.
La incalificable destrucción de los judíos europeos, hecho que conocemos como la Shoah o, aquí en España, como el Holocausto, cambió la estructura de las comunidades judías y alteró su distribución en Europa. Se produjo entonces un desplazamiento hacia América, lugar al que con anterioridad habían ido llegando oleadas sucesivas de refugiados judíos que huían de los pogromos en Rusia y Europa central. Ahora lo hacían empujados por a tragedia que hoy recordamos. Esas personas a las que habían arrancado su dignidad, su nacionalidad, su lengua, y sus familias, no sólo supieron abrirse camino sino que rebasaron las expectativas del común de los mortales. Es asombroso el listado de personalidades destacadas que se puede recoger, en todos los ámbitos de la cultura y del saber, en los países americanos a raíz de esos desplazamientos.
Es cierto que es necesario recordar, pero no sólo, como se dice siempre, para que no se vuelvan a repetir estos hechos, sino para intentar comprenderlos. Primero hay que aprender a recordar para después poder transmitir la enseñanza extraída de ese recuerdo. Si ello es posible.
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