El hermano Ramadan
La presencia de Tariq Ramadan en Madrid ha estado rodeada de polémica y con razón. No sólo es un hombre peligroso por sus ideas extremistas y por la influencia que éstas tienen en los jóvenes musulmanes europeos; además es un personaje muy conflictivo que entabla procesos a la primera de cambio.
Como el lobo del cuento, va por el mundo disfrazado de abuelita para camuflar sus intenciones, pero se le ve demasiado el afilado morro y la gran boca bien abierta "para comerte mejor, hija mía". Si fuera necesario llegaría a procesar a Caperucita por acusarle de intentar comérsela. Sus atenciones van ahora dirigidas a Caroline Fourest, periodista de investigación especializada en los fundamentalismos de toda laya, que ha tenido la deferencia de dedicarle un libro (Frère Tariq), publicado en Grasset. Fourest analiza la ambigua personalidad de este musulmán nacido en Ginebra, profesor de Universidad, nieto y heredero político del fundador de los Hermanos Musulmanes, Hassan-Al-Banna. La influencia de Ramadan en Suiza es tal, que ya en 1993 consiguió que se prohibiera en Ginebra la representación de una obra de Voltaire titulada Mahoma o el fanatismo, escrita en 1741.
Su propio fanatismo le ha llevado recientemente a publicar en el Foro Social Europeo —y luego en Le Courrier de Ginebra— una lista de intelectuales franceses judíos que, según él, controlaban el cotarro. Este rasgo de antisemitismo llenó de indignación incluso a los socialistas, que se negaron a que el "hermano Tariq" siguiera participando en el Foro. Precisamente, una de las cosas que analiza Carolina Fourest en su libro es la extraña connivencia que lleva a los militantes islamistas a establecer "esferas de colaboración" con la izquierda laica y altermundista, que es como llaman los franceses a la alianza de civilizaciones.
Yo recomendaría a la señora Fourest que se diera una vueltecita por España y entrevistara, por ejemplo, al presidente Rodríguez. Comprendería mucho mejor este interesante aspecto.
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