Mañana miércoles,4 de enero (día del aniversario de la muerte de Benito Pérez Galdós), el Ateneo de Madrid convoca a los madrileños a rendirle homenaje a las 12h al pie de la estatua que le erigió Victorio Macho en los Jardines del Retiro. Esta convocatoria no hace sino continuar una larga tradición que, desde la muerte del novelista, ha conocido diferentes avatares y protagonistas, y cuyos antecedentes evoco a continuación.
En 1914, el por aquel entonces jovencísimo escultor palentino, Victorio Macho, modeló un busto de Galdós, ya en la cumbre de su fama. El grupo de amigos que rodeaba al escritor en "San Quintín", su finca de Santander, tuvo la idea de recaudar fondos para una estatua, con donativos de 1000 pesetas del Ayuntamiento de Madrid, el Círculo de Bellas Artes, la Real Academia, el Casino de Madrid y suscripciones populares de 25 céntimos, estatua que fue finalmente inaugurada el 19 de enero de 1919, justo un año antes de la muerte de Galdós. Al acto asistió el escritor, ya ciego, arropado por numerosos amigos y admiradores y por las autoridades municipales. Sin embargo, no acudieron los "cuatro" del 98, Azorín, Maeztu, Baroja y Unanumo, que tan contradictorias relaciones tuvieron con aquel al que alguna vez consideraron su maestro.
Tampoco estuvo Alfonso XIII y esto tiene su anécdota, pues refiere don Pedro Ortiz-Armengol que en una ocasión el rey invitó a Victorio Macho, junto a otros artistas y aludiendo a la famosa estatua, todavía en proceso, tuvo la humorada (bastante desafortunada) de decirle: "Créame que soy tan republicano y tan galdosiano como usted". Galdós murió el 4 de enero de 1920. Esa noche los teatros de Madrid pusieron el rótulo de "No hay función", y al día siguiente fue enterrado en loor de multitud (que es como, en puridad, ha de expresarse). Ortiz-Armengol refiere, paso por paso, cómo sucedió todo, sin omitir asistentes, ausentes ni trayecto de la comitiva. Y también se ocupa de las repercusiones en prensa. Vale la pena reproducir parte de este párrafo. "Al estudiar la actitud de los españoles ante esta pérdida, el profesor Beltrán de Heredia señala las ausencias más notorias. Azorín no dijo una palabra en su periódico habitual. Nada escribió Ramiro de Maeztu, el exaltado joven del estreno de Electra. Nada dijeron Baroja o Valle Inclán y entre los del 98, solamente Unamuno dejó oír su noble voz. Más notable fue el silencio de la Institución Libre de Enseñanza, a cuyas banderas tanto había servido Galdós". Que quienes se ocupan de la historia intelectual de España lo valoren en su justa medida.
Muy pronto, los amigos "fieles", Gregorio Marañón, Ramón Pérez de Ayala, los hermanos Quintero y otros, establecieron la costumbre de ir todos los 4 de enero al Retiro, a poner flores al pie de su estatua. En 1923, estas mismas personas constituyeron también el primer grupo de "Amigos de Galdós". En años sucesivos, nunca dejaron de producirse estas manifestaciones de afecto, con mayor o menor éxito, ni siquiera en los periodos oscuros en los que estuvo en el purgatorio de los escritores. Cuando en 1989 se puso en pie la actual Asociación de Amigos de Galdós, presidida hasta el 2002 (y después hasta su muerte, a título honorífico) por Ortiz Armengol, y a la que, como habrán adivinado, tengo el honor de pertenecer e incluso vicepresidir durante una temporada, se unieron al homenaje, patrocinado por el Ayuntamiento de Madrid, los canarios, en pleno proceso de recuperación de aquél de quien tuvieron la suerte de ser coterráneos. Quizás sea por ellos, procedentes de regiones más templadas, por quienes se cambió la fría fecha del 4 de enero, por la, a veces más cálida, del domingo más cercano al 10 de mayo, fecha del nacimiento del novelista. Y siempre ha habido discursos, flores, y también música, a cargo de la Banda Municipal.
Hace unos años publiqué en la Revista de Occidente el avance de un libro titulado La oración del lector que nunca acabaré de terminar del todo. Una de ellas está dedicada a Galdós: "Mujeres bravas tuercen el gesto con el tacón,/ viejas de manos asarmentadas/ llevan la sopa al niño chulo y refunfuñón./ Ropa tendida en el balcón,/ donde residen la chica guapa y el usurero sin corazón./ El calzonazos pide perdón/ a la tarasca muy floreada y agasajada en el mantón. No nos olvides, bueno y bendito Pérez Galdós". De que a él no le olviden, ya nos estamos ocupando todos nosotros, sus admiradores y lectores..
Otrosí, la ssiguente documentación.
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