Artículo publicado en Libertad Digital con el título de Una historia tan triste (21/01/2001)
Ugo Riccarelli nació en Piamonte en 1954 y actualmente reside en Pisa, donde ejerce como periodista. Este, su segundo libro, recibió el equivalente italiano a nuestro Premio de la Crítica. Un hombre que acaso se llamaba Schulz es, en realidad, una biografía novelada de Bruno Schulz (1892-1942), escritor y dibujante judío polaco que junto a Gombrowicz y Witkievicz es uno de los renovadores de la narrativa polaca contemporánea. Schulz sólo publicó dos novelas: Las tiendas de color canela, traducida al español en 1968 en Biblioteca Breve y (ya directamente del polaco) en Debate, y Sanatorio bajo la clepsidra, que se publicó primero en la Editorial Montesinos. Ambas pueden encontrarse en Obra completa, traducida por Juan Carlos Vidal y Elzbieta Bartkievwicz para la editorial Siruela. Schulz fue, además, traductor de Kafka y nunca podría haberse esperado mejor unión entre dos escritores.
En este libro, Riccarelli recrea la vida de Schulz a través de un supuesto diario íntimo del escritor polaco. El grado de suplantación y de verosimilud es asombroso. La soledad y angustia de ese hombre están patética y fielmente reproducidas; pero, además, Riccarelli se hace eco de las circunstancias adversas que rodearon a ese gran soñador: el padre comerciante en telas y estrafalario inventor, el hermano desaparecido en los Balcanes durante la primera guerra mundial, la locura de su hermana y las terribles circunstancias políticas que él mismo hubo de padecer y que dieron al traste con su capacidad ensoñadora. Schulz no se marchó de Polonia durante la invasión nazi y, como era un gran dibujante, consiguió sobrevivir sirviendo a un oficial alemán hasta que, para vengarse de este último, otro mando germano le disparó un tiro en la cabeza. El libro de Ricarrelli es un bellísimo ejemplo de cómo se puede convertir una vida desdichada en literatura pura y dura.
Ugo Riccarelli, Un hombre que acaso se llamaba Schulz, traducción de Carlos Gumpert, Maeva, Madrid 2000, 184 páginas. 1575 pesetas.
Artículo publicado en Libertad Digital con el título de Poco cuento (21/05/2001)
Julián Ayesta, como Luis Martín Santos (Tiempo de silencio) es conocido por un solo libro: Helena o el mar del verano, lo que en ambos casos debería de bastar para figurar en esa lista –siempre deficiente– de novelas que habrán de “pasar” a la posteridad, y aquí me inclino señaladamente a favor de la novela de Julián Ayesta.
Leer algo tan logrado, tan lleno de vituosismo literario como Helena, hace que las expectativas sobre el resto de la obra del autor se puedan ver fácilmente frustradas, sobre todo cuando este último no se ha dedicado de forma exclusiva a la práctica de la literatura, sin que por ello haya que computarlo simplemente como un “viajante de la literatura”, como hace Francisco Umbral en su libro La noche que llegué al Café Gijón; muchos “profesionales” –me callo cuáles– han derramado litros de tinta y emborronado miles de páginas sin conseguir ni cincuenta que lleguen a la altura de lo escrito durante toda su vida por Ayesta.
Antonio Pau, en su estudio preliminar a la presente edición, se ocupa de explicarnos, con todo pormenor, la trayectoria literaria y política de este hombre que se afilió a la Falange en 1937 porque, según palabras del propio Ayesta: “Entonces lo que estaba de moda era ser de Falange, porque estaban gobernando las izquierdas y porque era como ser europeístas, partidarios de un Estado fuerte y más bien anticlerical”. En 1947 sacó las oposiciones a diplomático y tuvo diferentes destinos durante toda su carrera, algunos de ellos de castigo, porque Ayesta participó con Dionisio Ridruejo y Fernando Baeza en las reuniones del Club Tiempo Nuevo con el grupo formado por estudiantes como Javier Pradera, Ramón Tamames y Enrique Múgica.
Ayesta, además de Helena o el mar del verano escribió cuentos y piezas de teatro que publicó, junto a sus controvertidos artículos políticos, en las revistas de la época. De los 19 cuentos reseñados en la detallada bibliografía que acompaña al estudio preliminar de esta edición, Antonio Pau sólo ha elegido 9, sin que quede claro cuál ha sido el criterio, aunque parece, por el contenido de los mismos, que lo que se pretende demostrar es que toda la obra literaria de Ayesta es un esbozo de su obra maestra, excepto algunos cuentos como el titulado “La noche”, donde Ayesta utiliza un lenguaje correcto sintácticamente pero con palabras carentes de sentido (“¿Por qué descubres tu embeleso si apenas llegas a limar canora?”), cosa que se conoce como “glíglico” y lo sitúa en una vía de experimentalismo impropio de esa época.
En resumen, un libro muy esperado para todos los admiradores de la novela de Ayesta, que aunque satisface la curiosidad por su vida (el estudio prelimar ocupa 129 páginas) no termina de hacer lo propio con la que ha despertado su obra.
Julián Ayesta, Cuentos , Estudio preliminar y edición de Antonio Pau, Pre-Textos, Valencia, 2001, 219 páginas.
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