Es un hecho generalmente admitido que en nuestras letras hay dos vías o tendencias (ambas realistas) donde están contenidas las demás. Una proviene de la ironía cervantina y la otra del sarcasmo de Quevedo. Para entendernos, Galdós era cervantino, Valle Inclán, quevedesco y para seguir habría que recurrir al extranjero donde se puede aplicar el mismo esquema. Basta con mirar a nuestro alrededor para comprobar que aunque en la ficción se han perdido ambas tendencias casi por completo, en la vida real ha ganado por goleada la segunda.
No se me escapa el simplismo (que no la simpleza) de tamaña teoría pero ayuda mucho a comprender las cosas. Hoy por hoy, irónico no lo es casi nadie pero esperpéntico prácticamente todos, en especial en política y todavía más en el mundo de la judicatura, para no hablar de la policía marítima.
La prensa no se cansa de reflejar situaciones aberrantes en las que se suelta a la calle a criminales con condenas perpetuas apenas iniciadas, a violadores recalcitrantes y a ladrones de toda laya, cuando no se trata de los barcos, cutres y desfondados, que surcan los mares cual verdaderos piratas, más cercanos al caos interplanetario de La Guerra de las Galaxias que de La Isla del Tesoro, y que generan ellos mismos, sus propios monstruos, en nada parecidos a Mobby Dick, la legendaria y noble ballena de Melville.
No hay épica, ni siquiera romanticismo, en ese cruce de banderas letonas, griegas, armadores suizos y tripulaciones sacadas de las peores pesadillas de Lovecraft o de las antiguas películas de la serie B. Si el marinero de Coleridge tuvo que purgar la pena negra por matar un albatros ¿qué maldición caerá sobre los responsables de esta mortandad de animales sagrados? No me olvido de los pescadores gallegos, ni de los conserveros, ni del marisco que no se podrá comer en años, ni de las hermosas playas mancilladas. Sólo nos faltaba Roldán subido a un escenario entonando la Canción del pirata y componiendo aquel tipo de folie que en el XIX llamaban cuadros disolventes.
(Artículo publicado en La Gaceta de los Negocios, el 2 de diciembre de 2012)
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