Riaza, Jueves Santo.- Hoy, a mediodía, oímos por primera vez al cuco; la primavera se rezaga mucho en estas tierras altas del nordeste de Segovia y lo normal es que cante más tarde, pero llevamos unos días de bonanza que no puede dejar de aprovechar ese pájaro de cuenta. Atribuyo esta personalización de mi monólogo habitual al recogimiento propio de estos días y a la renuncia que hice, cuando inicié el blog, en diciembre pasado, a mi actividad de diarista impenitente. Ese diario “público” que es el blog no te hace proclive a las confidencias y llevaba yo demasiado tiempo sin escribirme, sin recordarme. Por otra parte -y eso Canetti lo formuló muy bien- la escritura de diarios no puede ser continua porque la vida no siempre te permite la autocontemplación, ni para la complacencia ni para la queja. Leyendo, pues, lo que escribí el otro día parece como que estuviera justificándome por tener inquietudes religiosas, o como si eso fuera algo extraordinario; dejando de lado que es habitual entre la gente normal, en lo que a mí respecta, a pesar de mi extrañamiento inducido (familia, colegio, etc.) siempre he tenido cieta inclinación. Tal vez no sea ajeno a ello la edad, porque es sabido que con los años, una vez agotados ciertos recursos, es normal volverse a Dios o a la naturaleza. Así que ahora estoy aquí, buscando una religión, como aquel personaje de una película de Woddy Allen que las prueba todas. Yo hubiera preferido la judía, pero un buen amigo de esa confesión me sugirió que probara con la mía pues aunque no la conociera bien, ni la hubiera practicado, ya había pasado la primera fase que es el ingreso a través del bautismo, y ahora no es fácil que te acepten en ninguna iglesia y menos en la sinagoga; los judíos no hacen prosélitos. Además, en el caso del catolicismo, la práctica continuada puede subsanarse sin dificultades, sobre todo ahora que ha cambiado la liturgia tanto que incluso los retornados tienen que reaprenderla casi por completo. En cuanto a mis escrúpulos, algunos amigos se ríen, porque al parecer hasta los más convencidos los tienen. Por ejemplo, la devoción mariana, que a mí me resulta insufrible, tampoco la comparten todos, como he podido comprobar por los mensajes de mi entrada anterior. Según una amiga, por otra parte muy devota, si Jesús hubiera querido que se celebrara a su madre se lo habría dicho a sus discípulos; Pudo haberles hablado perfectamente de ella, de ese supuesto papel mediador que se la ha atribuido posteriormente; tiempo tuvo todo el que quiso, y ni resucitado se le ocurrió decirles que podían comunicarse con él a través de ella. Por algo sería.
Otros me dicen que soy una soberbia, que en religión hay que tomarlo todo, como un paquete, pero yo no puedo. Es demasiado importante para mí como para ignorar los escollos, pero no puedo dejar de pensar en aquello que dijo Chesterton sobre la religió católica: que a pesar de tener predicadores tan ineptos, si dura tanto, tiene que ser la verdadera. De todos modos, está claro que en este asunto de la liturgia y del rezo hay que hacer dejación de funciones, hay que ceder, ser humilde y asumir que eso es lo que hay, así como la necesidad de que exista y de hacerlo. Me someteré, pues, a ese bien, que me hará libre (libre al fin, sometida al bien). Sí, sometida al bien. Es curioso, pero no es exactamente de esto de lo quería hablarme, ni tampoco lo que quería reflejar aquí, sino mis idas y venidas por el mundo de las realidades tangibles. Pero veo que es inútil, y mejor así, para seguir siendo yo misma, en mí misma, al fin, recogida y encontrada. Por mí aceptada y apta para todo servicio. Mañana iremos a misa a El Salvador, en Sepúlveda. No amarga que la iglesia sea bella, al contrario. Además, no sé cuanto me va a durar esto.
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