Los adioses
Después de “muerte” y “amor”, tal vez sea “adiós” una de las palabras más utilizadas en literatura, tanto en los títulos como en el cuerpo narrativo. Solo o combinado, ese término tan expresivo entra a formar parte de una larga lista de obras
Sin ir más lejos, el título mismo de esta crónica, ‘Los adioses’, es también el de una conocida novela de Juan Carlos Onetti; Jorge Edwards publicó en 2005 una versión corregida y aumentada de su "Adiós, poeta". Más cerca de nosotros, Gabriel Albiac acaba de publicar un "Diccionario de adioses" en Seix Barral, y Jorge Semprún titula uno de sus libros "Adiós, luz de verano", traducción de Javier Albiñana de "Adieu vive clarté". También es traducción el título "Adiós a las armas" (A farewell to arms) de Hemingway, el de "Adiós muñeca" (Farewell, my lovely) de Raymond Chandler y "Adíos a todo eso" ("Good-Bye to All That") de Robert Graves, pero las tres han tenido un amplio eco en nuestra lengua, de modo que no admitiríamos ninguna otra versión porque rompería la cadena de transmisión, ya sea erudita (citas, etcétera) o simple asociación de ideas, como ocurre con el vano intento de sustituir "La metamorfosis" de Kafka por "La transformación"; por mucha razón que tengan los filólogos para hacerlo, a ver quién modifica tanta literatura subsidiaria. Para terminar con mi enumeración no hay que olvidar uno de los cuentos más bonitos (y famosos) de Clarín, "Adiós cordera", cuyo título no creo ajeno a su popularidad.
Pues bien, el otro día, cuando en Salamanca se disponían a celebrar un simulacro de guerra civil, con la Policía Municipal de un lado para proteger la integridad del Archivo y la Policía Nacional del otro, para lo contrario, y cuando después leí que la infamia se cometió de noche, y por la puerta de atrás, ¿en qué pensé? En aquel verso de Espronceda –creo que de El estudiante de Salamanca– que dice algo así como: Adiós, adiós, tu corazón perdí".
Y hablando de adioses, no sólo Salamanca se despide de esa manera odiosa de un Archivo que cobijó todos estos años para uso y disfrute de estudiosos e historiadores; en otro orden de cosas también para la revista Lateral ha llegado la hora de los adioses. Su director, Mihály Dés, se despide de sus lectores; a él también le ha podido la asfixia cultural nacional y la incuria nacionalista; seguirá con su página web (faltaría más), pero no será igual.
Lateral duró once años y aportó muchas cosas, se ocupó de aspectos de la literatura que no eran los habituales por estos pagos, entre otras cosas de la traducción; de hecho, fue la única publicación no especializada (en traducción me refiero) que dio cancha a los traductores literarios, los cuales, como a su vez suelen ser escritores –frustrados o no, me da lo mismo– y además conocen el texto desde sus más profundos adentros, tienen mucho que decir al respecto. Pero eso es algo que la crítica literaria al uso ignora. Aquella sección duró poco, pero hay que reconocerle el mérito y el esfuerzo.
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