La biografía de doña Emilia de Pilar Faus
La extensa biografía publicada en 2003 por la Fundación Pedro Barrié de la Maza, obra de Pilar Faus, titulada "Emilia Pardo Bazán. Su época, su vida, su obra", consta de dos volúmenes de 601 y 641 páginas, respectivamente, y más que en la narración fluida de los hechos se centra, como suelen hacer casi todos los eruditos, en su obra. La exhaustiva documentación, el meticuloso recuento de datos y la magnífica bibliografía hacen de este libro un excelente instrumento de trabajo para futuros biógrafos más narrativos, o si prefieren, más frívolos, como una servidora y la estoy volviendo a consultar con la atención que se merece. No hay muchas biografías de doña Emilia (la de Carmen Bravo Villasante y Nelly Clemenssy serían las más sólidas), y menos tan completas como esta.
Faus cuenta muchas cosas que omiten las dos autoras antes mencionadas; por ejemplo, se extiende en relatar la trágica muerte del hijo y el nieto de doña Emilia, asesinados en Madrid, en 1936, en la famosa “matanza de la calle Goya” y cuyos nombres figuran escuetamente escritos como José Quiroga Pardo, omitiendo Pardo Bazán que es el apellido completo, y José Quiroga Esteban, en la lista de víctimas incluida en el libro de César Vidal, "Las checas de Madrid". Faus cuenta las circunstancias especiales de la muerte de los únicos descendientes varones de doña Emilia —circunstancias que yo no conocía hasta entonces y que son aterradoramente similares a lo que sucede en una de las primeras novelas de doña Emilia, titulada La Tribuna— y que, a su vez, le fueron contadas por Dálmiro de la Válgoma, secretario de la Academia de la Historia, ya difunto.
Al parecer, Jaime Quiroga Pardo Bazán, conde de Torre de Cela y capitán de caballería, tuvo un hijo ilegítimo con una mujer del pueblo que fue quien, convertido en miliciano, encabezó el pelotón que detuvo a su padre, y lo mató personalmente. El hijo legítimo de Quiroga, de 18 años, apareció de pronto y aunque su hermanastro no se atrevió a matarlo, lo hicieron sus compañeros. Posteriormente he oído otras versiones que hablan de una cruel persecución de las víctimas por las calles que acabó trágicamente en la pradera de San Isidro, como ocurrió con tantas otras, asesinadas por los milicianos en esas fechas, por eso un 15 de mayo, fecha de la festividad de San Isidro, oí decir en un autobús a alguien a quien habían preguntado si iría a la Pradera que él no iba ni atado a un sitio plagado de cadáveres y fue la primera vez también en que oí hablar de dicha matanza. Quizás esto explique el ferviente franquismo de la viuda y de la otra hija de doña Emilia, la también viuda del marqués de Cavalcanti, que regalaron a Franco una isleta cerca de la Coruña, así como facilitaron la adquisición de la Torre de Meirás por parte del Ayuntamiento de la Coruña para que fuera regalada a la familia Franco.
La Crónica de Destino.
El segundo título también es de 2003 y también consta de dos volúmenes. Se trata de La Crónica de Destino. Antología del semanario publicado entre 1957 y 1980. Lo publica, como es natural, la editorial Destino y la edición es obra de Alexandre Porcel. Esta publicación, como recuerda Porcel nació “en Burgos, en plena guerra civil española, como revista de la Jefatura Territorial Catalana de la agrupación política Falange Española. Destino se dirige a los catalanes del bando sublevado contra el gobierno de la República. Una vez acabada la guerra emprende de nuevo su andadura en Barcelona, e inicia la progresiva forja de su mítica identidad liberal”.
En total, 43 años de historia cultural, política y social de España, resumidos en 1.839 páginas entre los dos tomos. El primero abarca el período de 1937-1939 e incluye artículos de Gonzalo Torrente Ballester (“Sobre gobiernos legítimos”), Agustín de Foxá, Ignacio Agustí, Eugenio D’Ors y otros igualmente previsibles que continúan colaborando en la segunda etapa barcelonesa, la de 1939-1945, en la que se incorporan Josep Plá, Santiago Nadal, Vicens Vives, Juan Ramón Masoliver, Carlos Sentís, César González Ruano, entre otros. A partir de ahí empezarán a colaborar Néstor Luján, Sebastiá Gasch, Joan Teixidor, Carmen Laforet, Alberto Oliart, Oriol Bohigas.
El segundo volumen cubre la etapa de 1957 a 1980, y encontramos además de las firmas veteranas, otras nuevas como Camilo José Cela, Álvaro Cunqueiro, Juan Goytisolo, Miquel Dolç, José Jiménez Lozano, Francisco García Valdecasas, Pedro Gimferrer, Baltasar Porcel, Miguel Delibes, Eugenio Trías, Robert Saladrigas, Francisco Umbral… Hasta que en 1980, tras el editorial titulado “El honorable Jordi Pujol, "president" de todos”, desaparece la revista, vaya por Dios. Nunca se repitió nada parecido. Sic transit.
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