A veces es como para creer que hay una conspiración para que a una no la lea nadie, por mucho marketing que se haga para conseguirlo: presentaciones, lecturas públicas, firmas en la Feria del Libro, entrevistas en los medios, etc. etc., todo es perfectamente inútil-
En una ocasión decidí tomar una medida drástica, y acogiéndome a la campaña aquella de "regala un libro a un desconocido", abandoné una de mis novelas en un banco (ya se lo había regalado a todos mis familiares y amigos, y seguía teniendo muchos ejemplares) para que la adoptara alguien y, con suerte, la leyera, cuando, al poco tiempo, un amigo me la trae y dice tan contento:
-¡Mira lo que encontré en un banco! ¿a qué te viene bien?
- Por qué me va a venir bien si ya la tengo?, además la he escrito yo, te recuerdo, incluso la he leído -le contesté, algo cabreada.
-¡Mujer, para que se lo regales a alguien si quieres!
Encima, tuve que darle las gracias por su buena voluntad callándome lo que pensaba: "Pues habértelo quedado tú para hacer lo propio!" Pero pudo la buena educación que no he recibido.
Llegué a la conclusión de algo que ya me barruntaba hace tiempo: que la vida nos lee, y que es la única que sabe lo que nos traemos entre manos.
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