Jean D’Ormesson. Historia del judío errante, traducción de José Escué, Planeta. Barcelona, 1992
Mordecai Richler., Solomon Grusky estuvo aquí, traducción de José Manuel Alvarez Flórez, Destino. Barcelona, 1992
Ser judío es una idea, dice uno de los interlocutores del judío errante de la novela de Jean D’Ormesson; ser judío debe ser agotador, replica una novia de Moses Berger, el protagonista judío de la novela de Mordecai Richler. Y Edmond Jabès escribió: “Has escogido y ahora estás a merced de tu elección. ¿Pero has escogido ser judío?”. Terrible pregunta a la que se vio conminada a responder sin vacilar, hace ahora quinientos años, toda una comunidad sólidamente asentada en un suelo hasta entonces amigo. Por supuesto que este dramático episodio no ha sido el único en la historia de los judíos, pero su poder emblemático y la magnitud de la diáspora a la que dio origen han prevalecido sobre otras manifestaciones igualmente terribles cuando no más cruentas.
En cualquier caso, ser judío parece marcar incluso a aquellos que han renunciado a serlo y en lo que a la literatura respecta, lo que ésta debe al imaginario judío es digno de consideración. A la larga lista de los excelentes productos inspirados por tan complejo pueblo, nación, religión o lo que quiera que sea, vienen a sumarse estos dos libros que ahora reseño. El de Jean D’Ormesson, exquisita pluma, ornato de la academia francesa, es una de esas obras para las que lamentablemente aún no hay definido género, aunque su actual fortuna lo esté pidiendo a gritos. Más que fantasía novelada –como la califican sus editores- yo recurriría a lo de fabulación histórica o epítome novelado de todo cuanto su erudito autor ha ido recolectando de sus enciclopédicas lecturas. El protagonista es aquel judío mencionado en el Evangelio de San Juan que por haber negado a Cristo en su calvario un vaso de agua es condenado a vagar eternamente hasta la vuelta del Mesías. Recuperada en Europa desde la Edad Media, esta historia ha conocido un tratamiento desigual.
Serán Goethe, en un breve poema épico inacabado, y Apollinaire, en el cuento titulado El transeúnte de Praga, quienes mejor tratan esta curiosa variante del tema de la inmortalidad.
D’Ormesson al narrar todos los avatares del desdichado judío aprovecha para dar un repaso a la historia y atar algunos cabos sueltos. Por ejemplo, él es el verdadero autor del incendio de Roma, el que gritó ¡tierra! En el viaje de Cristóbal colón, el monje budista que protagoniza el famoso Viaje al Oeste chino, y convertido en Ibn Batuta, se acuesta con Gob y Magog que son una sola mujer, huelga decir que de una crueldad plenamente bíblica. Sus aventuras culminan –y esto es una verdadera coincidencia- precisamente donde terminan las del héroe de la novela Richler: en el aeropuerto de Entebbe, liderando el comando israelí que en julio de 1976 puso fin al secuestro por unos terroristas pro árabes de un avión procedente de París. Si se dejan de lado los ataques de lirismo errado, que afortunadamente sólo le acometen al autor en los breves intervalos entre aventura y desventura, el libro tiene una evidente utilidad didáctica.
La segunda es una novela amenísima, tanto que no exagero el decir que sus casi setecientas páginas se hacen cortas. Su autor es un judío canadiense respaldado por una sólida obra y desconocido hasta el momento en España. Ignoro si Mordecai Richler ha pretendido recrear en Solomon Gursky estuvo aquí el tema del judío errante, pero, en cualquier caso, ha conseguido evocarlo de forma bastante más desenvuelta que D’Ormesson con su apabullante erudición. Es, ante todo, una novela admirablemente, construida donde se nos narra la historia de una familia nada corriente, los Gursky. Su fundador es un judío, único superviviente de una expedición a la Antártida, que a principios del siglo XIX se instala en Canadá. Sus nietos serán fabulosamente ricos gracias al contrabando de alcohol durante la prohibición.
Por su parte, Moses Berger es el hijo de un poeta canadiense famoso, perteneciente a un círculo de intelectuales judíos procedentes de Europa Central. Su sentido del humor, su filosofía de la vida, su propia carrera académica se ven seriamente comprometidas cuando decide hacer la biografía de Solomon, el capo de los Gursky, muerto en 1936 en accidente de avión. Siguiendo los rastros de este último y de su mítico abuelo, Moses empieza a sospechar que Solomon sigue vivo y cree verle en muchos acontecimientos importantes. El último de todos –y ahí está la coincidencia con D’Ormensson- es la operación de salvamento de los rehenes del aeropuerto de Entebbe. La novela, llena de intrigas, humor y pastiches de época, tiene además el valor añadido de estar bien traducida... Grato descubrimiento.
Artículo publicado en el suplemento cutural de Diario16, el 23 de abril de 1992
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