15 de noviembre.- Se hace lo que se puede, así que aprovecho unos minutos arañados a mi tiempo remunerado para seguir con Flaubert y su Tontario. El tontario no es exactamente lo mismo que el Diccionario de lugares comunes o tópicos, como en puridad debiera decirse; son dos maneras, bastantes distintas, de abordar el extenso tema de la estupidez, asunto que a Flaubert le fascinaba desde su más tierna infancia, hasta el punto de que ya a los diez años se quedaba arrobado escuchando a las amigas de su madre. ¡Qué niño tan bueno! decían ellas, ¡Qué tontas! le contaba él a un amiguito. Esta disposición a la paciente escucha le dio espléndidos resultados y así como muchos escritores llevan diarios para desahogarse (v. anterior entrada), simultánéandolo con su actividad principal, él se despachaba en las cartas, y en estos apuntes que iba tomando sobre la estupidez. Lo cierto es que, si bien se piensa, Flaubert tenía cierta fama de, idiota, en el sentido etimológico de la palabra, es decir, era muy suyo, y tal vez por eso sabía que en la estupidez hay, oculto, un tesoro de sabiduría que sólo necesita ser encontrado; además, no hay nadie tan tonto que no pueda decir una genialidad, ni nadie tan listo que no pueda decir una estupidez redomada. Asi que nadie crea que al señalar la estupidez, Flaubert, ni yo misma, ahora que también lo hago, ni muchos otros que, como Musil, o Savinio, o Cipolla (algun día daré una bibliografía para iniciarse), lo hicieron de manera notable, estamos ni mucho menos, despreciándola: es un activo nada desdeñable. Y ahora me tengo que marchar a la radio, con lo cual seguiré cuando pueda, que puede incluso ser mañana, ¿por qué no?
17 de noviembre. Sigo. Hacia 1850 se le ocurrió a Flaubert componer su diccionario de tópicos. Pretendía ser un léxico de opiniones burguesas, en el sentido peyorativo del término (hay otros más cómodos), pues sabemos la manía que siempre han tenido a los burgueses los artistas. Con todo lo que admiro a Flaubert, hace falta cara dura para, siendo rentista, viviendo a cuerpo de rey en su hermosa casa de Croiset y no permitiendo decir a tu criado más que "Señor, es domingo" (cuando era el caso), reírte desconsideradamente de las aspiraciones de los llamados pequeño burgueses por una vida modesta en una salita cursi y abigarrada (lo dijo Ortega y Gasset: "lo cursi arropa") ; pero bueno, era la época. Ahora tenemos otros cocos. ¡Pero me falta método! Sigamos. El caso es que Flaubert, al tiempo que componía Madame Bovary, iba recogiendo datos de las trivialidades más esplendorosas del pensar común (que siempre se opone al sentir) y las ponía en boca de alguno que es lo que hacen todos los novelistas para caracterizar a un personaje. Homais, el farmacéutico, era su depositario favorito y lo cierto es que sus hallazgos no tienen desperdicio. Sin embargo, el Tontario, tenía otra ambición, otro carácter. Se trataba de componer un florilegio de las frases recogidas en la literatura de todo tipo y de meteduras de pata, como esos diccionarios de disparates de los maestros y profesores, sólo que con autores de renombre. Las clasificó en categorías: científicas, eclesiásticas, históricas, etc. Este rosario de necedades documentadas es lo que sus primero denostados y luego idolatrados Bouvard y Pécuchet, iban a copiar en su flamante escritorio doble, cuando deciden volver a sus orígenes de honrados copistas, verdadera celebración del "eterno retorno de lo mismo". Este Tontario ha sido traducido alguna vez al español y yo creo que es un error; es mejor hacer uno propio de nuestra tradición cultural. Muchos de los autores ahí mencionados ya no los conocen ni en Francia, a menor abundamiento aquí, en casa. Lo cierto es que tanto el Diccionario de Tópicos, como el Tontario son obras abiertas cuyas fauces se abren tentadoras, para quien quiera entrar en el territorio siempre renovado, siempre ignoto, siempre actual de la estupidez, que no es sino un lujo de la inteligencia humana. Lo siguiente, será ponerse manos a la obra.
23 de noviembre.- Lo decía el propio Flaubert: El tiempo, el tiempo es el que nos devora. Pero hagamos algo. Para abrir boca, una muestra de lo que hizo el maestro y que puso en boca-pluma de sus discípulos, Bouvard y Pécuchet. Hago la traducción sobre la marcha, acogiéndome a la relativa impunidad del medio (la red)
"Los monarcas tienen derecho a cambiar un poco las costumbres". Descartes, Discurso del método, part.6.
"El estudio de las matemáticas, al comprimir la sensibilidad y la imaginación, a veces hace terrible la explosión de las pasiones". Dupanloup, Educación intelectual.
"Las mujeres, en Egipto, se prostituían públicamente a los cocodrilos". Proudhon, Sobre la celebración del domingo, 1850.
"Las mamas de las mujeres pueden ser observadas como un objeto de distracción y utilidad" Murat y Patissier, Diccionario de Ciencias Médicas.
"Cultivar demasiado las bellas artes, dibujar formas masculinas, atléticas, estudiar músicas suaves y melodioisas, frecuentar de forma habitual o continuada los museos... Loyer y Villermay, Diccionario de Ciencias Médicas, (Causas de la ninfomanía).
Y una muestra del Diccionario de tópicos (o lugares comunes)
Agricultura: Faltan brazos
Aire: Desconfiar siempre de las corrientes de aire
Alcoholismo: Causa de todas las enfermedades modernas
Arquitectos: Todos imbéciles. Se olvidan siempre de hacer las escaleras al construir las casas.
Corán: Libro de Mahoma, donde sólo se habla de mujeres.
Laboratorio: Todos tienen uno en el campo.
Y así mucho tiempo, sólo que yo no dispongo de tanto. ¿Ven cuántas posibilidades tiene la fórmula?
¡Ah! Además de los Tópicos y el Tontario, inició un catálogo de ideas "chic" (término que equivale a nuestro concepto de lo políticamente correcto) que que les traduzco aquí, gratis et amore.
Catálogo flaubertiano de ideas chic (hacia 1850)
Defensa de la noche de San Bartolomé
Reirse de los estudios clásicos
Admirar a Maistre, Veuillot, Voltaire
Negar la existencia de los grandes hombres
Negar el talento de Rafael
Negar el talento de Mirabeau y alabar el de su padre (al que nadie ha leído)
Molière es un tapicero de las letras
Charron es superior a Montaigne
Musset es superior a Victor Hugo
Negar el talento de Rafael
Shakespeare nunca existió, fue Bacon quien escribió sus obras.
Hasta aquí Flaubert. Juzguen y comparen con nuestra época. Por poco cínico que se sea, puede resultar un juego divertido.
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