No puede haber dos escritores menos parecidos que Benito Pérez Galdós y Marcel Proust, excepto en el hecho de que son, cada uno por su lado y a su manera, libre y liberada, unos grandes escritores. Gustarán más o menos a unos y a otros, pero están ahí, grandes entre los grandes, de manera ya incontrovertida e incontrovertible. Han abierto un camino que ningún escritor que se precie puede obviar después de ellos. No son los únicos de quienes se puede decir eso y no ignoro cuántas objeciones se pueden hacer al respecto, pero es lo que yo creo y veo y, sobre todo, lo que me interesa de ellos -maestros y discípulos.
Volviendo a Proust y a Galdós, se podría afirmar que, en el conjunto de sus obras, nada en ellos es coincidente y, sin embargo, en ambos encontramos un deleite especial en los detalles que caracterizan a los personales de sus respectivas comedias humanas. En el "Doctor Centeno" don Florencio es un gran catador de aguas, como lo es Marcel en la Recherche. Los ruidos de la noche, el chirrido de los goznes sin engrasar, el tic tac de los relojes, los tics idiomáticos de Ido del Sagrario, en Galdós y de Françoise en Proust, El gusto inmoderado por adjetivar tres veces de Manuel Pez: "Es normal, es lógico, es natural ..." tiene su contrapartida en la Recherche, en el personaje de Madame de Cambremer: “Es deliciosa, encantadora, agradable...”
He leído unas cuantas cosas referidas al uso de la triple adjetivación en Proust (nada en lo que se refiere a Galdós, pero seguro que es deficiencia mía) y todas ellas se refieren a la ridiculización del personaje, que imitaría ese uso estilístico del odiado Sainte-Beuve. En todo caso, es un recurso utilizado por Boileau en su correspondencia con Racine, calificada por Proust en la Recherche de “ridícula”. Ese oído que tienen Galdós y Proust para captar al vuelo cualquier matiz risible en las palabras, con el que sazonar sus historias -en el que he creído encontrar interesantes coincidencias- en Proust es demoledor, e incluso cruel, mientras que Galdós, en razón de esa infinita misericordia hacia las debilidades humanas que le caracteriza, consigue desdramatizar el conjunto con un toque de humor y que nos ríamos con ellos y no de ellos.
En todo caso a los dos, Galdós y Proust, se les podría aplicar la sentencia que hace el primero en "Gloria": "Las palabras gobiernan al mundo, no las ideas.".
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