El autor de este libro era un joven traductor y escritor cuando conoció a la poetisa, ya mayor, de quien sería su secretario y posterior biógrafo. Él se dio cuenta de que ella tenía unas ideas muy férreas sobre lo que llamaba “el destino del poeta”. Consideraba que el simbolismo era la última corriente poética, incluso es posible que llegara a decir, artística y al hablar de la poesía francesa contemporánea afirmaba que Apollinaire era el último poeta. Neiman precisaba que en realidad quería decir: “el último del mundo”, cosa que poco después repetería refiriéndose a Blok. Según Neiman. Ajmátova consideraba que después de Blok –y también después de ella- había empezado algo nuevo. Tenía fobia a Chéjov y sentía una admiración ilimitada por Pushkin, que era su poeta preferido junto a Dante y Shakespeare.
Cuando leyó a León Felipe, Ajmátova exclamó: "¡Vaya viejo: Cómo me gustaría ser él!" La había entusiasmado la traducción de Geleskul. Y luego añadió: "Dicen que en la poesía del siglo XX los españoles tienen la reputación de ser dioses y los rusos semi-dioses - tenemos demasiados suicidios". Además de su admiración por León Felipe, de la poesía hispánica le impresionó especialmente un libro de poemas escogidos de Gabriela Mistral traducidos al ruso. Las dos habían nacido el mismo año y los escritores preferidos de la Mistral eran rusos. Neiman y la propia Ajmátova, encontraban similitudes extraordinarias entre ambas poetisas. Llegó incluso a decir: “La piel roja me ha superado”. También se menciona a una admiradora española (pero no dice su nombre) a la que conoció durante un viaje que Ajmátova hizo a España, y que la escribió un telegrama diciéndole: “Inútil escribir”. A la rusa le encantó el arte de la española para resumir todo en dos palabras.
Fue amiga de Brodski en su juventud, antes de que se exiliara a Estados Unidos y le ayudó cuanto pudo mientras estuvo deportado; como ayudó a Mandelstam, a cuya viuda no apreciaba demasiado y a la que acusaba de urdir sinuosas mentiras en sus memorias, extraordinario libro que, con el título de “Contra toda esperanza”, se tradujo hace más de veinticinco años al español en Alianza Editorial, aunque hay que decir que sólo el primer tomo. Curiosa costumbre ésta de no terminar de publicar los testimonios de la barbarie soviética. Recuerden que Plaza y Janés nos dejó sin el tercer tomo de “El archipiélago Gulag” de Solzhenitsyn, y eso que todavía no había empezado la campaña mediática contra él, encabezada por Juan Benet, en plena época de Franco, conviene recordarlo. Afortunadamente, Tusquets ha puesto remedio a ese dislate, no así Alianza con Nadiezhda Mandelstam.
Ajmátova, no apreciaba demasiado la labor de traducción, que se veía obligada a llevar a cabo para sobrevivir. A lo largo de toda la obra se cuentan muchos chistes rusos, algunos sobre ese tema. Uno de ellos es especialmente divertido: Un funcionario presenta un informe al gobernador; cuando termina el gobernador le pregunta: ¿Somos nosotros quienes les escribimos o ellos quienes nos escriben? Ella modificaba el chiste preguntando a Niemann, con quien traducía al alimón, cuando éste le leía algún párrafo traducido: "¿Es ya la traducción o sigue siendo el borrador?" Para escribir procedía de la siguiente manera:
En cuanto a su manera de componer, contaba que le llegaba la inspiración (como a todo el mundo) en cualquier parte. Brotaban los versos caóticamente y luego iban cobrando forma, pero de manera desordenada. Dejaba entonces en blanco el verso que no le “salía” y, cuando indefectiblemente le llegaba, lo rellenaba, por así decirlo. Para terminar, lo elaboraba todo e introducía las variantes que la censura soviética le imponía. En cuanto a la organización de un poemario, según ella, lo más eficaz es dividir los poemas en ciclos temáticos autónomos y empezar con los más recientes. Su poesía es muy cuidadosa con el metro y la rima, especialmente con el metro, lo que dificulta grandemente la traducción, como también la dificulta el hecho de ser una poesía muy narrativa, llena de citas referidas a un contexto cultural muy concreto y a las raíces populares rusas. Precisamente, para referirse a dichas raíces -que ella sublimaba por razones de sincretismo cultural y social- Ajmátova hablaba de “poesía materna”, como quien habla de “lengua materna".
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