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(Publicado en Libertad Digital, Dragones y Mazmorras, el 2 de mayo de 2003 con el título de "La espuma de los días".
A pesar del sugerente título, no crean que voy a traicionar el contenido del mismo metiéndome esta semana en honduras. Entre otras cosas porque no hice mis deberes, o al menos, no a mi entera satisfacción, todo por las limitaciones de esta pobre naturaleza humana que no contempla la ubicuidad, que no hay que confundir, como hacen algunos, con la iniquidad, aunque esto último nos permita desplazarnos tan tranquilamente por la cuarta dimensión. Por ejemplo, el martes 29, tras la comida homenaje a Ramón Gaya, en el Reina Sofía (donde se muestra una espléndida retrospectiva, con cuadros inéditos, algunos por haber sido pintados recientemente —Gaya tiene ahora 93 años— y otros por pertenecer a colecciones privadas que nunca los habían prestado hasta ahora), tenía yo previsto asistir al “Recuerdo del Holocausto” que las organizaciones judías de Madrid habían convocado en la Asamblea de Madrid a las 20 horas, pero me fue imposible porque a esa misma hora se celebraba el funeral en memoria del pintor Eduardo Úrculo, a quien el destino me hizo conocer en tan funestas circunstancias, como conté en su día, y opté por acudir a la llamada de tan breve pero inolvidable amistad.
Tampoco pude asistir a la proyección de las películas del realizador francés Claude Lanzmann, en particular la de Shoah que nunca llegué a ver entera cuando la pusieron, hace años, en televisión, debido esta vez a la resaca del premio Cervantes, que exige mucha entrega y del que tarda una en recuperarse algo más de lo habitual. Por cierto, que el seguimiento del mismo en los medios no me ha deparado ninguna sorpresa, a pesar de que han intentado teñirlo de catastrofismo bélico. Ahora los progres quieren convencernos de que vivimos prisioneros de nuestro miedo y eso nos impide disfrutar de nuestra libertad. Por eso, según un articulista de La Vanguardia ha nacido la Multitud, surgida como Afrodita, de la espuma formada por la, desde ahora, depuesta Masa. El artículo, que se titula De repente, la multitud, es puro fascismo. Vaya el botón de muestra para que se enteren de cómo se come:
“A diferencia de eventos mediáticos generados por una llamada centrípeta, la multitud responde a una organización diaspórica. Millones de personas pueden adherirse a la misma causa mediante un correo que se multiplica como un virus. En este caso, el instrumento de conexión, lo que produce una alianza de tal magnitud, está en posesión de los individuos que componen la multitud. Por primera vez en la historia, el instrumento no es únicamente tecnológico. Los individuos son instrumentos de la multitud.”
Hace poco escribía Fernando Savater un artículo en el que se desmarcaba de la democracia sin ira (así se llamaba el manifiesto que firmamos algunos en apoyo de la política del gobierno ante la guerra de Irak) y apelaba a las reacciones coléricas para fustigar la democracia. A la democracia no hay que fustigarla, sino aplacarla, y eso lo debería de saber muy bien un filósofo que hace de bombero cuando le da la gana. Pero hay causas y causas, faltaría más y es muy duro pronunciarse y dar el salto, por eso algunas personas que siguen profesando en las izquierdas me daban el otro día en la fiesta real las gracias por escribir lo que escribo, que es lo que ellos piensan en voz baja aunque nunca se atreverían a decirlo en voz alta. Pero mientras deshojamos la margarita, ellos ya están aquí, ya han llegado, como dicen en las películas de terror los escasos supervivientes de una peligrosa epidemia, ante la irrupción, en masa o en multitud, de los portadores del virus al que algunos nos resistimos a rendirnos. Y es que, como me dijo uno de los firmantes del citado manifiesto: “Me siento como la guardia suiza de Luis XVI en las escalinatas de la Tullerías”. O como el héroe de Soy leyenda de Richard Mattheson, encarnado en Charlton Heston en una versión que titularon en español “El último hombre sobre la tierra”.
Publicado el 18:14 | Enlace permanente | Comentarios (0)
Para que luego digan que no han ganado.
«... cuando el Estado sea proletario, cuando sea para el proletario un instrumento de violencia sobre la burguesía, entonces seremos partidarios, íntegra e incondicionalmente, de un poder firme y del centralismo...»
Lenin preconizaba la «estructuración de toda la administración del Estado, desde abajo, por las propias masas», así se avanzaría firmemente hacia el socialismo, no implantándolo desde arriba, sino «elevando a las grandes masas de proletarios y semi proletarios hasta el arte de gobernar el Estado y de disponer de todo el poder»
Otra premisa es el «autogobierno», el método mejor de aprendizaje, la tesis de "la cocinera" :
«Nosotros no somos utopistas. Sabemos que cualquier peón y
cocinera no son capaces ahora mismo de ponerse a dirigir el Estado...
Pero... exigimos que se rompa inmediatamente con el prejuicio
de que administrar el Estado, llevar a cabo el trabajo cotidiano
de administración, es cosa que sólo pueden hacer los ricos
o funcionarios procedentes de familias ricas. Nosotros exigimos
que el aprendizaje de la administración del Estado corra a cargo de obreros y soldados conscientes, y que se acometa sin demora, es decir, que se empiece inmediatamente a hacer participar en este aprendizaje a todos los trabajadores, a toda la población pobre»
Porque:
«... El desarrollo del capitalismo crea las premisas para que 'todos' realmente puedan intervenir en la dirección del Estado. Entre estas premisas, se cuenta la instrucción general, conseguida ya por algunos países capitalistas más adelantados, la 'instrucción y la educación de la disciplina' de millones de obreros por el amplio y complejo aparato socializado de correos, de los ferrocarriles, de las grandes fábricas, del gran comercio, de los bancos, etc.»
Citas:
LENIN: Epidemia de credulidad, O. C, tomo XXV, .
LENIN: ¿Se sostendrán los bolcheviques en el poder? O. C, tomo XXVI,
Fuente:
MANUEL FOYACA DE LA CONCHA, "La sociedad socialista según Lenin".
Publicado el 12:59 en Comunismo | Enlace permanente | Comentarios (0)
La gran obra ¿biográfica? ¿memorística? de Andrés García de la Barga Gómez de la Serna "Corpus Barga" (1887-1975), es ingente, tanto por su contenido como por su forma: las ediciones existentes (Edhasa, y, posteriormente, algo más completa, la de Alianza Tres), necesitan un serio repaso (La puntuación es aleatoria, cuando no inexistente) y una ordenación temática más coherente.. Dicho esto, son una mina, primero, por el talento literario del autor y después por la intensidad de la época que le tocó vivir, y que queda reflejada en el subtítulo: "Una vida española a caballo en dos siglos, 1877-1957", con sus guerras, sus revoluciones, sus estadistas y sus escritores, y, por último, extremo éste de gran importancia, por la inquietud viajera y el excelente lugar que ocupaba el autor en la tribu literaria.
Me he referido en muchas ocasiones al rico anecdotario que se extraen de sus más de mil páginas y que ha sido utilizado, repetido y fagocitado por multitud de escribidores posteriores. Hay una en concreto, referida a Unamuno y Blasco Ibáñez, que merece ser restituida en su pleno contexto y voy a citar algunos fragmentos en su estricta literalidad:
"Blasco Ibáñez, instalado en el hotel del Louvre con vistas a la avenida de la Ópera, lo primero que pensó fue encontrar a Unamuno, dejándose de tiquismiquis de cuál de los dos va primero a ver al otro, sino buscándole donde fuera, ¿en la Rotonda?, pues en la Rotonda, qué horror. (...) el tema que monologaba Unamuno aquella tarde era el de la envidia española, qué pesado se ponía y cuánta razón tenía: "lo peor de la envidia no está en los estragos que produce, no se halla en ella misma como hecho, se halla como indicio, es síntoma de falta de vitalidad en la persona que la padece, en la sociedad donde abunda. Este, como cree que ha triunfado -decía don Miguel en un apunte de teatro, señalando con el pulgar a Blasco Ibáñez, cuya llegada, un acontecimiento, no había hecho cambiar a Unamuno de tema- no es envidioso, es lo que tiene de bueno". (...)
Blasco Ibáñez fue muy generoso yendo ahí porque la policía francesa le había aconsejado que no se exhibiera mucho pues tenían sospechas de la llegada a París de algún pistolero enviado por las autoridades de Barcelona. Las novelas policíacas y políticas del cine y la televisión encontrarían buenos argumentos en el pistolerismo barcelonés (que se extendió a toda España) si se conociera bien esta época, sucesora de otra época barcelonesa del crimen secreto, la de las bombas, la cual preocupó tanto a Pío Baroja que le llevó a ofrecerse a Lerroux para escribirle sus memorias de dicha época que Lerroux vivió y de la que en parte tenía la clave, no así Blasco Ibáñez, que no tenía ninguna clave política de tal importancia literaria, y tampoco era ya el agitador intrépido y el polemista valiente que ofreció en un desafío su abundante volumen físico a la puntería del mejor tirador de pistola que había entre los jefes de la Policía, el cual, en efecto, dio en el blanco en medio de la cintura de Blasco Ibáñez al que le salvó la hebilla del cinturón. Unamuno, sumido en su monólogo exterior, no dejaba de estar al tanto del chismorreo que corría por la superficie y fue él quien propuso verse en el hotel del Louvre donde por las mañanas Blasco Ibáñez recibía con un pijama de color claro y unas zapatillas de lujo" (...)
Hasta aquí la cita, extraída del 4º volumen de "Los pasos contados" (Alianza Tres, pp.311-312), de la que destaco dos perlas: "el tema que monologaba Unamuno aquella tarde" y "Unamuno, sumido en su monólogo exterior" que definen a Corpus Barga como el gran retratista que era.
Publicado el 10:46 en Literatura | Enlace permanente | Comentarios (0)
Al denunciar el escándalo morrocotudo que había llevado al capitán Dreyfus a la isla del Diablo, Zola no sólo consiguió que se reparara una injusticia, sino que además inventó una figura que tendría una inmensa fortuna durante el siglo XX: la del intelectual comprometido. J’accuse fue una bomba de relojería y dio justamente en el clavo. Pero al parecer, pudo también haber acabado explotando en la cara de su autor, quien murió en su domicilio de París, envenenado por las emanaciones de una estufa de carbón mal ventilada.
Pues bien, cien años después, un periodista francés, llamado Jean Bedel, publicó en la editorial Flammarion un libro titulado Zola assassiné, en el que desarrollaba una teoría que ya había avanzado en 1953 según la cual un tal Henri Buronfosse, deshollinador de profesión y militante de una organización nacionalista y antisemita, taponó la chimenea de la casa de Zola, movido por el odio que le tenía por haber destapado el “affaire Dreyfus”. Esta inquietante tesis, que al principio no tuvo ninguna repercusión, acabó siendo aceptada, casi sin reservas, por los actuales biógrafos. En su libro Bedel demuestra que las circunstancias de la investigación de la muerte del escritor no fueron muy claras.
Por ejemplo, se pasó por alto que aquel día los deshollinadores habían estado remoloneando por los tejados y se concluyó, bastante alegremente, que la muerte había sido accidental. Así fue como lo asumieron sus contemporáneos y resulta divertido comprobar lo poco caritativa que se mostró doña Emilia Pardo Bazán a este respecto, en una carta que dirigió a su amiga Blanca de los Ríos: “La muerte de Zola ha sido bien insípida. ¡Mire usted que calentarse con carbón mineral, la cosa más dañina, un escritor, abogado del progreso, de la higiene, un naturalista!”
Hay en estas palabras muy poco respeto por quien fue la cabeza de fila del movimiento que ella divulgó en su polémico libro, La cuestión palpitante, y al que se adscribió con reservas, aunque con consecuencias importantes para su vida privada ya que el escándalo que suscitó fue la razón principal de su separación matrimonial, decisión que, dicho sea de paso, no pudo ser más acertada, pues de poco le podía servir, sino de lastre, la presencia a su lado de un cónyuge carlista y muermo, por añadidura. Personalmente no puedo dejar de creer que la acritud y la ironía que se puede percibir en la mencionada carta es una especie de pequeña venganza que la ilustre escritora se permite hacia el que ella asumió como mentor, por las declaraciones de Zola a raíz de la traducción del libro de doña Emilia al francés:
“De novelas españolas —dice Zola a Rodrigo Soriano, redactor de La Época— ya he dicho que en Francia somos muy ignorantes. La señora Pardo Bazán ha escrito una obra que he leído. Es libro muy bien hecho, de fogosa polémica: no parece libro de señora. Aquellas páginas no han podido escribirse en el tocador. Confieso que el retrato que hace de mí la señora Pardo Bazán está muy parecido y el de Daudet, perfectamente. Tiene el libro capítulos de gran interés y, en general, es excelente guía para cuantos viajen por las regiones del naturalismo y no quieran perderse en sus encrucijadas y oscuras revueltas. Lo que no puedo ocultar es mi extrañeza de que la señora Pardo Bazán sea católica, ferviente militante, y a la vez naturalista; y me lo explico sólo por lo que oigo decir de que el naturalismo de esa señora es puramente formal, artístico y literario”. Creo que son estas palabras, que les acabo de subrayar, lo que no le perdonó la gran escritora.
Publicado el 20:50 en Francia, Literatura, Pardo Bazán, Ártículos prensa | Enlace permanente | Comentarios (0)
Recibí el otro día un correo de un amigo desde las chimbambas respondiendo a otro mío en el que le preguntaba si había sentado cabeza y encontrado algún muchacho de bien con el que casarse. "Te equivocas completamente si crees - me contestaba- que encuentro que eso sea un logro", y me confesaba que ese "derecho" había entorpecido sus relaciones con sus parejas, empeñados a toda costa en casarse. "Esa medida -escribe- es reaccionaria; los paladines de la libertad sexual que siempre han considerado el matrimonio una institución burguesa, luego despreciable, quieren ahora que todo el mundo acceda al dulce yugo del matrimonio y pretenden que los homosexuales nos convirtamos en personas "respetables", como esas chicas de saloon de las películas de John Ford que se casan con el héroe", y termina así su misiva: "¿Te imaginas lo que hubiera sido la fortuna literaria de Marcel Proust o de André Gide de haberse casado con alguno de sus amigos" O, para ser más nuestros, ¿se podría concebir felizmente casado con un adolescente filipino a Gil de Biedma? Goethe decía que prefería la injusticia al desorden, pues bien, Julia, te confieso que yo prefiero la literatura al nuevo orden. Pero ya sabemos lo que les gusta a los progres los experimentos de laboratorio".
Leyendo estoy, y a propósito de cierta polémica que acabo de sostener en torno a si el comunismo, a pesar de la caída del muro y el derrumbe de la Unión Soviética, había triunfado o no en las mentes occidentales, recordé aquella anécdota que refería Karl Jaspers (y que yo leí en un libro de Jean François Rével), sobre una discusión entre Joseph Schumpeter y Max Weber. Estaban todos en un café en Viena y discutían sobre la revolución rusa. Schumpeter se congratula porque al fin "el socialismo no se circunscribirá a un programa sobre el papel, sino que probará su viabilidad". Weber le responde que el comunismo, "en ese estado de desarrollo en Rusia, constituye un crimen, y que eso conducirá a una miseria humana sin precedentes y a una terrible catástrofe". Schumpeter dice: "sí, así sera ¡pero qué experimento de laboratorio". Y añade Weber: "un laboratorio lleno de cadáveres", a lo que Schumpeter replica: "eso se puede decir de cualquier sala de disección". Toda tentativa por cambiar hacia otros temas de conversación fracasa. Weber grita, se acalora. Schumpeter permanece silencioso y sarcástico. Los demás esperan, escuchando con curiosidad hasta que Weber se levanta bruscamente y dice: "No puedo entender nada de esto". Y sale del café. Schumpeter sigue sentado y dice sonriendo: "'Cómo se puede gritar así en un café!".
Publicado el 23:41 en Actualidad, Comunismo | Enlace permanente | Comentarios (1)
La biografía de doña Emilia de Pilar Faus
La extensa biografía publicada en 2003 por la Fundación Pedro Barrié de la Maza, obra de Pilar Faus, titulada "Emilia Pardo Bazán. Su época, su vida, su obra", consta de dos volúmenes de 601 y 641 páginas, respectivamente, y más que en la narración fluida de los hechos se centra, como suelen hacer casi todos los eruditos, en su obra. La exhaustiva documentación, el meticuloso recuento de datos y la magnífica bibliografía hacen de este libro un excelente instrumento de trabajo para futuros biógrafos más narrativos, o si prefieren, más frívolos, como una servidora y la estoy volviendo a consultar con la atención que se merece. No hay muchas biografías de doña Emilia (la de Carmen Bravo Villasante y Nelly Clemenssy serían las más sólidas), y menos tan completas como esta.
Faus cuenta muchas cosas que omiten las dos autoras antes mencionadas; por ejemplo, se extiende en relatar la trágica muerte del hijo y el nieto de doña Emilia, asesinados en Madrid, en 1936, en la famosa “matanza de la calle Goya” y cuyos nombres figuran escuetamente escritos como José Quiroga Pardo, omitiendo Pardo Bazán que es el apellido completo, y José Quiroga Esteban, en la lista de víctimas incluida en el libro de César Vidal, "Las checas de Madrid". Faus cuenta las circunstancias especiales de la muerte de los únicos descendientes varones de doña Emilia —circunstancias que yo no conocía hasta entonces y que son aterradoramente similares a lo que sucede en una de las primeras novelas de doña Emilia, titulada La Tribuna— y que, a su vez, le fueron contadas por Dálmiro de la Válgoma, secretario de la Academia de la Historia, ya difunto.
Al parecer, Jaime Quiroga Pardo Bazán, conde de Torre de Cela y capitán de caballería, tuvo un hijo ilegítimo con una mujer del pueblo que fue quien, convertido en miliciano, encabezó el pelotón que detuvo a su padre, y lo mató personalmente. El hijo legítimo de Quiroga, de 18 años, apareció de pronto y aunque su hermanastro no se atrevió a matarlo, lo hicieron sus compañeros. Posteriormente he oído otras versiones que hablan de una cruel persecución de las víctimas por las calles que acabó trágicamente en la pradera de San Isidro, como ocurrió con tantas otras, asesinadas por los milicianos en esas fechas, por eso un 15 de mayo, fecha de la festividad de San Isidro, oí decir en un autobús a alguien a quien habían preguntado si iría a la Pradera que él no iba ni atado a un sitio plagado de cadáveres y fue la primera vez también en que oí hablar de dicha matanza. Quizás esto explique el ferviente franquismo de la viuda y de la otra hija de doña Emilia, la también viuda del marqués de Cavalcanti, que regalaron a Franco una isleta cerca de la Coruña, así como facilitaron la adquisición de la Torre de Meirás por parte del Ayuntamiento de la Coruña para que fuera regalada a la familia Franco.
La Crónica de Destino.
El segundo título también es de 2003 y también consta de dos volúmenes. Se trata de La Crónica de Destino. Antología del semanario publicado entre 1957 y 1980. Lo publica, como es natural, la editorial Destino y la edición es obra de Alexandre Porcel. Esta publicación, como recuerda Porcel nació “en Burgos, en plena guerra civil española, como revista de la Jefatura Territorial Catalana de la agrupación política Falange Española. Destino se dirige a los catalanes del bando sublevado contra el gobierno de la República. Una vez acabada la guerra emprende de nuevo su andadura en Barcelona, e inicia la progresiva forja de su mítica identidad liberal”.
En total, 43 años de historia cultural, política y social de España, resumidos en 1.839 páginas entre los dos tomos. El primero abarca el período de 1937-1939 e incluye artículos de Gonzalo Torrente Ballester (“Sobre gobiernos legítimos”), Agustín de Foxá, Ignacio Agustí, Eugenio D’Ors y otros igualmente previsibles que continúan colaborando en la segunda etapa barcelonesa, la de 1939-1945, en la que se incorporan Josep Plá, Santiago Nadal, Vicens Vives, Juan Ramón Masoliver, Carlos Sentís, César González Ruano, entre otros. A partir de ahí empezarán a colaborar Néstor Luján, Sebastiá Gasch, Joan Teixidor, Carmen Laforet, Alberto Oliart, Oriol Bohigas.
El segundo volumen cubre la etapa de 1957 a 1980, y encontramos además de las firmas veteranas, otras nuevas como Camilo José Cela, Álvaro Cunqueiro, Juan Goytisolo, Miquel Dolç, José Jiménez Lozano, Francisco García Valdecasas, Pedro Gimferrer, Baltasar Porcel, Miguel Delibes, Eugenio Trías, Robert Saladrigas, Francisco Umbral… Hasta que en 1980, tras el editorial titulado “El honorable Jordi Pujol, "president" de todos”, desaparece la revista, vaya por Dios. Nunca se repitió nada parecido. Sic transit.
Publicado el 22:13 en Pardo Bazán, Ártículos prensa | Enlace permanente | Comentarios (0)
(Publicado en La Gaceta de Los Negocios, el 2 de diciembre de 2005).
Acabo de leer dos libros muy diferentes que, sin embargo, se complementan: Koba el Temible. La Risa y los Veinte millones, de Martin Amis (Anagrama) y Las aventuras prodigiosas, de Carlos Semprún (Seix Barral). Aunque el primero es misceláneo: memorias, historia, el segundo está construido como una novela.
Pero ambos son libros políticos y tratan de un mismo tema: de esa generación que al mismo tiempo que liberaba a Europa del cáncer del nacionalsocialismo, aplaudía, o a lo sumo, callaba, ante las palmarias aberraciones del comunismo, sin darse cuenta del paralelismo.
O sin querer darse cuenta, pues si pasamos por alto –y ya es mucho– lo que se sabía sobre el extermino de campesinos, la hambruna impuesta, el GULAG, los procesos de Moscú, hubo pronto una fecha, 1956 y un país, Hungría, cuya desgracia para algunos resultó decisiva, aunque otros no caerían del guindo hasta1968, tras lo de Checoslovaquia.
Para el padre de Amis, convertido del comunismo al anticomunismo, el 56 fue la fecha decisiva, mientras que Lorenzo, el protagonista de la novela de Semprún, enredado en el chantaje de la militancia antifranquista, tardó algo más, lo que nos permite adentrarnos en las redes clandestinas del PCE y el inútil sacrificio de los “viejos camaradas” en la España de Franco.
En ese ir y venir entre el París del barrio latino, intelectual y libresco, en el que confluyen numerosos exilios, y ese Madrid totalmente irreal, Lorenzo pierde la fe en el comunismo y abre los ojos a la realidad palmaria que encontramos en el otro libro, el de Amis, del que destaca una paradoja reveladora: la de que siempre se ha podido bromear sobre la Unión Soviética, pero nunca sobre la Alemania nazi.
Tal vez porque la rápida derrota de esta última ha excluido cualquier rememoración jocosa o exculpadora, mientras que la agonía del comunismo (aún no consumada) va acompañada de una jovial añoranza de connivencias imperdonables. Ah, y por si no lo saben, Koba es Stalin y los veinte millones, sus víctimas.
Publicado el 20:22 en Comunismo, Ártículos prensa | Enlace permanente | Comentarios (0)
(Publicado en Libertad Digital el 18 de julio de 2008)
Quienes crean que con el verano se termina la actividad libresca están totalmente equivocados. Tal vez ya no se presenten libros (sería una locura) pero los actores principales de la movida literaria se han desplazado a regiones más bonancibles, siempre bajo el amparo de la sacrosanta subvención, que es tan necesaria para la cultura como el agua para el agro.
Es decir, que se han ido a los cursos de verano. Hace ya tiempo que no tomo esa deriva, pero este año ni siquiera me he informado todavía de cómo van evolucionando. Va siendo hora, pues, de que me asome, aunque sea indirectamente, por alguno, y les cuente cómo se las arreglan para veranear sin perder dinero los escritores, editores y, en menor medida como siempre, los traductores; de los políticos me abstengo, aunque sean los más cotizados en estos momentos precisamente porque hay que echarles de comer aparte.
Quedo, pues, emplazada para contárselo la semana que viene porque ahora pretendo hablarles, para cerrar el curso y completar mi labor de comentarista de libros en la cadena COPE, de algunos autores y editoriales cuyos productos no gozan de la difusión suficiente para llegar a todos. Y no es que en La Linterna, o en El Peluco, haya tenido yo ninguna traba a la hora de hablar de libros considerados “raros” durante estos cuatro años en los que he estado colaborando felizmente en ambos programas, pues no creo que editoriales como "A la luz del candil, Basaría, El cocodrilo verde, Ellago, Ediciones del Viento, Llibres del Pexe o Reino de Redonda y Turpial Amaranto, de cuyos libros he hablado, a veces en más de una ocasión, sean más conocidas ni estén mejor distribuidas que estas otras de las que les voy a hablar ahora, pero es cierto, que por razones de espacio y en algunos casos por imposibilidad manifiesta de adquirirlos, he dejado fuera algunos libros cuyos autores han tenido la amabilidad de mandármelos y que yo no quisiera dejar definitivamente olvidados.
Encabeza la lista una obra primeriza, la de Gabriel Lumeo, titulada con gran sentido del humor Principiantes. Inventario de comienzos sin final feliz, publicada en la editorial Efímera, Biblioteca de Clásicos Fugaces. Sin duda es una broma que el autor ha querido gastarse a sí mismo, pero a la luz de la donosura con que lo hace estoy convencida de que este intento voluntariamente frustrado de ingresar en la orden literaria, tendrá secuelas. Otro de mis “olvidados” es José María García Charlo, quien publica en la editorial A la luz del candil (Madrid), ya citada, Los amigos olvidados, también una especie de inventario de frustraciones, esta vez, de esos amigos imaginarios de los niños, que luego, cuando sus creadores se hacen adultos, se quedan por ahí tirados. Por su parte, Elisa Romero Huidobro y Lola López Díaz, profesoras de literatura, me mandaron un precioso libro de cuentos, hecho al alimón y editado con muchísimo mimo bajo el sello de “Colección Ulises” y sin tan siquiera un ISBN al que agarrarse. Imposible, entonces, su difusión. Pero ahí queda.
Víctor Andresco (descendiente de los famosos hermanos Andresco que tradujeron la mayor parte de la literatura rusa al español), también traductor del ruso y licenciado en Filología eslava, ha publicado en SIAL Ediciones/Fugger Libros (Madrid) un libro lleno de humor y de claves literarias, titulado Los clavos del cielo e Irene Jiménez, una jovencísima escritora murciana, entra en la literatura con un libro de cuentos, La hora de la siesta, un título muy veraniego y que se lee muy bien, publicado en la editorial Arguval (Málaga).
Para terminar, la Diputación de Córdoba publica Tarta noruega, de Alberto Castellón Serrano, ganador del “Premio de Novela Corta Diputación de Córdoba 2001”. El autor es un matemático puro, concretamente profesor de Álgebra en la Universidad de Málaga, otra prueba de que las matemáticas no sólo no están reñidas con la imaginación, sino que la estimulan como sabemos los lectores de Lewis Carrol. Si lo he dejado para el final no es por su título evocador de un postre, sino porque me ha gustado tanto el libro como la carta con la que me lo mandaba de la que reproduzco lo siguiente:
“El hecho de dirigirme a usted se origina en que sus críticas no se circunscriben a libros de gran tirada avalados por el espíritu comercial de las editoriales de ámbito nacional, sino que, con frecuencia, sus comentarios se centran en textos de menor difusión y siempre pensando en la buena literatura más que en el impacto de los éxitos de venta”.
Es exactamente lo que he pretendido hacer durante estos años y me alegro de no dejar definitivamente olvidados a quienes han confiado tanto en mí.
Publicado el 19:29 en Flotante en el periodismo, Literatura, Ártículos prensa | Enlace permanente | Comentarios (0)
Algunas cosas que sé sobre Henri Michaux
Estas notas que transcribo a continuación, tomadas mientras me documentaba para unas traducciones de Henri Michaux, así como para la introducción que tuve que escribir para ellas, no me sirvieron para nada relacionado con dichas tareas, pero es muy frecuente que esto ocurra, de forma que acaba uno sabiendo más de lo que se precisa para llevarlas a cabo. Benditos sean esos meandros que te conducen al océano, aunque nunca acabes de explorarlo del todo.
En septiembre de 1936, Henri Michaux está en Buenos Aires, invitado por Victoria Ocampo, para asistir al XIV Congreso del PEN Club, del que ha sido nombrada Vicepresidenta. Durante este tiempo –del 5 al 15– reside en casa de Victoria, estancia que prolonga para intervenir en una charla para los colaboradores de la Revista SUR, donde conoce a Jorge Luis Borges y a Adolfo Bioy Casares. De este encuentro nace, por parte de Borges, la intención de traducir “Un bárbaro en Asia”. Borges le recuerda como a “un hombre sereno y sonriente, muy lúcido, propenso a la ironía”. Otro rasgo que le seduce es que “no parece profesar ninguna de las supersticiones de su época. Desconfiaba de París, de las capillas literarias, del culto, entonces obligatorio a Pablo Picasso y también desconfiaba de la sabiduría oriental. ¡Cuántas conversaciones hemos mantenido Henri Michaux y yo en las calles y en los cafés de Buenos Aires, conversaciones de las que conservo el recuerdo, como una música irrecuperable e intensa, de duradero placer!”
Por esa misma época Michaux escribe a Jean Paulhan, así, con mayúsculas: “ESTOY ENAMORADO; ¿TÚ CREES QUE ELLA ME QUERRÁ?” No se sabe si “Ella” es Susana Soca, acaudalada hija única de un famoso médico uruguayo, traductora a su vez, o a Angélica Ocampo, la hermana pequeña de la saga de las Ocampo, de la que fue amante fugaz. Al parecer, Michaux la pidió en matrimonio pero ella le rechazó porque consideraba incompatibles sus respectivos rangos sociales.
Michaux se encontraba muy a gusto en Argentina y concretamente en Buenos Aires. Fue Jules Supervielle, nacido en Montevideo (como Isidore Ducasse, el famoso Conde de Lautréamont y Jules Laforgue, a quienes también les dio por nacer ahí), quien le llevó hasta el Río de la Plata, así como unos años antes, en 1934, le hizo conocer España. Michaux, tras visitar a Supervielle en su casa de Tossa de Mar, estuvo unos meses en Barcelona, ciudad que no le gustó nada, “los catalanes son exasperantes”, escribió a Paulhan. Luego luego visitó Canarias, que le pareció horrible de forma que en vez de pasar un año, como pretendía al principio, se quedó sólo tres días y renunció a visitar las Baleares, concluyendo de tal experiencia que, definitivamente, detestaba a los españoles. Por lo tanto, se fue a Madrid, donde también estuvo tres días, y tomó el tren para Lisboa. Michaux quedó de inmediato seducido por Portugal: “Este, dijo, este es el país que buscaba”.
Fuente: Jean Pierre Bernès, Henri Michaux, Obras Completas, Bibliothèque de la Pléïade, T.I, pp. LXVIII y XCIX, y l’Herne, p. 44).
Publicado el 18:57 en Francia, Literatura | Enlace permanente | Comentarios (0)
Publicado en La Gaceta de los Negocios, el 26 de junio de 2006 con el título de "El español". |
Se acaba de celebrar en Sevilla un congreso sobre la dimensión económica del idioma español, al que algunos llaman "nuestro petróleo". Según un informe, el español representa para España un valor económico equivalente al 15% del producto nacional bruto. La demanda de su enseñanza no ha dejado de crecer esta última década y son muchos los hombres de negocios que lo estudian y no sólo en los Estados Unidos. Incluso George Steiner, el gran pensador y lingüista, autor de Después de Babel, se ha dado cuenta del empuje y de la creatividad de nuestra lengua y lo menciona en una reciente entrevista a "Le Magazine Littéraire", para asombro del entrevistador que no parecía esperar esa respuesta: "El español está conociendo una expansión fulminante en las Américas. García Lorca, a finales de los años treinta, dijo que Nueva York sería una ciudad española. Y acertó. Mientras que la literatura inglesa, la de Inglaterra, palidece bajo el boomerang del genio americano, la literatura española, de España, ha prosperado con el boomerang sudamericano y conoce un período creativo extraordinario.' La lengua española no es patrimonio exclusivo de España, y sin embargo parece que es aquí donde menos se la valora. Lejos de aprovecharse de esa riqueza, los nuevos estatutos de las autonomías están dispuestos a perder lo que habían conseguido. Piénsese, para entenderlo, lo que supuso la Universidad de Barcelona para la enseñanza del español como lengua extranjera y lo que supone ahora. Pura pérdida. |
Publicado el 19:42 en Flotante en el periodismo, Lengua, Ártículos prensa | Enlace permanente | Comentarios (0)
Como todos los años por estas fechas, desde hace ya doce, he asistido en Tarazona a las Jornadas sobre traducción literaria que organiza la Casa del Traductor de esa villa, con el patrocinio de diferentes instituciones públicas y privadas, estatales, paraestatales y autonómicas. Hermosa peregrinación para la que hay que recorrer, desde Madrid, un espacio lo suficientemente dilatado de España como para apreciar su diversidad geográfica. De las feraces vegas del Duero pasando por los páramos de la Extremadura soriana y de Aragón, hasta llegar a las estribaciones del Moncayo, la naturaleza nos regala con su mejor paleta y es un placer, sobre todo en el momento crepuscular de la vuelta, contemplar tal cantidad de sueño bajo un velo encendido, que diría Paul Valéry. Descartado mi indudable interés por la traducción y la literatura, y a riesgo de que se me tache de esteticista, este "intenso cromatismo otoñal" es uno de los motivos principales que me lleva a esas tierras, unido al laudable propósito de hacerme con el mejor aceite de oliva que pueda darse y no me corto. Suelo comprarlo en una vieja almazara, situada muy cerca de la Casa del Traductor, por cierto. Para que te atiendan, hay que llamar al dueño por teléfono, como si fuera el párroco de alguna iglesia de pueblo. El joven que nos atendió pertenecía ya a la cuarta generación de aceiteros y, lleno de orgullo, nos enseño la fábrica semi derruida que todavía mantiene la maquinaria en pleno uso. Este año hube además de felicitarle pues en 2003 les habían concedido un premio a la empresa artesanal más antigua de Aragón, lo que testimoniaba gráficamente un recorte de periódico ampliado en el que se veía al Príncipe de Asturias –todavía sin Leticia– entregándole el galardón.
En la visita me acompañaban Soledad Puértolas –la escritora invitada este año para el congreso– y Francisca González Arias, su traductora al inglés. Esta hispanista norteamericana de origen gallego es profesora de español en Boston. Está especializada en una autora que me es muy cercana, doña Emilia Pardo Bazán, sobre la que ha escrito numerosos artículos. Cuando leyó Burdeos, de Soledad Puértolas, inmediatamente quiso traducirlo. Tardó algún tiempo en encontrar editor (los anglosajones son muy suyos y les importa muy poco la literatura contemporánea ajena) pero lo consiguió. El otro traductor invitado para hablar con "su autora" fue el francés Claude Bleton, que como buen hispanizante –término acuñado por ellos mismos para diferenciarse de los hispanistas propiamente dichos, con todas las diferencias académicas y eruditas que ello implica– ha traducido más de cien títulos de novelistas españoles contemporáneos: Gonzalo Torrente Ballester, José Jiménez Lozano, Carmen Martín Gaite, Luis Mateo Díez, por supuesto, Soledad Puértolas y muchos más. Pero el protagonismo de Bleton no se quedó ahí sino que se prolongó de manera muy especial con la presentación de su primera novela, que tiene el significativo título de Los negros del traductor. Como verán ni el título ni la ocasión podían ser más oportunos. La novela acaba de publicarse en Francia con éxito y ha sido traducida en un tiempo récord. La editorial "El Funambulista", que se ha encargado de publicarla, es nueva y ha sido fundada por una serie de jóvenes traductores que trabajan en las instituciones europeas. Su director, Max Lacruz, es hijo del famoso editor Mario Lacruz de quien todos guardamos el mejor recuerdo, y con esta editorial pretende hacer realidad aquello de que "de casta le viene al galgo". Pues bien, la traducción de esta novela, que se presenta como un guiño metaliterario pero que es mucho más profunda de lo su argumento podía dar a entender, ha sido objeto de un experimento lingüístico que, en mi opinión, no ha favorecido en modo alguno el resultado.
En ella han intervenido cuatro traductores, María Teresa Gallego, Andrés Ehrenhaus, Miguel Sáenz y Jesús Zulaika. Cada uno, en sí mismo considerado, es un excelente traductor, pero el conjunto de estilos –entiendo por estilo el modo en que cada cual utiliza los recursos morfosintácticos de la lengua– forzosamente afecta al conjunto y tal parece que la novela estuviera redactada a trompicones y con evidente descuido. Conozco muy bien la teoría de la "partitura" y de la ejecución musical con la que se compara muchas veces a la traducción, y estoy de acuerdo con ella, en lo que se refiere a su aprendizaje, pero a la hora de ejecutarla en público conviene tener un criterio unitario o al menos un director de orquesta. Dicho esto, o a pesar de esto, la novela es una delicia. Este es, resumiendo muy deprisa, su argumento: Un traductor francés del español, harto de que los escritores españoles pierdan su tiempo en las tascas y tarden tanto en escribir una nueva novela, decide ponerse a la tarea él mismo, escribiendo novelas con la única intención de que sean las traducciones de unos originales todavía inexistentes, que encargará a diferentes autores españoles. Cuando algunos de estos se cansan del juego, el traductor empieza a eliminarlos. Esa alta mortandad entre novelistas españoles contemporáneos empieza a resultar sospechosa y eso supone la caída absoluta del original traductor quien, tras la funesta experiencia sigue firme en sus teorías sobre la creación y la escritura: "un autor es un señor que sabe devolver una traducción al texto original, un señor que exige una buena traducción para escribirla luego como Dios manda, un impostor que copia el modelo". Como ven, todos los fantasmas del traductor y del escritor están presentes en esta singular recreación del mito faústico.
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La fuerza del cemento |
Publicado el 7 de noviembre de 2005 en la Gaceta de los Negocios
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Publicado el 19:31 en Actualidad, Flotante en el periodismo, Ártículos prensa | Enlace permanente | Comentarios (0)
Artículo Publicado en La Gaceta de los Negocios el 13 de marzo de 2006 con el título de "Vaya corresponsales". |
La editorial Aguilar acaba de publicar un libro titulado Vaya País. Cómo nos ven los corresponsales de prensa extranjera, que recoge las opiniones de 18 periodistas que trabajan en nuestro país. Algunos tienen lazos familiares o afectivos con España, otros están aquí en cumplimiento de sus obligaciones profesionales, pero todos se han visto implicados en la vida nacional. Las procedencias son también muy distintas, aunque abundan los alemanes (cinco), casi siempre por esas razones sentimentales a las que aludí más arriba. El resto abarca prácticamente lo que conocemos por Primer Mundo. Hay dos francesas, dos británicos, dos holandeses, una italiana, un japonés, una mexicana, una estadounidense, un finlandés, un portugués y un suizo, Werner Herzog, y cito su nombre no por hacer de menos a los demás, sino porque es el coordinador.
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Publicado el 21:16 en Actualidad, Ártículos prensa | Enlace permanente | Comentarios (0)
Como todos los que se dedican a esto de la escritura, recibo algunos manuscritos de aspirantes a literatos, deseosos de una opinión o un consejo para publicar esa primera novela que, esperanzados, ofrecen a tu consideración. Contrariamente a lo que creen los legos, no es preciso hacer una lectura exhaustiva del un texto -de la primera a la última línea- para apreciar el talento de quien lo ha escrito. En la vida del leyente (que diría Borges), sobre todo si lo es de oficio, llega un momento en que se puede asimilar un párrafo entero de una ojeada, con un margen de error en su comprensión global relativamente pequeño. Al menos eso espero.
Desde luego, no creo que un genio vaya a pasar desapercibido con ese método, y en cambio se ahorra mucho tiempo descartando nonadas con cierta rapidez. No de otro modo proceden los lectores de las editoriales con los manuscritos que reciben a diario. Esto es pura teoría, válida para quienes se amparan en el anonimato de una lectura meramente profesional (otra forma de negros literarios), pero no sirve para quien tiene que vérselas con un joven ilusionado que te mira a los ojos mientras espera tu veredicto.
En las distancias cortas, te la juegas, como se decía en cierto anuncio de tráfico (¿o era un desodorante?); por eso, después de haberme sentido responsable de alguna depresión e incluso de haber perdido la amistad de personas que me eran gratas, cuando alguien me pide que le haga ese favor le contesto como Bartleby, el escribiente de Melville: "Preferiría no hacerlo".
(Publicado en La Gaceta de los Negocios, el 23 de noviembre de 2006, con el título de "El lector profesional").
Publicado el 19:04 en Literatura, Ártículos prensa | Enlace permanente | Comentarios (1)
Una de las metáforas más citada sobre la novela es la que la convierte en «un espejo que se pasea por el camino». La fórmula es de Stendhal y ha hecho fortuna. Algunos autores, como el malogrado escritor Georges Perec, uno de los integrantes del grupo experimentalista OULIPO al que también pertenecía Raymond Queneau e Italo Calvino, en su última e inacabada novela 53 días (que son los que tardó Stendhal en escribir La Cartuja de Parma), recrea numerosas variantes sobre esta frase.
Pero en realidad, como suele ocurrir siempre con los logros más difundidos, la metáfora es más antigua. En Cervantes encontramos, por dos veces, algo similar y, aunque no va a referido a la novela, sino a la comedia, tiene la misma eficacia. En la primera, el cura se queja con el barbero de la decadencia de la comedia que ha dejado de ser lo que era, es decir, «según le parece a Tulio, espejo de la vida humana, ejemplo de las verdades e imagen de la verdad» (Don Quijote I, 48) y más adelante, don Quijote explica a Sancho que la comedia nos pone «un espejo a cada paso delante, donde se veen al vivo las acciones de la vida humana y ninguna comparación hay que más al vivo nos represente lo que somos y lo que habemos de ser como la comedia y los comediantes» (Don Quijote, II, 12).
Este concepto del novelista o del comediógrafo como notario de la historia, según Zola, o como el gran revelador de la verdad, según Soltzenitsyn, remite a la fructífera megalomanía de los novelistas, además de a su evidente desconfianza en la labor de los relatores, documentalistas e historiadores.
Publicado en "Rinconete", Centro Virtual Cervantes (CVC), el 18 de septiembre de 2000.
Publicado el 10:32 en Literatura, Ártículos prensa | Enlace permanente | Comentarios (0)
Cuando algo nos indigna, como ocurre con los crímenes de ETA, se crea cierta incapacidad para expresarlo, como si de tanto repetirlos hubiéramos desgastado la eficacia de los términos adecuados. Por eso decimos que “no hay palabras". Es muy frustrante, porque se tiene la impresión de que los criminales acabarán creyendo que la sociedad, al haberse acostumbrado a sus desmanes, los admite.
Pues bien, ya en una ocasión parecida, hice un recuento de palabras que me vinieron a vuela tecla, para completar aquellas que nos faltan en el momento de calificar hechos como el aquí contemplado. Esta vez he recurrido a esos benditos auxiliares que nos demuestran que sí hay palabras:
Para empezar, se trata de una aberración, una abominación, un abuso, una afrenta, una atrocidad, una abyección, una barbaridad, un desafuero, una desmesura, un desprecio, un despropósito, una desvergüenza, una felonía, una inclemencia, una indignidad, una injuria, una injusticia, una inmoralidad, un insulto, una maldad, una ofensa, una sevicia, una vergüenza, una vesania, una vileza, un ultraje.
En consecuencia, se trata de algo abominable, abusivo, afrentoso, artero, bárbaro, censurable, culpable, cruel, denigrante, desaforado, desmesurado. despreciable, detestable, execrable, hiriente, impío, inaceptable, indebido, indeseable, indigno, inexcusable, injustificable, injusto, inmerecido, inmoral, innoble, insultante, lacerante, lancinante, lesivo, malo, malvado,ofensivo, perverso, protervo, rastrero, reprobable, ultrajante, vergonzoso, vesánico, vituperable, y zahiriente.
Hay muchas más, algunas muy expresivas, pero estoy segura de que no hace falta ni sugerirlas. Vamos, que sí hay palabras.
Y a propósito de las víctimas, el sufrimiento y la memoria, me gustaría citar algo que dijo en 1998 la teóloga judía Goodman-Thau a raíz de un coloquio en el que participaban, entre otros, el cardenal Ratzinger (La provocación del discurso sobre Dios, editorial Trotta): “Asumir el sufrimiento ajeno, cimentar la paz, conformar la vida de uno de acuerdo con eso, es un elemento mesiánico, un martyrium. Éste sería mi memorial. Grabar en él los nombres de las víctimas sería obsceno. Porque en cada nombre de víctima va inscrito el de un culpable. Habría que hacer un monumento en el que sólo se grabaran los nombres de los culpables…”
Por eso hay que saberlos, para grabarlos: nombre, apellidos, y luego profesión: asesino.
Publicado el 19:33 en Actualidad, Terrorismo | Enlace permanente | Comentarios (1)
Publicado el 18:04 en Actualidad, Comunismo, Ártículos prensa | Enlace permanente | Comentarios (0)
El pasado día 31, víspera de Todos los Santos, un amigo oyó por la radio que el don Juan de Zorilla era "el Halloween español". Cuando ya nos estábamos acostumbrando a esa movida importada para entretener a la infancia, esta frase nos desvela hasta qué punto estas fiestas, tanto en su vertiente "sagrada" (Todos los Santos) como en la "profana" (Halloween), están desvirtuadas. La diferencia reside en que los contenidos de la primera se mantienen a través de los siglos -con las pertinentes adaptaciones a los tiempos- mientras que la segunda ha perdido, afortunadamente, su contenido satánico.
Cuando nuestros niños se visten de brujas y demonios no lo hacen para participar en ningún sacrificio ritual, ni salen a la calle para saciar el hambre de los muertos, a quienes se suponen que dan suelta esa noche, como se hacía, mucho antes de Cristo, en la tradición celta. Tradición que también subyace, contenida y rescatada por la fe (Zorrilla lo deja muy claro en su obra) en nuestra católica fiesta. El miedo a los muertos es ancestral, está ahí latiendo en todas las pesadillas y tenemos una prueba irrefutable en el contenido de nuestro folklore nacional, donde abundan los cuentos de terror relacionados con esa noche incierta.
Es indudable la superioridad de nuestra fiesta sobre la de ellos. A las angustias de la muerte, a los terrores de los monstruos del averno, oponemos la piedad por el alma de nuestros difuntos. Lo primero da mucho juego en la literatura y en el cine, lo segundo, el consuelo del perdón y la esperanza en la vida eterna. "No quisiera verme privado -decía Goethe a Eckermann, en 1824- en modo alguno de la felicidad de creer en una futura perduración; diría, incluso, como Lorenzo de Médicis, que quienes no esperan otra vida, también están muertos para ésta..."
Publicado el 20:08 en Actualidad, Literatura, Religión | Enlace permanente | Comentarios (0)
Tariq Ramadan está de nuevo en el candelero, esta vez por haber sido acusado de violación por varias mujeres. El que fuera considerado el George Clooney de los musulmanes, y clasificado en 2004 por el semanario Time entre las cien personalidades más influyentes del mundo tiene ahora a todo el mundo en contra. En mis archivos he encontrado el siguiente texto, publicado en La Gaceta de los Negocios el 31 de octubre de 2005, en su momento de mayor popularidad. |
El hermano Ramadan La presencia de Tariq Ramadan en Madrid ha estado rodeada de polémica y con razón. No sólo es un hombre peligroso por sus ideas extremistas y por la influencia que éstas tienen en los jóvenes musulmanes europeos; además es un personaje muy conflictivo que entabla procesos a la primera de cambio.
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Publicado el 22:50 en Flotante en el periodismo, Ártículos prensa | Enlace permanente | Comentarios (0)
Como las golondrinas en primavera, vuelven los muertos a requerir nuestra atención esta noche, si es que alguna vez los olvidamos. He contado muchas veces las terroríficas veladas de difuntos que pasaba de niña, en la casa familiar, gracias a las extraordinarias dotes narrativas de una de mis abuelas, que no ahorraba ningún detalle, por muy escabroso que fuera, para explicarnos -a los nietos- por qué había que encender esas lamparillas tan misteriosas, cuya vacilante luz iluminaba siniestramente la habitación, casi en penumbra, en la que ella, oscura y enigmática, nos contaba espantosos relatos de venganzas de ultratumba, acurrucados de miedo entre sus faldas, siendo como ella era, en el fondo, la que más miedo nos daba. Toda cultura se asienta en los cuidados que se dispensan a los muertos para asegurar su viaje eterno. dice Jean Clair, pues bien, las luminarias de mi abuela eran las atenciones que les prodigaba para que que no se les ocurriera dar la vuelta.
Era una tradición que yo no me perdía por nada del mundo, aunque los mayores nos supiéramos de memoria cuántos hígados, pajarillas y demás vísceras se comían los irritados cadáveres que aprovechaban la licencia que se les da esa noche para vengarse de quienes les perjudicaron en vida. A cambio, uno y otro año, nosotros la leíamos "El monte de las ánimas" de Bécquer y mi abuela asentía, llena de orgullo, como si lo hubiera escrito ella misma. Y estoy segura de lo que habría bordado. El Don Juan Tenorio de Zorrilla no tenía para ella secreto alguno y lo había visto representado miles de veces, tanto en el teatro como después en la televisión. Con ella lo vi yo por vez primera. Ni qué decir tiene que nuestra escena favorita era la del convidado de piedra, que conectaba directamente con su riquísimo imaginario. Pero a ella no le gustaba el final, decía que doña Inés era una mojigata hipocritona y que el Comendador se los tenía que haber llevado a los dos, por los pelos, al infierno. No se andaba con contemplaciones, mi abuela.
He crecido mucho y soy yo la que cuenta ahora esas historas a mis nietos para que no caigan en esa trampa de Halloween con que les bombardean desde todos los medios: colegio, prensa, television, cine, etc. Ya no tengo miedo de los muertos (sólo me guardo de los vivos) y mucho menos de ella, pero esta noche, tan especial para mí, volveré a encender lamparillas para los difuntos, por si acaso.
Otrosí,
Publicado el 14:56 en Actualidad | Enlace permanente | Comentarios (1)
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