Charles Baudelaire: Cartas a la madre (1833-1866). Traducción, introducción y notas de Roberto Mansberger. Grijalbo-Mondadori, 1993.
La edición al castellano de esta correspondencia de Baudelaire está formada por 157 cartas dirigidas por el poeta a su madre -con dos o tres excepciones- según el texto de las mismas establecido por Crépet y publicado en Calman-Lévy. No hay que olvidar que, tras la muerte de Baudelaire, sus derechos literarios salen a pública subasta y son adquiridos por el editor Michel Lévy. Completan el volumen varios apéndices con indicaciones biográficas sobre los principales protagonistas del drama que hemos visto desplegarse, carta a carta, a lo largo de esta correspondencia que no puedo dejar de calificar de grimosa, como por ejemplo unas notas biográficas sobre el Sr. Aurick, el odiado padrastro, el no menos odiado notario Ancelle, tutor del pródigo poeta, así como de Jeanne Duval, la "Venus negra", adorada, temida y también odiada (por este orden), amén de una cronología extraída de la publicada en la edición de las Obras completas de Baudelaire a cargo de Marcel A. Ruff, (Éditions du Seuil, París, 1968) y adaptada a las exigencias de la presente edición.
Es toda la vida de adulto de Baudelaire la que se puede seguir, con la impunidad del mirón, en esta correspondencia unidireccional. La ausencia de la voz de su corresponsal, lejos de echarse en falta, es a mi entender, casi un aliciente: el lector puede reconstruir perfectamente lo que la madre le ha podido escribir por la respuesta, unas veces quejosa, otras agradecidas, pero siempre torturada, del hijo. En este sentido la utilización alterna del tratamiento es especialmente eficaz: si las cosas van bien, la tutea y cuando no es así el poeta se ampara detrás del orgulloso a la par que respetuoso usted, privilegio de la época y de la lengua y que nosotros también compartimos.Sin entrar en la polémica de la licitud moral de difundir documentos y textos que no han sido escritos para su publicación, estas exploraciones subterráneas en la vida de los artistas suelen ofrecer aspectos poco agradables para la imagen de genio del genio, pero sumamente interesantes para la posteridad. Y es que correspondencias familiares y diarios íntimos sacan a la luz lo peor de los artistas que, como en casi todo el mundo, dicho sea de paso, suele ser su vida familiar y privada (Ramón Gaya refiere que Cernuda decía que "contra la familia todo lo que se diga es poco").
No es que no se supiera que la vida de Baudelaire había sido desgraciada y patética, (yo soy la herida y el cuchillo , dice en verso inmortal) ni que, porque le escuchemos quejarse y lamentarse de manera reiterativa y monótona, ya en lo privado, así como pedir dinero constantemente a su madre a lo largo de 33 años y a través de diferentes países, vaya a dejar de ser, como poeta, el gran revolucionario de la poesía moderna: así es considerado de manera irrebatible por todos, especialmente por quienes prosiguieron su labor: desde Mallarmé hasta Valéry y Claudel. Porque, al margen de que nos podamos enterar de forma fehaciente que Baudelaire era un manirroto y un irresponsable que no sabía qué hacer con su fortuna personal ni con su vida amorosa, quién sabe si precisamente por ello, lo que realmente importa es que ha liberado la inspiración poética de los clichés clasicistas y ha permitido que Mallarmé pudiera declarar bien alto y con fértiles consecuencias, no sólo para la poesía francesa sino para la universal, que "ha llegado el momento de dar la iniciativa a las palabras."
A pesar del cuidado que tienen los editores por dejar claro que las correspondencias y papeles póstumos no pueden considerarse como parte de la obra de un autor, y a pesar de que todos los grandes creadores, casi sin excepción abominan de ello, fatal y felizmente esto acaba ocurriendo hasta el punto de que para la posteridad su vida y su obra llegan a ser inseparables. Por eso, para los eruditos y verdaderos amantes del autor, la cuidadosa labor de edición que ha realizado Roberto Mansberger, su escrupulosa traducción, su inteligente introducción, y sus acertadas notas no pueden sino recibirse con satisfacción y agrado.
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