Flavio Josefo, nacido en el 37 de nuestra era, que conoció en Jerusalén las primeras comunidades judeocristianas, da testimonio de la existencia de Jesús.
"En esa época -escribe- vivía un sabio que se llamaba Jesús. Su conducta era justa y era considerado un hombre virtuoso. Gran número de judíos y de otras naciones se hicieron discípulos suyos. Pilato le condenó a morir en la cruz. Los que habían sido sus discípulos siguieron siéndolo y decían que se les había aparecido tres días después de su crucifixión y que estaba vivo: podía ser, pues, el Mesías de quien los profetas habían contado maravillas."
Este texto de Flavio Josefo lo he extraido de la entrevista que hicieron el pasado jueves 23 en" Le Figaro" al historiador Jean-Christian Petitfils, autor del "Dictionnaire amoureux de Jesús" en la que traza un retrato histórico del hombre cuyo nacimiento celebramos en estas fiestas. Con independencia de las fuentes cristianas (los Evangelios canónicos, Los Hechos de los Apóstoles y otros), su existencia está atestiguada por varios autores ajenos al cristianismo, además del ya citado Flavio Josefo, como Tácito, Plinio el joven, procónsul de Betania a principios del siglo II, Suetonio, encargado de la correspondencia del emperador Adriano algo más tarde.
Ni siquiera Celso (Siglo II) que odiaba a Cristo, puso en duda su existencia real, dice Petifils, de forma que "el cristianismo, religión de la encarnación, se basa en la existencia de un hombre de verdad y no de una criatura mítica, que cumpliera de forma ficticia las profecías del Antiguo Testamento, como han pretendido algunos pensadores marginales a partir del siglo XIX y como, hoy en día, pretende Michel Onfray.".
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