El otro día, unos amigos de muy diversa ideología, pero similar profesión, discurríamos sobre literatura y sus actuales avatares, cuando uno de ellos se refirió a unas páginas homófobas, de corte ultraderechista que había encontrado en las redes sociales, lo que dio pie para que otros hablaran de la represión contra los homosexuales por parte de la derecha en la historia. Me faltó tiempo para recordarles lo que sucedió “côté gauche”: Durruti y su tren de la muerte, Castro en Cuba con su “conducta impropia”, así como la forma en que trataban en el PCE de Carrillo a los homosexuales, a quienes obligaban a casarse para guardar las formas y, si estaban en la cárcel, eran marginados y humillados como sabemos por algunos testimonios que no vienen al caso. Otra de los comensales, veterana militante comunista por más señas, que sabía muy bien que yo decía la verdad, abundó en ello y se refirió a la represión soviética al respecto, contando una anécdota genial que había leído en algún libro, creía ella que en Malraux, aunque parece sacada de una novela de Platónov.
Al parecer, en un Congreso un escritor soviético le contó a Malraux, o a quien fuera, que en una provincia remota de la URSS, donde tuvo que residir algún tiempo, los ciudadanos recibieron un ukase prohibiendo las relaciones sexuales. Nadie podía comprenderlo y las interpretaciones fueron, unas de índole marxista: “es para que dediquemos todas nuestras energías a la reconstrucción de la patria”, y otras de índole contrarrevolucionaria: “es para fastidiarnos”. Bueno, pues el que esto contaba, intrigado, y sospechando que había ahí algún tipo de error, fue a Correos a inquirir por el origen de tan peregrina prohibición. Ahí se encontró con que la funcionaria responsable era una jovencita de apenas dieciocho años, entusiasta revolucionaria, modosa y aplicada que le contestó a todas sus preguntas: sí, lo había recibido ella. No, no conservaba el original, pero recordaba que le llamó la atención una incongruencia que ella se atrevió a corregir. “¿Cuál?”, le preguntó el escritor. “Pues que en el texto original se decía que se prohibían las relaciones sexuales entre hombres”. “Y —añadió la joven— usted comprenderá que como eso es imposible tuve que ponerlo de manera correcta”. Ancha es la tundra.
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