He visionado recientemente "Munich", la película de Spielberg, que me ha gustado más de lo que me sugerían las críticas. No veo yo esa michelmoorización que, si no recuerdo mal, alguien le achacó en su momento. La película incorpora muchos de los iconos clásicos del espionaje, algunos procedentes de las películas de James Bond (esa vampiresa del bar del hotel es una trampa bondiana por excelencia), como de las novelas de John le Carré; espías internacionales que cambian de bando según el precio de mercado, funcionarios del crimen y patriotas trabajando codo con codo. Hay que entender que aún no ha caído el Muro de Berlín, que estamos en plena Guerra Fría, y que los hechos narrados en la película –la matanza de los atletas israelíes por Septiembre Negro– supuso un hito en la epopeya israelí.También se le achacó que no se mostrara demasiado a favor del Mossad, pero lo cierto es que tampoco se muestra en contra; no veo cómo se pueden hermosear esas cosas del subsuelo (por algo son secretas), y si se cuentan forzosamente han de remover las. No es estupendo matar, pero es mucho peor que te maten.
Precisamente poco antes de ver la película acababa yo de leer el ensayito de Amos Oz "Contra el fanatismo" que tenía rondando por la mesilla de noche. No podía ser más conforme con lo que pretende transmitir Spielberg a su manera. A ambos, pero más a Oz, les duele Israel, como a algunos les duele España, aunque hay motivos para que nos duelan los dos países a la vez. En sus apreciaciones sobre los árabes, Oz es tajante: no son precisamente sus amigos, pero tampoco son amigos de los palestinos, como cree el filoislamismo al uso. Lo que dice sobre estos últimos le pone en esa ambigua y desgarradora posición del lobo de Michaux:
"El lobo que comprende al cordero está perdido, morirá de hambre, no habrá comprendido al cordero, se habrá equivocado con el lobo, y le queda casi todo por conocer sobre el ser".
Y no soy yo quien asimila Israel al lobo y los palestinos a los corderos, me temo que es Amos Oz, aunque cada vez con más reservas. Porque el lobo, lo que se dice el lobo, creo que él, y todos, sabemos realmente quién es.
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