Dedico a todos los ignacios de mi blog este poema de André Masson sobre Ignacio de Loyola, que traduje en su día para la Revista Poesía.
La noche en Montserrat
de "Poemas de España", (diciembre de 1935), traducción J.Escobar
Sierras frotadas de miel, lustrosas
de plata. Color del grito de
los cuchillos, chirrido de la seda desgarrada, el río verde
de mordiscos milenarios
Olor a abetos y terrible silencio.
Ignacio desciende
de Montserrat.
El paso de su pensamiento
y al paso de su mula
acaba de romper
su espada
en el altar
de su fe.
Lleva encima
un pan negro,
una pluma,
un tintero,
un cuaderno escolar
sin olvidar
un cuchillo
con mango de cuerno
para grabar
cruces
sobre la pared
de la cueva.
No se ha quitado
las botas ni
las espuelas.
Un cuervo
vuela
a su derecha.
Ya está
sepultado
en las sábanas
de la Sierra.
El sol furioso
precipitado en
el océano de nubes
que caen lentamente sobre
Manresa
recubierto ya
por las cataratas
celestes.
Como un ladrón
llega la noche.
El Universo
entero
se lanza
en los brazos
de Satanás.
Pronto el viajero
perdido en
la montaña
será presa
del vértigo
del cielo.
El hielo ardiente
fijará en
su frente
la corona
de la angustia,
la corona
de perlas negras.
Él oirá
el grito del amor
emparejado al
del grillo
de diciembre,
el tierno grito
del último
grillo del
verano.
Por la mañana
el Sol naciente
surge del
océano de las
nubes furiosas.
Más abajo
el cura
levanta
la hostia
en la
misma
ascensión.
en los pliegues
de la noche
Ignacio se
ha dormido.
Sueña
Con los antiguos combates :
la indiferencia de
la llanura invernal
donde se remata
a los heridos ;
su sangre
sobre la nieve
y pinta
un escudo de armas.
A su orden
la infantería
se lanza
al asalto de una cresta.
El grito lejano
de un gallo
le despierta.
Es la hora
en que la chica
se aparta del
mulero.
Los pastores hacen
fuego.
En todas las ventanas
cuelgan los
granos de maíz.
Esta noche
ha nacido un cordero
en una cuna
de zarzas.
Ignacio oye el
murmullo del agua
a nada parecido.
Abajo en
el valle
hay un arroyo
cantarín.
Se baja
de la mula,
aparta los
juncos
y bebe
en el manantial.
Sujeta su montura
con la mano
da algunos pasos
y descubre
una caverna.
A su derecha hay
un sapo,
a su izquierda un
escarabajo.
En la verde
luz de
esta gruta
húmeda,
Ignacio se
recoge.
Come un
poco de
pan duro,
se sienta en
una roca y
se prepara para
los trabajos.
No con
la cólera del
profeta
sino con una
actitud militar
convertido en sargento primero
de la Pesadumbre
el capitán Ignacio
de Loyola
escribe las primeras
palabras de los Ejercicios
Espirituales:
"A LA MAYOR GLORIA DE DIOS"
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