José María Marco – “¡Señor, Señor, en qué mundo me has hecho vivir!” ¿Te suena esta frase?
Julia Escobar – San Policarpo, siglo II, obispo de Esmirna. Un testigo de la pasión de Cristo de segunda generación. Le desesperaban tanto los cismas y las herejías que surgían de todos lados que cada vez que se enteraba de algo nuevo clamaba al Cielo diciendo: “¡Dios, mío! ¡Dios mío! ¡En qué época me has hecho vivir!” Flaubert, que se hacía cruces por la estupidez de sus contemporáneos, le tomó como santo patrón y todos los 23 de febrero se reunía con Guy de Maupassant y otros amigos, a celebrar “la san Policarpo” de forma harto rabelesiana.
JMM – ¿De verdad no has tenido la tentación de escribir un “tontario”, como el de Flaubert? La actualidad, o la (post)modernidad dan para muchos y tú tienes los conocimientos, el humor y el dominio de la lengua… Sería fantástico.
JE – Evidentemente. De hecho en mi blog La Quimera he ido colgando algunas perlas y no pierdo ocasión de hacerlo siempre que puedo. Ahora, bien mirado, es tarea ímproba y algo arrogante porque nadie es tan tonto que no pueda decir algo interesante ni tan listo que no pueda decir una estupidez.
JMM – Sé que tú también celebras la San Policarpo cada año, el 23 de febrero…
JE – Con un grupo de amigos, de cómplices mejor dicho. Es un doble homenaje: a San Policarpo y a Flaubert. No puedo decir que haya cuajado pero se hace lo que se puede. Hemos llegado a ir a Valladolid en una ocasión a reunirnos con José Jiménez Lozano en tan magna ocasión.
JMM – Y también hemos intentado recordar todos los años lo que llamas, con buenas razones, el asesinato de Luis XVI…
JE – Claro que sí, es una deuda moral que la humanidad entera tiene contraída con esa infamia. Camus decía que era un crimen abominable y así es. Forma parte de las fechas que nunca olvido, aunque en modo alguno intente equipararlas: la Shoah, el 11S, el 11M, cada una es única y su dosis de horror y abominación intransferible.
JMM – Me parece que no has traducido a Flaubert, pero entre los grandes de los grandes, sí que lo has hecho con Colette, Jabès, Rimbaud, Ponge, Verne… Salvo Verne, aunque no estoy muy seguro, son autores particularmente difíciles.
JE – No creas, Verne tiene lo suyo, pues te topas a menudo con las peores dificultades de la traducción científico-técnica que a pesar de la “normativa” son muy numerosas. Colette es la peor de todas, en el sentido de la dificultad me refiero. Aunque Michaux, Rimbaud y Jabès se las traen. Soy un poco masoquista y desconfío de las traducciones que no me plantean dificultades. Una vez tuve que traducir a Françoise Sagan y creí morir de aburrimiento.
JMM – En 2002 ganaste el Premio Stendhal por una traducción de Michaux…
JE – Fue una gran alegría porque es un premio que te dan tus colegas, y además un premio instituido por Consuelo Berges, la traductora de Stendhal y de Proust. Nadie ha mejorado esas traducciones y eso que lo han intentado traductores muy avezados. Ese mismo año me dieron el Premio Internacional de Traducción Juan Rulfo, concedido en Francia, también por profesionales.
JMM – Estudiaste en el Liceo Francés de Madrid. Aun así, no saliste con aversión hacia la literatura francesa…
JE – En absoluto. Salí con gran amor por la literatura española.
JMM – Incluso eres Caballero (caballero, género masculino) de la Legión de Honor.
JE – No, la Legión de Honor no, ya me gustaría. Es una simple orden intermedia, la de las Artes y las Letras. Es muy significativo que no se les haya ocurrido una versión femenina de la condecoración. Dama es muy sencillo y adecuado, digo yo. Siempre bromeo diciendo que eso de que me hayan hecho “caballero” es una manera indolora a la par que honrosa de cambiar de sexo.
JMM – Yo también estudié en el Liceo Francés, en Madrid. Salí bien formado, claro está, pero creo que no me he recuperado nunca de la experiencia y sigo intentando quitarme de encima algunos rasgos de carácter… liceísticos, la arrogancia por ejemplo. ¿Cómo volviste tú a nuestro país?
JE – Cierto, Luis Martín Santos, en Tiempo de silencio, saca a un personaje del que dice algo así como: “Fulanito, estropeado por su Liceo Francés”. Sin duda era un colegio muy elitista y, de hecho, muy particular, al menos en mi época. Mis condiscípulos eran en su mayoría, extranjeros, hijos de embajadores, de exiliados, de judíos, todo muy cosmopolita. En mi clase estaban la nieta de Révész, la hija del psiquiatra López Ibor, la del profesor Antonio Truyol, la nieta del diplomático chileno Enrique Lynch, la hija del poeta y embajador colombiano Eduardo Carranza, que fue luego una poetisa muy conocida, Mercedes Carranza, y unas cuantas niñas de familias judías, Rachel Mayer, Diana Talarewitz… Me reconocerás que eso marca una diferencia.
JMM – Sí, claro.
JE – He contado lo que supuso para mí ir a casa de mi amiga Mayer a una tierna edad; fue una verdadera iniciación, el olor de la comida, la comida misma, los familiares de Rachel, tantas cosas diferentes a las que constituían mi entorno doméstico, tan castizo.
JMM – Te han interesado algunos autores, como Galdós o Emilia Pardo Bazán, a la que has dedicado mucho trabajo.
JE – Galdós es insoslayable. Empecé muy pronto a leerlo y a quedarme con la boca abierta. Primero los Episodios nacionales –es inevitable- que volví a leer íntegros en 2008, como homenaje a la guerra de Independencia. Luego pasé a las novelas contemporáneas, con el asombro de encontrar en él a uno de los grandes entre los grandes. Doña Emilia vino después y me cautivó por entero, en particular su inteligencia, su perspicacia y la aplastante seguridad en sí misma. Siempre hay algo nuevo que decir sobre ellos, entre otras cosas porque tampoco se conoce del todo de su vida, como pretenden algunos eruditos de esos que secuestran datos. Hace unos años me encargaron una biografía divulgativa que empecé con gran entusiasmo y acabó en proyecto ya que la editorial cerró la colección para la que la habían encargado antes de publicar nada, creo que sólo una de las biografías contratadas. Algún día tendré que volver sobre ella.
JMM – Vamos a hablar un poco de tus novelas. La primera (que conozco) es Nadie dijo que fuera fácil (1999). ¿Hay algo de autobiográfico en la protagonista Lourdes Melgar? ¿Y en la trama?
JE – No, ni Lourdes Melgar ni su familia tienen un solo rasgo mío ni de los míos. Creo que te equivocas, mi banco de pruebas es Gloria Arde. En la familia materna de Gloria concentro algunos de mis recuerdos de infancia y de mi experiencia como hija de los que perdieron la guerra. Ella estudia en el Liceo Francés, está afectada de intelectualitis aguda, rayana en la pedantería, etc., etc. Y se casa con el hijo de una familia bien, de origen y educación totalmente distintos. Es una novela que tenía que escribir precisamente para transmitir todas esas vivencias “revolucionarias” infantiles, mi pasado izquierdista, por así decirlo, genético, como decía Jaime Salinas para diferenciar a los izquierdistas“parvenus” de los que lo habíamos mamado aunque, la verdad, no sé si era exactamente su caso. Me divertí mucho escribiéndola pero soy consciente de que no es una joya literaria precisamente.
JMM – ¡Está muy bien! Y es muy entretenida…
JE – …Me entregué más en La asamblea de los muertos y, por supuesto, en mis libros de poemas.
José María Marco – Alguna vez has hablado de La asamblea de los muertos (2000) que es tu segunda novela, como de unos “devaneos de ultratumba”. Menos pretencioso que Chateaubriand y a veces más entretenido de leer, con esos muertos que toman la palabra en la asamblea para dejar constancia de sus reivindicaciones. Y muchos suicidas, que son muy simpáticos…
Julia Escobar – Sí, los pobres suicidas lo pasan realmente mal. Nadie les entiende y ellos mantienen una lucha por sus derechos muy en la línea de la que cualquier minoría discriminada y maltratada lleva a cabo en “vida”. Con muy poco éxito, por cierto. Me abruma eso que dices de Chateaubriand. Tal vez mi libro sea más entretenido de leer que sus devaneos, pero son incomparables, en detrimento del mío. Sabes cuánto admiro a ese gran mixtificador. Mi asamblea tiene más que ver con los “recuentos” o colaciones, de corte renacentista, en que un grupo de personas se ven obligadas temporalmente a estar juntas por circunstancias contra las que nada se puede hacer sino es hablar, hablar, hablar.
Ahora mis empeños son otros. Tengo terminada una novela hace ya muchos años, aunque no hago mucho por publicarla. Enjugué un rechazo y la volví a meter en el cajón. No porque me ofendiera, sino porque me fatigó la idea de ir paseándola por las editoriales. Pero tendré que sacarla alguna vez. Los libros que se escriben hay que publicarlos, si no es como si metieras un pedazo de carne podrida en el congelador. Es una novela sobre mi experiencia hospitalaria, el dolor, la enfermedad, tan presentes en mi vida. Nada que ver con Nadie dijo que fuera fácil, ni con la Asamblea. Todos los años me digo: de esta no pasa, voy a llevarla a tal o cual editorial.
JMM – ¿Y la poesía? Publicaste dos libros, Fluyen permanentes (1984) yTiempo a través (1993).
JE – Me pasa lo mismo con la poesía. Cuando salió Tiempo a través, hace miles de años, efectivamente, un crítico me reprochó haber dejado pasar diez años desde el primer libro, Fluyen permanentes, por el que me dieron el Premio Quevedo de Poesía en 1982. No publicar no quiere decir no escribir, como deberían saber todos los del gremio. Publicar supone un trabajo de recopilación, de coherencia, de corrección. Hay que estar motivado. Hace tres años que tengo terminado y organizado un nuevo poemario y apenas lo he movido. Tengo que sacudirme esa pereza o, mejor dicho, tengo que salir de ese desencanto que siento hacia las publicaciones y la movida cultural, de la que quedé estragada cuando dirigí la programación de la Casa de América de febrero de 2006 a diciembre de 2013.¡Casi ocho años! Aún no me he repuesto.
JMM – Nada de esto te ha impedido seguir con la traducción. En un escrito, me parece que en homenaje a Valentín García Yebra, defendías con vigor la traducción: prolongación de la actividad literaria; ejercicio de escritura y, además, retribuida, cosa que no siempre (o pocas veces) ocurre con la literatura…
JE – La traducción es muy importante en mi vida y la he trabajado mucho, en todos los frentes, incluso en el de la traducción técnica, pues colaboré como free lance en algunos organismos internacionales. También en el frente teórico y en el de la enseñanza. Me inicié en la traducción muy temprano, cometiendo todo tipo de tropelías, porque si hay algo que requiere experiencia es esto de traducir y de redactar, sea lo que escribas, tuyo o de otro. No hablo de la competencia lingüística porque se da por entendida, como el valor en los soldados, pero sí de su actualización, de su revalidación, que se hace no sólo por inmersión lingüística, viajando periódicamente al país de tu segunda lengua, sino también mediante la lectura, las películas, las canciones, la conversación. Simon Leys, por quien sé que compartes mi admiración, tiene unos textos espléndidos sobre traducción en los que sintetiza admirablemente todo esto que yo pienso y que también he formulado en ese texto de homenaje a Valentín García Yebra. Leys destaca en particular lo que tiene de ejercicio literario, con el atractivo de no tener que sucumbir al pánico a la página en blanco: ¡las ideas y el argumento son de otros! Y Michel Tournier, a quien nadie puede reprochar falta de creatividad, pues su obra literaria ha sido extensísima, consideraba a la traducción, que practicaba con rigor, un ejercicio de virtud literaria. Así es como lo considero yo, y la llevo a cabo muy gustosamente. El que esté retribuida (mal, eso sí) es un factor a favor, nada desdeñable. Ahora mismo estoy comprometida en una traducción, harto difícil, de J.K.Huysmanns, autor del que nunca había traducido nada.
JMM – Tampoco ese mundo tan literario te ha impedido un grado notable de compromiso. Fuiste una joven rebelde. (En un escrito dices de ti misma que “careces de sentido del pudor desde hace más o menos diez años”.)
JE – Bueno, eso lo escribí hace diez años, luego quiere decir que llevo veinte sin ponerme colorada por nada. Lo que no quiere decir que no me ponga algo nerviosa o en tensión cada vez que emprendo algo nuevo: escritura, traducción, intervención pública. Creo que ese “miedo escénico” no se pierde, ni se debe de perder jamás. En cuanto a lo de mi compromiso hay mucho de leyenda ahí dentro. Para mí, ser de izquierdas era algo totalmente natural y me sorprendió mucho, una vez fuera del colegio y al ir a la Universidad, el encontrarme con que, de verdad, había mucha gente de derechas por ahí fuera. No me costó, pues, ningún esfuerzo, ser rebelde respecto a la sociedad franquista. Los amigos de mis padres lo eran todos. Venían de fuera algunos exiliados con los que celebraban tenidas supuestamente clandestinas, que he contado en Nadie dijo que fuera fácil, pero también tengo que reconocer que, dejando de lado algunos amigos comunistas personales que la complicidad de la derrota acercó a mis padres, éstos, que habían sido de la CNT y de la FAI, eran muy anticomunistas como es natural. Fue en su biblioteca (la de mis padres) donde se me empezaron a caer los palos del sombrajo, pues ahí leí Yo escogí la libertad, de Victor Kravchenko, a Koestler y a Orwell. En lo que a mí respecta, la obra de desconstrucción de la ilusión izquierdista ya había empezado.
JMM – Luego has colaborado en secciones de opinión en medios conservadores y liberales, por así decirlo, como la antigua Gaceta de los Negocios y Libertad Digital. ¿Qué continuidad hay entre un momento y otro? ¿O qué rupturas?
JE – Parecía lógico que así fuera. Aún tenía algunas reminiscencias progres que funcionaban de manera bastante mecánica, pero hacia el ochenta y tres, hay escritos míos que lo atestiguan, yo ya era de derechas, sin saberlo; pensaba que por ahí fuera había una izquierda distinta, pero no eran sino ilusiones, estertores de un mundo agonizante que nunca tuvo para mí una realidad auténtica. Poco después, ya publicada Nadie dijo… yo era irremisiblemente conservadora, gracias a Dios. De ahí a decir que sí a Federico Jiménez Losantos cuando me propuso incorporarme a La Linterna, no hubo más que un paso, y luego vinieron Libertad Digital y la Gaceta de los Negocios –ahí tuviste tú algo que ver-. Luego, en 2005 se me ocurrió abrir el blog para tener más libertad de opinión y poder volcar el sobrante de información y datos que iba adquiriendo para mis artículos en esos medios. A veces lo he dejado un poco desatendido pero siempre vuelvo. Es un blog cuyo formato debería reformar porque ha quedado totalmente anacrónico. Otra cosa que tengo que hacer cuando pueda. Por lo demás, mi labor periodística no empezó entonces; ya tenía cierta experiencia, desde 1980, en Diario16, como crítica literaria, con el suplemento que dirigió primero, José Miguel Ullán y, después, César Antonio Molina, y lo fui hasta la disolución del periódico. Colaboraba, también como crítica, en varias revistas, desde Revista de Occidente, hasta Cambio16, El Siglo,Turia, Revista de Libros, y al final de mi colaboración en La Linternadejé la tertulia política para centrarme en las recomendaciones de Libros.
JMM – ¿Qué te traes entre manos ahora?
JE – No tengo otro propósito que seguir en la brecha. No es un secreto que lo mío es la literatura y la ficción –la loca de la casa que decía Galdós – en donde incluyo la filosofía, por supuesto, pero cuando doña Realidad –otro acierto galdosiano- asoma su fea jeta, y ahora la tiene feísima, me politizo muy a pesar mío, pero con entera naturalidad: ahí está mi cuenta de twitter @lahijadeaugusto para demostrarlo. Seguir en la brecha quiere decir seguir leyendo lo que me da la gana, escribiendo y traduciendo (ahora lo de Huysmanns que mencioné antes), participar en aquello en lo que sea bienvenida -y algunas cosas hay por ahí que me tientan- y denunciar y perseguir cualquier tipo de fanatismo, de estupidismo y de totalitarismo. Pero sobre todo, mi principal misión es seguir sin aburrirme ni un solo minuto en los días que me queden de vida.
Domingo, 10 abril, 2016 0 Uncategorized Entrevistas,Literatura Permalink 4Me gusta
Miércoles, 16 marzo, 2016 0 Artículos destacados,Entrevistas, Literatura, Personajes Amigos, Entrevistas, Literatura Permalink0Te gusta
Querida Julia: He disfrutado mucho con la entrevista. Ya sabes, uno te lee como si oyera tu voz en persona. Tus "fans" estamos dichosos de tus nuevas "cabalgadas". Besos, Miguel
Publicado por: Miguel Marañón Barrio | 05/05/2016 en 13:40
Da gusto leerte y sentirte tan ágil e ingeniosa como siempre, querida Julia. Y además compruebo de nuevo que compartir manías y prejuicios une muchísimo. Mi único desacuerdo contigo lo tengo cuando dices "nadie es tan tonto que no pueda decir algo interesante". Excepcionalmente sí surge a veces un fenómeno de esa tontería pura e integral. Hubo un político así. Y creo que tú también piensas lo mismo de él.
Un abrazo de Santiago
Publicado por: Tamarón | 29/04/2016 en 21:21
Muchas gracias, Luis, y también a ti, Moncho; se hace lo que se puede.
Un abrazo
Julia
Publicado por: Julia Escobar | 29/04/2016 en 13:19
Muy bonita y muy interesante esta entrevista. Al nivel de entrevista y entrevistador.
Saludos. LV
Publicado por: Luis Valiente | 29/04/2016 en 10:33
Bienvenida de nuevo a la melée, Chuli!
Un beso
Moncho
Publicado por: Ramón Puig | 28/04/2016 en 20:21