Leo en El País que una señora cubana, hoy española, empezó su particular calvario por soñar (dormida, por supuesto) que formaba parte de una conspiración para asesinar a ese dictador tan simpático llamado Fidel Castro. A las dos horas de contarlo a sus compañeros de trabajo fue encarcelada. Esto, que puede parecer una broma, no es más que un homenaje a la antigüedad clásica y corrobora aquello de que no hay nada nuevo bajo el sol.
El precedente de este nueva entrega de la historia universal de la infamia lo encontramos narrado por Luis Gil, en su libro La Censura en el mundo antiguo. En la época de Septimio Severo (205 d.de J.C.) un ciudadano fue acusado ante el Senado de que su nodriza había visto en sueños que el tal iba a ser emperador. Iniciadas las oportunas pesquisas, uno de sus esclavos, sometido a tortura, admitió haber visto, no sabía cuándo, ni dónde, ni cómo, «asomarse un senador calvo». Los venerables senadores temblaron pasándose la mano por la cabeza y todos miraron al único que era completamente calvo, el cual, como narra Dión Casio, testigo presencial del suceso, quedó convicto y confeso de un crimen de «asomamiento de calvo». Su alopecia quedó remediada con un corte de cabeza fulminante antes incluso de que Severo se enterara de la condena. Los dictadores tienen eso: crean una malla de terror tan tupida que nadie puede escapar de ella ni en sueños.
Si quieren más ejemplos como el anterior, lean el reciente libro de Ramón Irigoyen, La locura de los Césares (editorial Planeta) y se enterarán de lo importante que eran los sueños, los presagios, las catástrofes y los asesinatos, pero sobre todo el desenfreno sexual, en una en una época sin televisión, Internet, ni encuestas de opinión. Su prodigiosa erudición, su prosa cuidada e hilarante, los divertidos paralelismos con la realidad contemporánea convierten al libro de Irigoyen en un magnífico ejemplo de lo acertado de «instruir deleitando» o, dicho de una manera menos pedante, de lo bien que la letra con risa entra.
(Publicado en La Gaceta de los Negocios el 22 de mayo de 1999).
Comentarios