(Artículo publicado en La Gaceta de los Negocios el 29 de julio de 2003)
Como contrapunto a los sueños imperialistas de cierto nacionalismo catalán y demás adheridos a la Causa, leo en La Vanguardia una entrevista a uno de esos curiosos de la lengua que muchas veces consiguen hacer más cosas a favor de la misma que los propios filólogos, sometidos como están estos últimos al terror académico.
Se llama este señor Eugeni Casanova y se ha propuesto investigar el estado de la lengua catalana en todos esos lugares que algunos catalanistas reivindican hoy como históricos. Incluso ha ido más allá, a Cerdeña donde se lo ha encontrado (me refiero al catalán) como reliquia de un pasado, no tan lejano, pues según dice fue lengua única hasta 1960 en alguna localidad, y en veinte años quedó erradicada entre la juventud por elección propia.
Ahí les duele. No dudo de que en España, en tiempos pasados, se haya reprimido y restringido el uso del catalán y de otras lenguas vernáculas de forma más o menos oficial, pero no hay decreto que valga contra el uso privado de una lengua, a no ser que se lleve a la práctica con esa mezcla de castigo y desprecio, con el que los franceses terminaron con lo que consideraban un vulgar “patois”.
El resultado es que, tantos años después, la única comunidad fiel al catalán en Francia es la comunidad gitana de Perpiñán, donde, según nos informa Casanova, hay unos diez mil gitanos catalano hablantes que ni siquiera se reconocen como tal, pues para ellos su idioma es el “gitano”, del mismo modo que el francés es el “payo”.
Lo más curioso de este Viatge a les entranyes de la llengua, que espero traduzcan pronto al castellano, no es sólo el abundante argumentario antinacionalista que sin duda se podrá extraer de su lectura, sino lo que expresa sobre la propia vitalidad de cualquier lengua. La lengua es de todos, pero según Casanova su suerte no se decide en el colegio ni el calle, se decide en la televisión y, fuerza es reconocerlo, las televisiones privadas en español superan en audiencia a la catalana, incluso en Andorra. ¡Vaya chasco!
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