A pesar de la alusión a Jonathan Swift y aquella su modesta proposición de que los prolíficos irlandeses vendieran a sus hijos a los ricos para que se los comieran (hoy le hubieran enchironado a la primera de cambio por todos los delitos de odio que puedan caber en las nuevas legislaciones), me atrevo a dar voz a una propuesta bastante revolucionaria para acabar con la intolerable desigualdad social que nos aleja tanto de la anhelada paridad. Me refiero a la paradójica situación fiscal, sanitaria y social que penaliza a los ancianos en nuestra sociedad y, en cambio, ampara a los delincuentes. Son sugerencias captadas aquí y allá, en las redes, que se hacen eco de esa injusticia.
Esta proposición, lejos de ser cruel y provocadora como la de Swift, es muy simple y muy justa, para los ancianos, porque sería una satisfactoria alternativa a la eutanasia que se nos avecina y para los presos, porque recibirían un trato proporcionado al mal que han hecho, sin caer en la siempre detestable tortura.
Al grano: se trataría de transferir a los reclusos a las residencias de ancianos y a los ancianos a las cárceles. ¿Por qué? Muy sencillo, porque un preso, que se supone ha cometido un delito contra esa sociedad que de manera tan extraña le castiga y al tiempo le mima, le cuesta al Estado 7000 euros al mes (corríjanme si me equivoco), mientras que los jubilados, que se supone han trabajado y llevado una vida honrada pagando sus impuestos y sufriendo todo tipo de sevicias de la Administración a cuyo mantenimiento contribuyen, cobran 600 euros de media y tienen que arreglárselas con eso para salir adelante. Ahora veremos qué pasaría si se realizar tal transferencia.
Los ancianos, al ingresar en las cárceles, tendrían acceso a una ducha todos los días, al ocio, cultura, educación, medicamentos, tratamientos sanitarios especiales. Recibirían gratis sillas de ruedas, prótesis, anteojos, etc. No pagarían ni por su alojamiento ni por su comida. Tendrían vigilancia continua, por lo que de inmediato recibirían asistencia de emergencia, un lugar especial para recibir a su familia y visitas. Tendrían acceso a una biblioteca, sala de ejercicios, campos de deportes e incluso enseñanza gratuita y sala de TV en alta definición e incluso permisos para darse una vueltecita por el exterior.
Los reclusos, transferidos a las residencias de ancianos tendrían platos fríos y escasos, se quedarían solos y enrejados. Las luces se apagarían a las 20:00 hrs. Les atiborrarían de sedantes e hipnóticos para que no alborotaran. Tendrían derecho a un baño a la semana, vivirían en una pequeña habitación compartida.... por la que tendrían que pagar al menos 1500 € por mes, sin esperanza de salir con vida.
En último extremo, si esta muy sensata medida no pudiera aplicarse por la razón de la sinrazón que mi razón bien conoce (nota a los listos: ya sé, ya sé que la cita original no es así), los jubilados necesitados siempre pueden recurrir al sistema actual, delinquiendo a más y mejor, eso sí, bien asesorados para tener asegurada la condena. Aunque se desaconseja el asesinato, y no es mi intención animar a nadie a llegar a ese extremo, también se podría cerrar los ojos si la situación fuera realmente desesperada y la víctima, un violador de menores al que los jueces han dejado libre, pongo por caso.
Julia, excelente proposición, con cita de Kant incluida. Como la ironía no suele entenderse bien, me temo que 'nuestros jerarcas' se la tomarán a broma, sin entender el verdadero substrato que encierra: nuestros jubilados, en precario; los presos (delincuentes),con las máximas comodidades posibles, a costa de nuestros impuestos. EXCELENTE PROPOSICIÓN la tuya, que caerá -claro está- en saco roto.
Publicado por: José Luis Millán | 23/02/2018 en 11:41