A raíz de los vergonzosos sucesos del Nou Camp de 23 de noviembre en que la afición culé se portó de aquella manera abominable, un periodista preguntó a los alevines del Barsa y del Real Madrid si, de mayores, serían capaces de fichar por el equipo contrario. Los pequeños jugadores del Madrid dijeron unánimemente que sí mientras los del equipo catalán contestaron, sin excepción, que no. Si es cierto que por la boca del niño resplandece la verdad, esta pequeña encuesta informal es muy reveladora de algo que yo sospechaba hace tiempo, que la famosa rivalidad entre ambas ciudades, al menos en la actualidad, es de una sola dirección y más bien parece animadversión.
Subrayo lo de “en la actualidad”, porque soy consciente de que no siempre fue así. Bajo el franquismo, por ejemplo, Barcelona, con el beneplácito y el aplauso de las autoridades centrales, se presentaba como una ciudad laboriosa y despierta que acogía en su seno a lo más granado de la intelectualidad internacional y presumía, con mayor o menor razón, de cierta superioridad que la acercaba a la mítica Europa, a la que, al parecer, y a pesar de todos los testimonios históricos que revelan lo contrario, no pertenecíamos ni el resto de España, ni mucho menos la perezosa y destartalada ciudad de Madrid, que la mantenía amordazada.
Pero ha ocurrido que cuando el régimen de las autonomías convirtió a España en una especie de suculenta tarta, dando ocasión a que Barcelona, desbordante de talento y dinero, pudiera ocupar libremente su liderazgo, la ciudad que realmente despegó de manera fulgurante fue Madrid, como si hasta el momento le hubiera frenado el centralismo que de ella emanaba y, al sacudírselo o sacárselo de encima, quedara al fin libre de desarrollarse y fructificar más allá de lo que su modesta porción le destinaba, demostrando así que había sido más bien víctima que verdugo.
El resultado es que los catalanes están realmente desconcertados y ahora algunos se preguntan por qué oscura maniobra Madrid les da tantos premios nacionales. Urgidos por remotos agravios, siguen empeñados en identificar a la ciudad de Madrid con el Estado de la nación al que de pleno derecho pertenecen, mientras juegan a presentarse ante el mundo ellos mismos como una sojuzgada nación sin estado.
Publicada en "La Gaceta de los Negocios", el 2 de diciembre de 2002 con el título de "Pequeñeces".
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