Todo el mundo sabe que la vida de Cervantes no fue una balsa de aceite, sino un modelo de acción trepidante y sufrimientos varios. No estaba muy bien visto entre sus colegas literarios, que le miraban por encima del hombro por su falta de estudios, y tuvo que abrirse paso en la vida bregando contra moros y cristianos. Tenía enemigos dentro y fuera de casa, y mendigó y suplicó el amparo de los poderosos, en lo que no difirió mucho de los que habían pasado por Salamanca. Fue herido «en la más memorable y alta ocasión» que vieron los tiempos y dejó éste y otros testimonios de su difícil paso por este mundo en los prólogos, epílogos y dedicatorias de sus numerosas obras. Una de ellas contiene una curiosa información, muy interesante para el Instituto Cervantes. En la Segunda Parte del Quijote, Cervantes menciona, dirigiéndose al Conde de Lemos, su valedor, las ansias que tienen todos en volver a encontrar a don Quijote calzando de nuevo las espuelas...
Y el que más ha mostrado desearle ha sido el grande Emperador de la China, pues en lengua chinesca habrá un mes que me escribió una carta con un propio, pidiéndome o por mejor decir suplicándome se le enviase porque quería fundar un colegio donde se leyese la lengua castellana y quería que el libro que se leyese fuese el de la historia de don Quijote. Juntamente con esto me decía que fuese yo a ser el rector del tal colegio. Pregúntele al portador si Su Majestad le había dado para mí alguna ayuda de costa. Respondióme que ni por pensamiento.
A lo que Cervantes, como es natural, le contestó:
Vos os podéis volver a vuestra China a las diez o a las veinte o a las que venís despachado, porque yo no estoy con salud para ponerme en tan largo viaje. Además que, sobre estar enfermo, estoy muy sin dineros...
Además que, sobre ser regocijante suponerle primer director del primer Instituto Cervantes, esta divertida ficción corroboraría la antigüedad de la demanda de español como lengua extranjera.
Publicado en "El Trujamán", Centro Virtual Cervantes (CVC) el 23 de abril de 1999.
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