PRIMER ACTO
(Madrid, Rodrigo y Patricia, dos antiguos compañeros de Universidad, casi en la treintena, se encuentran en la calle de Alcalá, en el cruce con Goya, frente a un semáforo en rojo)
Rodri: ¡Pero bueno, Tricia, qué alegría! ¡Cuánto tiempo!
Tricia: Sí, desde las Navidades pasadas.
Rodri: ¿Sigues teniendo el mismo número?
Tricia: Semper fidelis.
(El disco se pone en verde y cruzan los dos)
Rodri: Tricia, te dejo; ando de cabeza porque vuelven mi hermano y nuestra madrastra que se han casado en Australia y tenemos que pasar juntos estos día
Tricia: ¿Por el rito pagano celta? Conozco a unos hermanastros adoptivos que han tenido que hacer lo mismo. Yo también ando liada: mi hermano y mi cuñada vuelven de China: por fin han llevado a sus niños a que conozcan su país.
Rodri: ¡Nos llamamos!
Tricia: ¡Nos llamamos!
Rodri (ya en lontananza): Sin falta, en cuanto pasen estas entrañables fiestas.
Tricia (casi a gritos): ¡Eso!
SEGUNDO ACTO
(Patricia y Rodrigo se encuentran en un taller de reparación de automóviles, justo cuando van a meterse en sus respectivos coches)
Rodri: ¡Vaya, Tricia!
Tricia: ¡Hombre, Rodri!
Rodri: Ya es casualidad, nos hemos visto hace nada.
Tricia: Bueno, fue en Navidad, ahora es Semana Santa.
Rodri: ¡Semana Santa! Te juro que para mí es como si nos hubiéramos visto ayer mismo.
Tricia: El tiempo vuela… y míranos, otra vez escopetados.
Rodri: ¡Y que lo digas!, Yo vengo a recoger mi coche para llevar a los perros de mi madrastra, digo, mi cuñada, a la finca.
Tricia: Pues yo he venido a poner unas escobillas nuevas; ahora mismo salimos para el norte y dicen que va a nevar.
Rodri: En cuanto pasen estas fechas nos llamamos sin falta.
Tricia: Eso está hecho.
TERCER ACTO
(Es verano; Rodrigo y Patricia se encuentran en la caja de una famosa tienda de deportes, en Alcobendas)
Rodri (con asombro): ¡Caray, Tricia, llevábamos sin vernos desde la Universidad y ahora nos encontramos a cada paso!
Tricia (con sorna): A cada fiesta diría yo. La última en Semana Santa.
Rodri: Pues eso digo.
(Patricia pasa la primera por caja y saca unos gorros forrados de piel)
Rodri: ¿Para qué compras esos gorros? ¿Os vais al polo norte?
Tricia: No, pero casi; Nos vamos a Moscú, Ni Candela ni yo soportamos el calor y nos han garantizado que la temperatura no sube de 12 grados en agosto ¡tampoco es cosa de helarnos!
Rodri (saca el carrito de la fila y da media vuelta): ¡Ahora qué lo dices! ¡Se me olvidaba la depuradora!; mi cuñada me está esperando en la finca para llenar la piscina.
Tricia: (algo cortada): Vale, pero oye, a la vuelta de las vacaciones nos vemos sin falta.
Rodri: Eso, eso, sin falta.
Tricia: Sí, porque a este paso nos vuelven a dar las uvas.
CUARTO ACTO
(Tanatorio de la M30, cinco años después. Un grupo de cuatro amigos, entre los que está Patricia, fuman y hablan a la entrada de un velatorio)
Amigo 1: ¡Pobre Rodrigo! Mira que se lo dijimos: que no hiciera trinking a su edad, que ya hemos pasado los treinta…
Amigo 2: ¿Trinking? Y Puenting, y parapente y lo que le echaran.
Amiga 3: ¡Y gordo como estaba! Pero ni caso.
Amigo 1: Y de milagro que no se llevó por delante a los niños del campamento.
Amiga 3: (con tono de reconvención): que, por cierto, eran discapacitados.
Tricia (indignada): ¡Basta ya de recriminaciones! ¿No os da vergüenza? ¡Es una putada, y no se trata de culpabilizar a nadie!
Amigo 2: ¡Vaya, Tricia! Me dejas de piedra, no sabía que lo quisieras tanto, ni que fuérais tan amigos.
Tricia: Pues sí, nos veíamos dos o tres veces al año.
Todos (al unísono): ¡Qué pasada!
FIN
Tan real como la vida misma. ¡Estamos todos tan ocupados...!
Publicado por: José Luis Millán | 23/12/2017 en 18:35